Manzur, el gran elector…, de sí mismo

Si en un documento político se propone, por ejemplo: propiciar un amplio consenso para obtener la sanción del presupuesto, garantizar la continuidad de los programas de obras públicas, promover la producción de alimentos de buena calidad y precios accesibles, fortalecer una red federal de laboratorios públicos y transformar los planes sociales en empleos genuinos; bien se puede pensar que se trata de una plataforma electoral o de meras promesas del inicio de una gestión. Sin embargo, se trata de una enumeración de necesidades coyunturales para salvarse de la posible debacle en los comicios del año próximo.

Es lo que básicamente plantearon los gobernadores del Frente de Todos al poder central porque ven que la crisis, y la ausencia de soluciones efectivas al drama económico y social, es un tobogán directo a la derrota en las urnas. Parece un mensaje dirigido a Alberto Fernández, pero el destinatario real es, en el fondo, Sergio Massa; la tabla de salvación a la que recurrió el peronismo moderado, o de la derecha del movimiento. El más afín al círculo rojo.

Más que una solicitud, aquellos puntos de la liga de gobernadores implican un ruego al “presidenciable” del oficialismo, si es que la apuesta de riesgo que hizo el tigrense le sale bien. Los mandatarios temen por su suerte en sus territorios y necesitan de un mínimo de bienestar o calma social para salvarse individualmente; aunque exijan, están resignadamente atados a lo que pueda hacer el ministro de Economía, como un posible remedo del Cavallo de Menem o del Lavagna de Duhalde y de Kirchner; aunque con más volumen político.

La oposición, en cambio, necesita el fracaso de Massa y la continuidad de una administración a los tumbos, porque cuanto peor ellos, mejor para nosotros; la fórmula básica y agrietadora de toda la dirigencia política argentina. No por nada a alguno de Juntos por el Cambio se le escapó el pedirle a Massa que renuncie ahora a ser candidato presidencial: ¿acaso temen a que acierte con la botonera y se convierta en un rival de fuste? Después le dicen “ventajita” al tigrense.

En ese marco, los gobernadores peronistas salieron a pedir por todos, pero pensando en el traje propio, en defender sus intereses territoriales, o sus quintitas, según dirían algunos.

Y la dupla Manzur-Jaldo, ¿cómo juega en ese tablero? Por el momento juegan juntos, y más unidos que los propios de Juntos que están a un paso de convertirse en un cabaret; algo peligroso a menos de un año de las primarias.

Cada vez que un dirigente de primer nivel del PJ tucumano menciona a Jaldo como el candidato natural para la gobernación en 2023 abre puertas a las especulaciones: que se intuye que eso ya está acordado entre el uno y el dos y se acomoda en esa línea, o bien que maneja información de primera fuente y en consecuencia van preparando el clima y avisando cómo llegará parado el oficialismo a los comicios del año entrante.

Cualquiera de las alternativas obliga a detenerse más en la situación del jefe de Gabinete antes que en la del vicegobernador en ejercicio del Poder Ejecutivo. En el caso del tranqueño ambos caminos lo ubican encabezando la boleta provincial del Frente de Todos, por lo que es razonable que manifieste cierta tranquilidad respecto de lo que avizora. Si este es el caso, debería estar más preocupado por la gestión; y en ese plano es que se suma al coro de mandatarios peronistas en sus planteos a Massa, aunque a diferencia de sus pares, la presencia de Manzur en el gabinete nacional le permite disfrutar de una posición más beneficiosa.

Jaldo en su puesto constitucionalmente transitorio se esfuerza para que su gestión sea la mejor posible porque, como ya lo venimos remarcando, en caso de ser finalmente el candidato a gobernador del PJ va a plebiscitar más que nada su tarea interina de dos años -si es que llega en esa condición a junio próximo-; algo inédito en el escenario político tucumano. Debe ser así, porque si accedió a ese puesto justo después de la interna sangrienta del PJ, donde cuestionó la tarea de Manzur en el Ejecutivo, lo menos que podía -y debe- hacer es demostrar que se puede mejorar la tarea gubernamental manzurista y diferenciarse, y ser consecuente con lo que criticó y propuso. Ser diferente, pero sin enemistarse con el médico sanitarista.

Por el momento parece que la antigua sociedad estableció nuevas pautas de convivencia. La frase Jaldo es el candidato natural se enmarcaría en esa nueva realidad, aunque haya dirigentes, como el intendente de Tafí Viejo, Javier Noguera, que desconocen al tranqueño como el sucesor natural de Manzur y promueven candidaturas alternativas. Si Manzur lo alienta o no, en algún momento se sabrá; en el jaldismo no creen que detrás esté la mano del jefe de Gabinete, más bien estiman que los gestos y las palabras van por el lado de consolidar a la dupla para enfrentar con mayor peso político a la oposición. No es lo mismo que el PJ vaya a una elección unido que fracturado. Esta consideración, más matemática que política, debe sobrevolar las charlas de Manzur y de Jaldo; al tiempo que observan de reojo el movimiento de los opositores tucumanos y que, cuando pueden, provocan indirectamente disputas verbales entre radicales y alfaristas.

Básicamente, para una victoria, Manzur y Jaldo se necesitan; el tranqueño ya tiene la “candidatura natural”; es Manzur el que tiene que resolver qué hacer, o sea qué mira en el horizonte para su carrera política. Allí se le presentan varias posibilidades.

Una de ellas es acompañar a Jaldo como candidato a vicegobernador, para lo cual deberá hacer un planteo ante la Justicia para conseguir la certeza de que puede presentarse para ese cargo, ya que en la Constitución provincial hay un vacío en cuanto a precisiones sobre esa alternativa.

Esta situación está condicionada al cronograma electoral provincial. Si finalmente la elección tucumana se adelanta a junio, Manzur deberá tener a mas tardar en abril la resolución judicial que lo habilite a ser el segundo en la lista del Frente de Todos, porque en mayo deberían estar oficializadas las listas de postulantes. Le quedan algunos meses aún para decidirse por este camino.

La otra posibilidad es convertirse en senador el 10 de diciembre de 2023 en reemplazo del actual congresista por Tucumán Pablo Yedlin. Es que Manzur fue candidato suplente en la nómina de senadores en 2021, por lo que en caso de renuncia de Yedlin es el reemplazante natural hasta 2027. Para que eso ocurra, por más que Yedlin sea un desinteresado gran amigo de Manzur o un dirigente político leal a su conductor, el jefe de Gabinete debe concederle otro puesto político que lo seduzca o lo convenza para dejar la banca en la Cámara Alta. Eso puede ser: una candidatura en primer término en la lista de legisladores oficialistas para que luego pase a desempeñarse como presidente subrogante de la Cámara. O bien postularlo a intendente de San Miguel de Tucumán por el Frente de Todos, puesto que disputó con Germán Alfaro en 2015.

En ambos casos, en uno más que en el otro, Manzur debería ponerse de acuerdo con Jaldo, porque todo debería ir incluido en un gran combo político.

Una tercera posibilidad es apostar a mantenerse en el escenario nacional y explotar políticamente su puesto en el Gabinete, donde ahora está a la sombra de Massa, y atado también a la suerte del ex presidente de la Cámara de Diputados. Una eventual debacle del Gobierno nacional los arrastrará a todos. Especular sobre esa instancia negativa determinaría a que Manzur mire de nuevo hacia la provincia para acomodarse mejor de cara al tiempo electoral de 2023.

En fin, el gobernador de licencia puede barajar varias cartas, puede elegir de entre varias alternativas; sin embargo, hoy por hoy parece ser el gran elector, pero sólo de sí mismo.

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