Puntajes, avivadas y un Dakar bien tucumano

Puntajes, avivadas y un Dakar bien tucumano

Es una experiencia notable: hay lugares en los que las rotondas funcionan como corresponde. Es decir, la prioridad la poseen aquellos que están circulando por dentro de estos ordenadores de tránsito y no los que pretenden ingresar. A su vez, hay sitios en los que se espera a que el semáforo dé el verde para avanzar y no por eso se recibe una tormenta de bocinas impacientes. Nadie corre carreras contra la luz roja; cuando se enciende el amarillo, se disminuye la velocidad y se frena. Punto. A esperar el turno de paso. En aquellas latitudes es raro que a uno lo insulten en un cruce de calles, porque se valora la prioridad del que viene por la derecha. Y en las autopistas y en las avenidas se respetan los carriles: el de la izquierda es para los que quieren ir más rápido y el otro, para los que no están tan apurados; en todo caso, basta un rápido juego de luces para advertir al distraído que nos antecede que, si quiere ir más despacio, puede hacerlo simplemente tirándose hacia la derecha. Aunque parezca llamativo, lugares como esos existen. Para conocerlos y vivir las experiencias amigables de manejo descriptas más arriba hace falta un solo requisito: salir de los límites de Tucumán.

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Ayer comenzó a regir en todo el país el sistema de scoring, también conocido como “carnet por puntos” ¿Qué significa? Que el conductor recibirá un puntaje y que cada vez que se lo descubra cometiendo una infracción perderá determinada cantidad de puntos. Si llega a 0 será inhabilitado para manejar. Vale aclarar que por ahora es apenas una formalidad administrativa. Para que a algún tucumano le quiten puntos por pasar el semáforo en rojo (por ejemplo) hace falta que la Provincia se adhiera a la norma mediante una ley. Y, a su vez, que cada municipio lo haga con su respectiva ordenanza. Es decir, falta aún mucha burocracia por delante.

Como si esto fuera poco, por estas tierras todavía hay municipalidades que no emiten la Licencia Nacional de Conducir sino que entregan sus propios plásticos sin las normas de seguridad que establecen las disposiciones actuales. Se trata de Graneros, La Cocha, Tafí del Valle, Burruyacu y Simoca, según detalla el sitio oficial argentina.gob.ar. Algunos dirán que es por desidia, ya que el carnet nacional se emite desde hace más de una década, pero los mal pensados argumentarán que es por voracidad recaudatoria.

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Como ocurre con todo lo nuevo, algo siempre puede fallar. Y si se aplica en Tucumán, la experiencia enseña que esas posibilidades se multiplican. Uno de los distritos argentinos en el que el scoring rige desde hace tiempo es la Ciudad de Buenos Aires. Para evitar futuros dolores de cabeza, quizás sea un buen momento de revisar los obstáculos con los que se encontraron los funcionarios porteños al momento de implementarlo.

Entre otros problemas se toparon con el hecho de que gran parte de los infractores que habían sido detectados en las calles de la ciudad provenían de distritos en los cuales no regía el mismo sistema ¿El resultado? En una enorme cantidad de casos fue imposible aplicar la quita de puntos.

Ahí encontramos un vínculo fuerte con nuestra provincia ¿se puede poner en marcha un proceso de este tipo cuando todavía hay municipios que atrasan más de una década y que ni siquiera entregan la licencia nacional, requisito indispensable para que el scoring opere? ¿Está definido el modo en el que se identificará al infractor? ¿Sólo por la patente del auto? ¿O será necesario que un inspector lo detenga y corrobore sus datos? Si no logran individualizar al que maneja ¿a quién le quitarán los puntos? ¿Al titular del auto? ¿Y si el que iba al volante al momento de la falta era otra persona? ¿Cómo se evitarán las arbitrariedades que tanto daño le hacen a la confianza que deposita el ciudadano en las autoridades y en los procesos que estos implementan?

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Sin bien las transgresiones y la falta de respeto por las normas constituyen una parte importante en el atroz tránsito tucumano, no son las únicas causas ¿Quién no posee algún amigo, familiar o conocido que no vive en Tucumán, pero que le recita cada tanto el rosario de calamidades que padece en calles y en rutas cada vez que le toca transitar la provincia?

La lista es extensa: caminos nacionales y provinciales con poca o nula señalización, rutas con pavimento deteriorado (a pesar del peligro que implica comerse un pozo a 120 km/h), un déficit importante de autopistas respecto de lo que ocurre en otras provincias de la región -sin ir más lejos-, accesos a la ciudad que invitan a seguir de largo, animales sueltos, poca iluminación, bacheos que no resisten ni una lluvia, la falta de políticas que le quiten incentivos a la llegada de vehículos particulares a las zonas céntricas, servicios de transporte público de pésima calidad (del que huye todo aquel que puede), una cultura de la extorsión que invita a cortar calles y avenidas para manifestar cualquier descontento y frente a la cual las autoridades se muestran indiferentes, la hiper centralización de actividades que genera colapsos diarios…

La enumeración puede continuar. Quizás no vale la pena. O sí. Lo importante es advertir que por detrás de cada uno de estos problemas hay alguna o varias fallas cometidas por aquellos a los que con nuestros impuestos les pagamos sueldos para que administren el Estado. Y esas malas praxis, incapacidades y/o irresponsabilidades cuestan vidas.

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Tucumán da para todo. Inclusive, para encontrar un solo lugar con capacidad para concentrar el listado completo de calamidades enumerado más arriba. Se trata del Camino del Perú en toda su extensión, pero principalmente en el tramo que va desde la Sociedad Rural y la iglesia de San José hasta la Cartujana, en el apéndice que conduce a Lomas de Tafí bordeando el barrio Congreso y en el trayecto que recorre Villa Carmela. A tal punto que sus vecinos lo describen como una especie de Rally Dakar vernáculo. Vale destacar la iniciativa de los tres municipios que se comunican por esta ruta devenida en pandemónium, Yerba Buena, Tafí Viejo y capital. Sus autoridades decidieron sentarse a pensar y a discutir alternativas para mejorar la calidad de vida de sus habitantes y transeúntes. No es la primera vez que lo hacen; en 2016 ya se había elaborado una propuesta que no prosperó.

En Casa de Gobierno argumentan que, en este caso, uno de los escollos es la falta de proyectos debidamente desarrollados que permitan acceder a la financiación que implican las obras de gran magnitud (¿alguien duda de que en este lugar hay que ver el modo de transformar esa calzada angosta en al menos una autovía urbana de cuatro carriles?). En algunos despachos oficiales circula la idea de construir una gran circunvalación por el oeste que incluya al Camino del Perú. Pero, por ahora, es solo una idea. Y con eso no alcanza.

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