Maritchu Seitún: el “no” también fortalece al niño

Una entretenida charla virtual para los suscriptores de nuestro diario brindó la psicóloga sobre cómo criar a los hijos para evitar la violencia. Fue entrevistada por las periodistas Paula Barbarán y Carolina Servetto

La falta de respeto y la desconsideración: la violencia y el ámbito de crianza

Un chico que es criado en la empatía, en el respeto en el amor, que es tenido en cuenta, que se ha escuchado, probablemente no llegue a la violencia porque muy a menudo la violencia tiene que ver con el ámbito en el que yo me crié y por eso es que es tan complicado, porque no se trata solo de evitar la violencia en la adultez, tenemos que acompañar a esa persona que es violenta la adultez y es que a su vez tiene hijos y que ya tenemos un montón de caminos neuronales armados en función de esa forma de vincularse, entonces hay que trabajar con los más chiquititos para que ese camino se arme distinto. Pero también hay que seguir trabajando con esos chicos, que ya tienen en el camino armado de la falta del respeto, la desconsideración, porque la violencia no empieza en la violencia de que te pego un tiro, empieza con la violencia chiquita: la descalificación, el bullying, el ciberacoso, o sea, hay un montón de pequeñas violencias que van sumando para llegar a esa gran violencia, que nos preocupa tanto.

La autoridad y el autoritarismo: la firmeza pero también la empatía

Habría que distinguir la autoridad del autoritarismo. Nuestros padres nos criaron con autoritarismo, las cosas eran como decían ellos como les parecía: “si te gusta bien y si no también”. Hoy, hablamos de la buena autoridad que es firme pero es empática. Es una autoridad respetuosa que lleva a que los chicos también tengan trato respetuoso. Cuando hemos padecido a estos vínculos no respetuosos desde chicos, corremos peligro de repetirlos, porque los chicos -como decía Freud- repetimos para no recordar, como no me quiero acordar, la manera que tengo de sacarme de encima lo que yo sufrí. es hacer lo que me hicieron o la otra manera es: me dejo maltratar porque para mí los vínculos son esto, alguien que me pone la pata encima, yo me acostumbré a que me pongan la pata encima y me dejo poner la pata encima. Podemos tener cualquiera de las dos soluciones y ninguna de las dos es la mejor. La mejor sería que el respeto y la consideración se aprendan en casa. Mi novio me empuja y no, yo en mi casa eso no aprendí, los vínculos no son para empujar. Si vos me empujaste, es que no me quieres bien y me aparto de vos. Ojo, no estoy diciendo que las personas que sufren la violencia sean culpables de lo que sufrieron, pero sí es verdad que si nosotros criamos hijos para que aprendan a respetar, también van a saber apartarse de las personas que no respetan.

Los chicos imitan a sus mayores: cuando un adolescente se enoja

En un 80% o un 90% los chicos hacen es lo que nos ven hacer a nosotros y solo el 10 o el 20 hacen lo que decimos. No es solamente educarlos a ellos en el respeto, si no cómo nos manejamos nosotros con nuestras relaciones. A lo mejor respeto a mi hijo varón, pero no a mi hija mujer, o sea, hay un montón de cosas que ellos están viendo de la forma en que tratamos a otras personas que también van siendo modelo. Miren qué interesante cuando un adolescente pega un portazo, porque se enojó con la mamá, que le dijo que no podía invitar amigos el viernes a la casa porque venía la abuela a tomar el té y la abuela está grande y no queremos que se enferme, así que no, el viernes no puedes invitar a nadie, el chico se levanta de la mesa rabioso, tira la silla, se va al cuarto. Ah, pega portazo. Qué distinto es que la mamá le diga: “loco, sacado, desquiciado, en esta casa nadie revolea sillas, ni tira puertas abajo, quién te creés sos: castigado por tres meses”, que la mamá se acerque al cuarto y le diga: “cómo te enojaste. Sí, una recontra desilusión, vos estabas súper entusiasmado en invitar a tus amigos, me doy cuenta que te dolió un montón, pero en esta casa portazos no pegamos y el próximo portazo que pegues vas a pagar tal consecuencia (chiquita cumplible)” Entonces lo estoy educando, le estoy enseñando lo que tiene que hacer, pero no estoy abusando de él porque pasa otra cosa, los chicos son nuestros rehenes. Las relaciones son asimétricas. Nosotros estamos acá arriba, ellos están abajo. Entonces nosotros también tenemos que aprender a respetar desde este lugar. Es muy fácil desde el lugar del poder faltarle el respeto a los chicos, pero es muy importante, que esa mamá sin enojarse, sin ofenderse, sin sentirse lastimada, le diga: “No, acá portazo, no, acá, revolear una silla así o no, enojate, pero buscá de otra manera de enojarte que no sea esa”. Y eso también es enseñar para la no violencia.

El movimiento permisivo: el buen uso de la autoridad

El movimiento permisivo nos hizo muy flaco favor a los padres con esto de su majestad, el niño, que haga lo que quiera, que eso los va a hacer fuertes y poderosos. Los chicos se fortalecen con el no también. El primer organizador para el niño es el “no”, los chicos dicen que no antes que sí, y de alguna manera les permite organizarse en el mundo y saber quiénes son. Es importante que los papás entendamos el valor -estas abuelas permisivas también- del no, porque qué va a pasar si un chico se queda en la casa de la abuela, ¿todo vale? Mira la televisión toda la tarde, juega a la Play Station, no va a querer volver a su casa y esto los mete en un problema gigantesco a los papás y a los mismos abuelos, porque los abuelos tampoco pueden quedarse a vivir con sus nietos y entonces ahí donde se arma el lío. Sabemos que no se puede jugar Play Station toda la tarde, que la tarea hay que hacerla, que a la noche, hay que bañarse y lavarse los dientes. El adulto, desde este lugar hace buen uso de su autoridad en beneficio del hijo, no para molestarlo.

Se murió el canario: los pataleos por cualquier cosa

Con el movimiento permisivo justo lo contrario (al anterior modelo): los papás comprenden todo pero comprenden tanto que les cuesta poner límites. Entonces los chicos tienen la autoestima alta, se creen todopoderosos, pero no toleran un no y se tiran al piso y empiezan a patalear por cualquier cosa porque no están acostumbrados ni a esperar ni a frustrarse ni a esforzarse, ni siquiera a sufrir. Una vez dando una charla, dije: “si se murió el canario, se murió el canario, enterremos el canario”. Y un papá de la primera fila, me dijo: “no sabes la plata que me estás ahorrando, ya voy por el sexto canario”. Porque para que los chicos no sufrieran, compraba otro. A los chicos les enseña un montón sobre extrañar, sobre el dolor, sobre la muerte sobre sufrir.

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