Apenas iniciada la sesión del Consejo Superior, el pasado martes, Hugo Ferullo pidió la palabra para dirigirse a sus compañeros del órgano que legisla la vida de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Habló en representación del estamento al que representa, el de los profesores titulares, y transmitió su indignación por el lugar en el que ha quedado la UNT a causa de la virulencia de la campaña electoral. “Hay que buscar una manera de cambiar esa estructura”, sostuvo el docente de la Facultad de Ciencias Económicas; luego llamó a todos a la reflexión y cerró su intervención con una pregunta: “¿dónde está el corazón de la Universidad?”
Puede que la intervención de Ferullo haya sido de lo más acertada para atemperar los ánimos de un Consejo Superior que días antes, durante la sesión extraordinaria del viernes, había proporcionado un penoso espectáculo. Fue una muestra de la borrasca que azota a la UNT, donde la elección del Rector y de los Decanos para el período 2022-2026 está replicando los peores vicios de la política partidaria. La próxima semana se votará en las unidades académicas y el 19 de mayo se reunirá la Asamblea para ungir a las futuras autoridades. En el camino de ese cronograma el debate de ideas fue cediendo ante las operaciones y chicanas, un clásico de la UNT de los últimos tiempos, pero siempre rebasando los límites.
Los candidatos Sergio Pagani (por el oficialismo) y José Luis Jiménez (por la oposición) habían brindado una muestra de madurez. Se reunieron con el Decano de Medicina, Mateo Martínez, oficiando de anfitrión, y acordaron bajarle el tono a la campaña sucia. También coincidieron en llevar un mensaje de sensatez a la UNT en particular y a la sociedad tucumana en general. A las buenas intenciones condensadas en ese apretón de manos le faltó una vuelta de tuerca política, ya que el consenso para la imprescindible integración de la Junta Electoral no pudo alcanzarse.
Hay una coincidencia en las plataformas de ambos postulantes al Rectorado: la necesidad de cambiar el sistema de elección (parte de esa “estructura” a la que hacía alusión el profesor Ferullo). Está claro que la vía indirecta, por medio de la conformación de un colegio electoral, pudo haber funcionado en otros tiempos, en otra sociedad, en otra Universidad. El alto nivel de suspicacias que gira en torno a los futuros asambleístas es sólo una parte del problema. Se trata, como bien sostuvieron en su oportunidad Pagani y “Pío” Jiménez, del sistema en su totalidad. Es una tarea que la próxima gestión no deberá soslayar.
Son demasiados los temas que afligen a la comunidad universitaria. Uno de los más sensibles pasa por la situación de la Acción Social (Asunt), cuyo delicado equilibrio económico-financiero no gana para sustos. Y los que padecen con noticias como la del martes, cuando la Asociación de Clínicas y Sanitarios anunció un corte de prestaciones, son los 22.000 afiliados. La crisis pudo superarse y el Rectorado colaboró además con un aporte de $ 50 millones, monto que no es más que un paliativo. Lo que se espera son soluciones de fondo.
Tomando el concepto del profesor Ferullo, urge que los universitarios reflexionen y se reencuentren. Hay una visión -y un corazón- que sigue sirviéndoles como guía.