Juan Manzur sabe callar. El jefe de Gabinete de la Nación, en realidad, habla con todos, pero en privado. Lo que maneja con habilidad es el silencio público en momentos en que percibe que el mutismo es más efectivo que su rostro y sus palabras deambulando en todos los medios. También sabe cuándo declarar. Lo demostró el día posterior a su asunción, cuando lanzó un par de palabras para acomodar a los ministros de Alberto y otras para dejar en claro que el que manejaba el timing de la pandemía era él. Ahora opta por el silencio ante un Alberto Fernández que tambalea y ante un séquito presidencial que le cela. Y le desconfía.
La estrategia insonora del gobernador en uso de licencia tendría dos puntas. Por un lado, la de bajar la tensión interna con el gabinete presidencial. Muchos le dicen al jefe de Estado que Manzur es un topo que trabaja para su propio proyecto de 2023 y el de los gobernadores peronistas. Por ello opta por bajar el perfil mediático.
Por otra parte, el tucumano estaría analizando que el Presidente puede naufragar con su gestión si la economía no se acomoda (ni se cierra el trato con el FMI), y que en ese caso es preferible no estar atado al ancla albertista para que no lo hunda. En pocas palabras, Manzur hace equilibrio para no parecer ni muy a favor ni muy en contra de su amigo Alberto.
Eso de cara a la sociedad, pero fuera de la escena pública el ex ministro de Salud ejecuta una agenda frenética de reuniones propias del cargo y propias de la política. Solo hace falta ingresar a la página de la Jefatura de Gabinete de la Nación para conocer que recibe a funcionarios, empresarios, industriales, colegas sanitaristas, intendentes del conurbano y a una larga lista de tucumanos que viajan para besarle su anillo.
En ese trajín se destacan hechos que remiten al pasado y se podrían proyectar al futuro. Manzur parlamenta asiduamente con el matrimonio que lo adoptó como hijo político décadas atrás y que concentra un poder singular en la provincia de Buenos Aires, el que conforman Verónica Magario y Fernando Espinoza en La Matanza. Hace dos semanas compartieron un acto en el municipio bonaerense y el intendente siempre ronda la Casa Rosada cuando hay que resolver temas sensibles. Esos encuentros son observados con cuidado por el entorno del Presidente, que conoce de la historia que une a Manzur con el líder del conurbano y que los pone a pensar en la poderosa alianza que ambos podrían tejer de cara al año próximo.
Prestando atención a algunas “santas y señales” las piezas comienzan a encajar: reuniones con líderes peronistas, encuentros con grandes empresarios, viaje a EEUU, debilidad presidencial, celos de funcionarios nacionales, el jefe de Ministros no habla del FMI y Manzur con perfil bajo. Así parecen estar las cosas.
Los que se van
Respecto de las visitas de tucumanos por la Casa Rosada, el que mira con detenimiento esos encuentros (algunos trascienden, la mayoría no) es Osvaldo Jaldo. El gobernador a cargo pone cara de piedra y aguanta en silencio esas escapadas a Buenos Aires. No quiere una “boda roja”, como la de “Juegos de Tronos”. En la zaga, Robb Stark festeja su liderazgo guerrero en un majestuoso palacio. La fiesta era en realidad una trampa para asesinarlo. ¿Hay un plan para destronar a Jaldo?
Eso mismo se pregunta el tranqueño, que no baja la guardia, pero que tampoco quiere ser el primero en levantar las armas. Por el momento, el gobernador convive amablemente con el Gabinete manzurista, ese mismo que en las internas del año pasado le pegó con potencia a él y a los suyos.
Habrá que ver hasta cuándo dura esa Guerra Fría que puede terminar con muertos inesperados, de un lado o del otro. Porque Manzur también cree que puede caer en este intrincado tablero de poder que comparte con su vicegobernador. No le hizo gracia que Jaldo apareciera con una imagen elevada en el ranking de gobernadores (ocupa el puesto 10 de 24) cuando apenas lleva meses en el poder. ¿Por ello se demora la concreción o el envío de fondos para las grandilocuentes obras anunciadas? ¿Si llueve dinero federal en Tucumán, quién capitalizará lo que se ejecute, Manzur o Jaldo?
Se blanqueó lo dificultosa que es la relación entre ambos con un simple hecho político: el tranqueño no se enteró por el médico que Mariano Garmendia dejaba Tucumán para ocupar la titularidad del INTA. Manzur y Jaldo hablan. De gestión. No de política.
¿Y en la oposición?
Del otro lado del charco también afloran las desconfianzas y los miedos a traiciones sorpresivas e imprevistas. En Juntos por el Cambio se sienten de fiesta por la buena performance electoral del año pasado, que los dejó al borde de imponerse en cuanto a cantidad de votos al oficialismo. Mientras disfrutan del momento, se miran de soslayo ante lo que puede pasar el año próximo.
Hay dirigentes, radicales y macristas, que coquetean con Germán Alfaro y con Roberto Sánchez por igual. El diputado nacional sacó un puñado de sufragios más que el intendente de San Miguel de Tucumán. Al parecer, fueron suficientes para que muchos empezaran a mirarlo como al líder del espacio.
Alfaro busca contener a esa extraña trupe política que es la UCR. Con Raúl Albarracín como punto estratégico en el sur de la provincia busca incomodar sutilmente a Sánchez en su propia tierra. La partida del ex campeón de Rally a Buenos Aires dejó al alfarismo en posición de ser una piedra en el zapato de la gestión del copiloto Molinuevo. No son los únicos movimientos subterráneos en el espacio cambista, que perdió la referencia del tándem Cano-Elías de Pérez tras la derrota que sufrió en la interna del año pasado. Paradójicamente, ambos metían ruido para la unidad del espacio, pero dejaron una batuta que ahora nadie agarra. ¿Quieren ser un “juntos” o más bien un “separados”.
Mariano Campero intenta ocupar ese atril de director, siempre con su brazo transfundiendo sangre a su aliado Sánchez. Pero los propios radicales aún lo ven como a ese “changuito”, mote con el que lo ninguneó Gerardo Morales. La puja en el PRO nacional tampoco ayuda y juega fuerte en las decisiones que se toman en Tucumán. ¿Quiénes se quedarán con Morales, quiénes con Rodríguez Larreta y quiénes con Bullrrich; o incluso con Macri? Muchos hacen “toc toc” en la mesa. Esperan y “ven” como se resuelve ese póker.