Los unidos se ríen de los juntados

PARTIDO JUSTICIALISTA. La sede en Tucumán está situada en Virgen de la Merced 157. Foto de Archivo PARTIDO JUSTICIALISTA. La sede en Tucumán está situada en Virgen de la Merced 157. Foto de Archivo

Unos se asustan, tiemblan y se ponen nerviosos ante la mínima posibilidad de perder el poder, esos son los compañeros. Otros, en cambio, ante la alternativa cercana de ser gobierno en 2023 no saben cómo administrar los egos, cómo organizarse para convertirse en polo de poder, cómo diseñar una estrategia política que los agrupe y superar las diferencias personales, y cómo atenuar la grieta que comienza a acrecentarse internamente; esos son los muchachos de Juntos por el Cambio. Para ambos lados, oficialismo y oposición, la realidad se les presenta con el mismo desafío: juntos pueden festejar, separados seguro chocan.

La opción es igualmente válida para ambos grupos. Sin embargo, los primeros son más experimentados en eso de juntarse hasta tapándose las narices y encolumnarse tras un proyecto común para no perder el poder conseguido. Todos unidos triunfaremos, dice la canción del PJ, y parece que quieren volver a cantarla a coro debido al miedo que les provocó la última elección nacional, donde la oposición, unida, se les puso a tiro, a tan sólo 20.000 votos. Aunque hay otra razón de peso; si todo estalla -como se dice en el peronismo aludiendo a la gestión nacional- van a tener que salvarse solos en Tucumán, y eso únicamente lo pueden hacer unidos.

La promovida fórmula Jaldo-Manzur va en la línea de aglutinar a los justicialistas tras una propuesta electoral que reúna a jaldistas y a manzuristas y que atenúe las desconfianzas. Es pregonada con llamativa insistencia por varios referentes del oficialismo, asentada en intereses partidarios más que en interpretaciones jurídicas sobre si constitucionalmente Manzur puede o no ser el número dos. Eso constituye un “detalle” a resolver más adelante, hoy es más importante el mensaje.

No se trata de una fórmula fundada en la aprobación explícita de sus integrantes, su promoción  apunta a potenciar una proclama hacia los funcionarios, dirigentes, militantes y simpatizantes del PJ y del oficialismo: entender que la unidad -reflejada en los dos apellidos del binomio- es el único camino posible para retener la Casa de Gobierno. El poder lo es todo, la unidad es la vía.

Más de uno captó el objetivo estratégico que trasunta la propuesta y han salido a enunciar la candidatura de Jaldo a gobernador, inclusive hasta aquellos manzuristas que supieron enfrentar en la primarias abiertas al vicegobernador, hoy en ejercicio del Poder Ejecutivo. Que luego eso se plasme en la boleta final del Frente de Todos será otro cantar.

Por ahora levantan un altar a la unidad. En ese marco lo mismo vale que Manzur vaya como vice, o que vaya un elegido por el Jefe de Gabinete, o alguien surgido de una eventual interna entre los propios manzuristas, o bien un manzurista designado por el propio tranqueño. Jaldo, en este punto, preferiría -según se dice- a la ex ministra de Salud y actual diputada nacional Rossana Chahla, por quien profesa un gran respeto, como lo demostró en numerosas ocasiones, incluso durante el enfrentamiento por el liderazgo del PJ en 2021.

Lo que para el oficialismo es una clara necesidad -unidad en la acción-, los opositores no parecen advertirlo, ya que prefieren establecer el derecho de admisión para presentarse como una genuina opción de poder. No está mal tener una misma visión estratégica, confluir en pensamientos políticos comunes o privilegiar las coincidencias ideológicas a la hora de constituir una oferta electoral; lo que sí constituye un error, y hasta grave, es no prestarle atención a los movimientos del adversario político -el “enemigo”, como prefieren algunos-, en este caso de los peronistas que gobiernan.

A los compañeros los une el espanto,  el temor a la derrota. La oposición, en cambio, no muestra vocación de poder y no acuerda cómo armarse para asegurar la victoria. La historia comicial de la provincia revela que una oposición dividida siempre es funcional a las pretensiones del PJ. Juntos, los de Juntos, estuvieron a pocos miles de votos de ganar la elección general. No se trata de ser impolutos ni castos, porque en política nadie lo es, sino de ser pragmáticos, como lo demuestran los que vienen gobernando la provincia desde 1983, con un solo periodo de gestión de otro color político en el medio (1995-1999).

En el PJ, por lo menos en Tucumán, siempre terminan uniéndose por un propósito superior; lo de la fórmula Jaldo-Manzur va en esa dirección. Que sea posible esa propuesta electoral será para otro análisis. Cabe resaltar que para un abanico opositor tan variopinto desde lo ideológico, lo político y desde las relaciones personales es mucho más difícil que para los peronistas del Gobierno constituirse en una opción de poder, o de fortalecerse en las divergencias elevándose por sobre las propias grietas internas.

En ese contexto, al oficialismo debió sonarle como música en los oídos el rechazo de Elisa Carrió a Alfaro o bien el conocer los pormenores de un encuentro accidentado entre los principales dirigentes que integran -por lo menos hasta ahora, en adelante quién sabe- Juntos por el Cambio.

En este panorama de fractura y con clima de discordia interna, ni falta haría que el oficialismo se preocupe en esforzarse por intentar dividir a la oposición con manzanas para seguir reinando, ya que sus adversarios se pelean entre sí, debilitándose como alternativa de poder. El Gobierno no tiene necesidad de alentar la división -por ahora-, sólo debe preocuparse por restañar las heridas internas y por confluir en una única fórmula oficialista.

De cualquier forma, por las dudas, el oficialismo no se queda quieto, echa un poco de leña en esa hoguera de vanidades opositora, por ejemplo, cuando ataca al intendente capitalino; desde Jaldo para abajo. Lo eligen como el enemigo. Le suben el precio a Alfaro, lo potencian al ponerlo en un pie de igualdad al posible candidato del Gobierno: el vicegobernador que es gobernador.

No es inocente, menos ingenua la provocación, como tampoco lo es de parte de Alfaro el subirse al tren de la disputa con el oficialismo. Sabe de la importancia de instalarse en la sociedad como el único adversario contra del Gobierno, porque cuanto más se concentre en esa acción, más se acrecientan sus posibilidades electorales en el espacio opositor. Es un juego de retroalimentación entre adversarios, donde cada uno participa de la partida consciente de que lo hace, privilegiando un interés particular, propio. Hoy se necesitan y se potencian mutuamente, uno para dividir a la oposición al fortalecer a uno de los contrincantes y el otro para emerger entre sus socios de ruta como el candidato más fuerte en contra del oficialismo.

El tiempo y los resultados dirán si la estrategia no ha sido equivocada, lo cierto es que es inevitable que suceda; tal cual un manual de acción política con fines electorales.

Lo conoce Jaldo, pues no se entendería que un gobernador se meta en un pleito verbal con un intendente, por más que sea el capitalino; eso, en política, es un error que no se puede cometer: existen códigos, planos y jerarquías a respetar para enredarse en disputas verbales. A no ser, claro, que sea algo intencional y premeditado para elevar las acciones del adversario elegido como tal; que es lo que parece que viene ocurriendo del lado del oficialismo. Negocio político, y por ambos lados.

Ya verá Alfaro cómo le saca provecho a su diferenciación. Por ahora, los ataques verbales entre ambos sectores vienen por el único lado que podría encararse la disputa: por cuestionarse las gestiones. Es la excusa para mantenerse en la cresta de la ola, por lo menos para el jefe municipal, mientras el resto de la oposición se enfrasca en peleas intestinas y no parece que vaya a encontrar el modo de desentrañar cómo resolver sus diferencias.

El oficialismo persigue un fin claro: dividir la oferta electoral opositora mientras se une tras una única fórmula gubernamental. Es elemental. Sin embargo, sorprende que vuelva a usar la fórmula pues es tan básica que sólo puede ser puesta en práctica sostenida en la apuesta del oficialismo de que la oposición se partirá; o bien reiterada ante la ingenuidad de los opositores para no percatarse de lo que tienen que hacer para imponerse al Frente de Todos el año que viene.

En el PJ visualizan dos posibles fórmulas opositoras fuertes -y apuestan a que suceda-, necesarias para dividir el voto antioficialista o antiperonista y que garanticen el triunfo a un oficialismo unido: una encabezada por Alfaro -ya sea en sociedad con FR, con radicales disidentes o con otros partidos políticos- y otra compuesta por dirigentes de la UCR, de CREO y otros aliados. Reinar en la división ajena.

Ya dio un primer paso en esa línea al obstaculizar y poner trabas a la unidad opositora al anunciar que anticipará los comicios provinciales a junio, porque no lo hace tanto para separarse de la incidencia negativa de la gestión nacional como para acortar el tiempo de posibles acuerdos entre los opositores. Por lo visto, y frente a las discrepancias internas en Juntos por el Cambio, no parece una iniciativa equivocada. Sonríen, por el momento.

Nada hace presuponer, hasta ahora, que la oposición vaya a superar sus divergencias internas; por el contrario, cuanto más se juntan, más se separan. ¿Estrategia para distraer y sorprender luego al Gobierno con una fórmula opositora consensuada? Veremos. En estas instancias, los movimientos de la dirigencia opositora son erráticos y llevan tranquilidad a un oficialismo que también pugna por dejar atrás sus propias diferencias; y que en el aspecto público proclama mensajes de unidad para llevar tranquilidad a una tropa que el año pasado se había dividido y agarrado casi a las trompadas.

En la oposición nada indica que vayan a constituir finalmente un amplio polo de poder alternativo o convertirse en una opción electoral única que permita aglutinar a todo el voto antioficialista para disminuir la brecha de 20.000 sufragios de 2021. Distintas internas; los que estaban divididos quieren unirse, y los que están en Juntos pugnan por fracturarse. Hoy, los unidos se ríen de los juntados.

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