Manzur y Jaldo y el riesgo de pagar el exceso de equipaje

Cada vez que se baja del avión oficial en el aeropuerto tucumano, Osvaldo Jaldo se siente un poco más cerca de ser el candidato a gobernador por el Frente de Todos el próximo año. Así lo reconocen manzuristas y jaldistas que lo frecuentan: los viajes a Buenos Aires le van sumando el peso de las ilusiones a una valija en la que antes sólo había lugar para las dudas.

Claro, no se trata de una emancipación del vicegobernador a cargo del Poder Ejecutivo. Los viajes a la metrópoli siguen siendo una suerte de reporte del tranqueño ante el jefe de Gabinete. Más allá de las gestiones oficiales, esos días en Buenos Aires sirven para que Jaldo y Juan Manzur analicen la situación del Gobierno tucumano, definan acciones y establezcan prioridades. ¿Le conviene ese cogobierno al mandatario interino? La primera apuesta de Jaldo, al sellar la tregua en septiembre pasado y asumir el PE, era recuperar la confianza del médico. La segunda, y que va de la mano de la primera, era ganar tiempo para que el reloj corra hacia 2023 sin sobresaltos. La tercera, una derivación de las dos anteriores, lograr ser ungido como el sucesor sin necesidad de que afrontar una nueva ruptura en el peronismo tucumano.

A ocho meses de haberse sentado en el sillón de Lucas Córdoba y 13 meses de las elecciones de renovación de autoridades en Tucumán, ese plan sigue su curso natural.

Este último viaje potencia el optimismo que tiene el tranqueño y que comparten dirigentes de uno y de otro espacio, muchos de los cuales ya lo expresan públicamente. Jaldo arribó a Buenos Aires en la noche del miércoles y de inmediato se reunió a solas con Manzur. Durante un par de horas conversaron sobre la gestión, evaluaron rendimientos de funcionarios en las diferentes áreas y repasaron los pedidos provinciales ante las oficinas nacionales. Al otro día, Jaldo y dos de sus hombres más cercanos (Marcelo Caponio y Darío Monteros) desfilaron por varios despachos –ya con las puertas abiertas- en busca de garantizar recursos. Ayer viernes, volvieron a encontrarse para compartir el regreso a la provincia.

La situación política y económica nacional es el gran asunto que mantiene vigentes las expectativas de Jaldo hacia 2023. La debilidad de Alberto Fernández mantiene ocupado a Manzur en otras cuestiones y le quita tiempo para atender los menesteres de las internas tucumanas. Los propios kirchneristas admiten que el jefe de Gabinete se “ha establecido” en la Casa Rosada y que es uno de los pocos albertistas que mantiene línea abierta con el Instituto Patria, a partir de su sólida relación con Eduardo “Wado” de Pedro.

La preocupación por la crisis entre Alberto y Cristina Fernández fue uno de los asuntos analizados entre los compañeros de fórmula, en particular por el impacto que podría tener en la marcha de la gestión nacional. El tucumano lo graficó con un ejemplo: en esta semana al frente del Ejecutivo por el viaje del Presidente a Europa, la vicepresidenta no asomó por la Casa Rosada ni tampoco envió mensaje alguno. Una acefalía de hecho que atenta contra cualquier intento por transmitir seriedad y normalidad hacia afuera.

Es tan vertiginosa la interna en la cúpula del poder nacional que hasta el anuncio de Alberto Fernández de que buscará ser reelecto el año próximo pasó desapercibido. En su favor hay que decir que siempre hay un título más importante que se empeña en opacarlo, como la inflación record en 30 años que se anotó su mandato este jueves; o porque todos suponen que se trató de una declaración de rigor. En efecto, hubiera sido una ingenuidad de su parte decir que no iría por otro mandato: en un segundo habría dilapidado el escaso margen de poder que le queda y dado por terminada su carrera política. Aunque tambaleante, el Presidente insiste con esquivarle a la caída definitiva a puro optimismo.

Cierto es que nadie en el peronismo puede ofrecer alguna seguridad porque a ninguno le sobra absolutamente nada. Alberto y Cristina no se hablan desde hace ya tres meses y por debajo hay movimientos que a priori resultan difíciles de entender pero que se justifican en el olfato de supervivencia. De aquí en adelante, los volantazos serán cada vez más bruscos. ¿Se imaginan al gastronómico Luis Barrionuevo con el kirchnerismo? ¿O a Florencio Randazzo con el albertismo? Bueno, la debacle peronista hizo posibles ambos encuentros esta semana. El dirigente gremial Barrionuevo, de los más críticos de la vicepresidenta y del jefe de Estado (antes de que asumieran dijo que buscaban “impunidad”), llenó de elogios a “Wado” durante el cierre de un congreso de Uthgra. “Wado de Pedro estuvo en los peores momentos de la pandemia, siempre atendió el teléfono y siempre nos ayudó”, dijo el sindicalista, famoso por aquella frase en los 90 sobre la necesidad de dejar de robar por lo menos durante dos años. El ministro del Interior, a puro abrazo, le devolvió el piropo y lo calificó como el padre de los “ATP”, el programa nacional de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción que impulsó la Nación durante la pandemia. En tanto que Randazzo, ex ministro de Transporte, departió con su ex compañero de gabinete Agustín Rossi, uno de los mayores aliados al Presidente.

La revuelta alcanza a cada ámbito de poder. Y uno es el Congreso de la Nación, donde el desmadre es evidente. Ayer, Sergio Massa le reclamó por carta a Martín Guzmán que actualice el piso del Impuesto a las Ganancias para aliviar a los trabajadores y el ministro de Economía, dos horas después, dijo que sí lo hará. Antes le habían marcado la cancha varios diputados, entre ellos Máximo Kirchner, con un proyecto para adelantar el aumento del Salario Mínimo, Vital y Móvil. El funcionario también cedió ante las presiones. Dicho sea de paso, el tucumano Carlos Cisneros, uno de los diputados que firmó esa iniciativa, ya decidió dar un portazo al bloque del Frente de Todos que conduce el kirchnerista y rossista Germán Martínez. La semana próxima conformará una bancada unipersonal, llamada Lealtad Peronista.

Con ese aturdimiento generalizado, es lógico que Manzur desatienda los quehaceres domésticos y que Jaldo gane ímpetu para ir copando espacios. En el Ministerio de Desarrollo Social todos hablan de la designación del ex concejal bandeño Fabián Cabezas como director de la Unidad Ejecutora de Programas y Proyectos Sociales. ¿Responde a Lorena Málaga o al influyente ex ministro Gabriel Yedlin? Para nada, es una imposición del jaldismo vía Darío Monteros y la ex diputada Gladys Medina. Claro, más allá de esas pequeñas conquistas, el actual gobernador se topa con las limitaciones propias de su interinato: aunque arremetió contra Málaga tras el escándalo de los chips anticonceptivos a niñas y presuntos abusos en el Instituto Goretti, hasta el momento no hubo consecuencias. Ya se cumplieron tres semanas desde que debía finalizar la anunciada auditoría en ese ministerio y los resultados aún se desconocen.

No tensar demasiado la relación es parte de ese proceso de vaciar la valija de dudas y llenarla de ilusiones con tal de viajar hacia 2023.

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