En un año, el PJ pasó del quiebre interno a la alternancia

Manzur y Jaldo pasaron de las tensiones a la armonía, sin perder de vista la continuidad en la gestión hacia 2023.

MANZUR Y JALDO. El jefe de Gabinete y el gobernador interino, juntos, en la última visita presidencial. Foto: Twitter @osvaldojaldo MANZUR Y JALDO. El jefe de Gabinete y el gobernador interino, juntos, en la última visita presidencial. Foto: Twitter @osvaldojaldo

La pelea entre Juan Manzur y Osvaldo Jaldo puso a pruebas al peronismo. Hace un año se desató una batalla interna que se extendió durante seis meses, casi la misma cantidad de tiempo que Manzur lleva de jefe de Gabinete de la Nación y Jaldo de gobernador interino. Las tensiones dividieron las aguas de tal manera que las diferencias llegaron hasta un enfrentamiento electoral en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Los discursos del número uno y el número dos de la provincia fueron de tal magnitud que los dirigentes dejaron en claro quién estaba detrás de cada líder. El Frente de Todos cerró la interna con una suma del 50% de los votos emitidos, un porcentaje que el propio Manzur exhibió a nivel nacional para mostrar ante sus pares que era uno de los gobernadores más votados de la Argentina en medio de una nueva ola amarilla. El médico sanitarista cumplió, en definitiva, su meta: llegar por la puerta principal a la Casa Rosada. Fue -y de a poco vuelve a consolidar ese rol- la mano derecha del presidente Alberto Fernández. Y hasta llegó a pensar en una incursión electoral de mayor envergadura para 2023. Su aspiración de ser parte de la fórmula presidencial oficialista ha sido resistida en la estructura interna del Gobierno y eso le valió varios roces y un enfriamiento de las relaciones con la dirigencia justicialista. Hoy Manzur exhibe sus relaciones con los gobernadores, con los empresarios y con los sindicalistas, en un momento en el que el Gobierno requiere apoyos para el acuerdo con el FMI. La CGT, a través de su secretario general Héctor Daer, recitó las mismas frases que el propio Manzur viene transmitiendo públicamente. “Es el mejor que se podía llegar para no caer en default”, manifestó el cegetista.

Por el lado de Jaldo, también hubo una capitalización de la pelea. De hecho, el vicegobernador se ha transformado nuevamente en la sombra de Manzur. Lo consulta permanentemente y, desde el primer minuto de gestión, el jefe de Gabinete lo presentó en sociedad como el gobernador de Tucumán. El tranqueño sabía que se jugaba al todo o nada en la disputa con su compañero de fórmula. Salir por fuera de la estructura justicialista no le hubiese asegurado una carrera electoral con vocación de continuar en el poder en 2023. Hoy por hoy, el propio Manzur lo considera como el reemplazante natural en el cargo, por aquello de que la alternancia en el poder es más una limitación constitucional que un anhelo de continuidad de Manzur en la gobernación de la provincia.

Jaldo ha cuidado cada uno de sus movimientos. Y siempre consultó al gobernador en uso de licencia cada vez que debe tomar una decisión de fondo. Lo hizo cuando reemplazó a Claudio Maley por Eugenio Agüero Gamboa en el Ministerio de Seguridad; también cuando trascendió que Gabriel Yedlin dejará la conducción de Desarrollo Social, posiblemente en manos de la actual secretaria de Atención a Familias en Riesgo Social, Lorena Málaga.

A un año del desencuentro, hay dirigentes que todavía piensan si la pelea entre las cabezas institucionales de la provincia fue una estrategia, una disputa que sirvió para saber quién es quién en el oficialismo. Curiosa clase de amor político.

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