Señora de ojos vendados que estás en los Tribunales, ¡mira!

Señora de ojos vendados que estás en los Tribunales, ¡mira!

Señora de ojos vendados

Con la espada y la balanza

A los justos humillados

No les robes la esperanza

Dales la razón y llora

Porque ya es hora

María Elena Walsh

Fernando Sabag Montiel es culpable. El martillo en su contra ya se bajó, como en las películas estadounidenses, y su responsabilidad en el intento de homicidio ya fue más que probada. Cristina Kirchner también es culpable. Y la condena es un hecho. Después de haber escuchado al fiscal Diego Luciani no hacen falta más pasos procesales. La sentencia ya está escrita. Mauricio Macri también está condenado. Su procesamiento es muestra cabal de su culpabilidad, y por ende sólo se debe determinar qué tiempo pasará tras las rejas. No importa que el ataque contra la vicepresidenta se haya cometido hace cinco días. O que la misma Cristina Kirchner esté siendo investigada en una causa desde hace 12 años. O que el propio ex presidente haya sido denunciado hace casi 36 meses. En un país de enormes juristas como Juan Bautista Alberdi hoy en Argentina las sentencias las firma la opinión pública. Nos hemos convertido en investigadores, fiscales, defensores y jueces. Y si tuviéramos la oportunidad, también seríamos verdugos. El pueblo cree haber tomado el rol que les corresponde a los jueces y el sistema judicial está siempre bajo la lupa en un país dividido por un abismo en el que la judicatura también es parte de la grieta.

El 22 de agosto el fiscal Luciani terminó su alegato en la causa “Vialidad” luego de haber expuesto minuciosamente las pruebas que se habían colectado a lo largo de más de una década de investigación. A partir de ese momento, para una enorme cantidad de argentinos la sentencia estaba dictada. Cristina Kirchner debía ser condenada. No importaba que, por ejemplo, la defensa aún no hubiera dicho palabra. Ni que los jueces no solo no hubieran comunicado el fallo sino que ni siquiera se habían sentado a analizar los pedidos. Por supuesto que para otra enorme cantidad de gente, el juicio es sólo un montaje destinado a sacar del camino a la máxima líder del peronismo antes de una probable candidatura en 2023. De una manera o de otra, como sucede desde hace años, la Justicia está bajo sospecha y con denuncias por connivencias, de un lado y del otro. Hablar de independencia judicial pareciera una quimera. Pero, ¿quién es responsable de esto?

No hay presidente de la Corte Suprema que asuma y que no admita que se debe recuperar la credibilidad. Parece ser el punto flaco de las gestiones. Si desde la misma cabeza de uno de los tres poderes del Estado se tiene esa sensación es por que, justamente, no se cree en ella.

¿Qué pasa cuando la Justicia debe investigar causas relacionadas con el poder político? No hay condenas, o si las hay el tiempo de investigación se torna interminable. Que lo diga quien es uno de los que más saben al respecto en Tucumán: Alberto Lebbos hace 16 años que reclama justicia, y si no fuera por su convicción seguramente no se habrían realizado ya tres juicios, con condenas contra ex funcionarios y hasta un ex fiscal inclusive. Pero Lebbos sigue sin tener la única respuesta que busca: ¿quién mató a su hija? Con la sombra de los hijos del poder en el medio, la pregunta y la falta de respuestas no hacen más que agrandar las sospechas.

El intento de magnicidio ocurrido el jueves de la semana pasada es uno de los hechos más impactantes sucedidos en este siglo. Pero, al igual que en juicio contra Cristina, hay quienes lo consideran un ataque liso y llano contra la democracia, y, en la vereda de el frente, quienes afirman que todo se trató de una puesta en escena para ayudar a la vicepresidenta a mejorar su imagen. A este nivel de enfrentamiento nos llevó la grieta en Argentina. ¿Cómo respondió la Justicia en una de las causas más importantes de los últimos años? En una de sus primeras medidas secuestró el celular del imputado, objeto fundamental en cualquier causa judicial. Y a las 24 horas, el aparato apareció formateado de fábrica. No importó, tal como se dijo, que se hubiera determinado una cadena de resguardo. El aparato fue manipulado en las entrañas de la Justicia. Una vergüenza. Ahora deberán mandarlo a Estados Unidos para ver si se puede recuperar algo de la información que allí había. ¿Esta es la Justicia que necesitamos?

Hace unos años, el ex presidente y actual vocal de la Corte, Ricardo Lorenzetti, fue consultado sobre la independencia del Poder Judicial. “Este es un tema muy complejo porque la relación entre los poderes judiciales y el Ejecutivo abarca todo el país, ahí hay de todo, nosotros lo que queremos es fortalecer el Poder Judicial y lo más importante es que el ciudadano entienda que necesita un Poder Judicial fuerte porque cuando el Poder Judicial es débil también es débil el ciudadano en sus derechos”. Y opinó además que “que el principal litigante, el que ocupa más a la Justicia, son los otros poderes del Estado”.

Mientras hoy oficialismo y oposición compiten por ver quién acusa a más jueces como parte de un “partido judicial”, la opinión pública se ve libre de hacer sentencias sin que tan siquiera hayan terminado los procesos. Para muestra, una frase de Magdalena Ruiz Guiñazú, maestra de periodistas y profundamente comprometida con los derechos humanos, quien falleció ayer: “La lentitud de la Justicia es un tema recurrente. Muere un fiscal como Nisman y todavía estamos investigando la mano ejecutora que hizo posible ese asesinato”. Y hoy, a más de siete años de ese bochornoso suceso, aún la Justicia no determina si se suicidó o lo mataron. Es como ir caminando y tratar de alcanzar un avión. La lentitud se torna exasperante. Y eso, se sabe, ya no es Justicia. Si así actúa hoy la señora de los ojos tapados, ¿no sería mejor que se sacara la venda para ver qué está pasando?

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