El clima único que rodea a los Superclásicos

El clima único que rodea a los Superclásicos
12 Septiembre 2022

Por Marcelo Androetto, especial para LG Deportiva.- “Las callecitas de La Boca tienen ese qué sé yo, ¿viste?”, se podría decir parangonando la letra del conocido tango “Balada para un loco”, de María Jimena Pereira. “Ese que se yo” se incrementa los días de partido, y ni hablar cuando La Bombonera alberga al clásico de los clásicos, casi una edición de colección, un derby que por muchas razones es único en el mundo.

Tres horas antes del inicio, el barrio trasuntaba la más pura energía de la antesala de un Boca-River. Las adyacencias del estadio lucían indundadas de azul y amarillo, y también envueltas de una tensa calma, la que siempre precede las grandes ocasiones. Fiesta de dinero para los “trapitos” (imposible estacionar sin pagar un “impuesto” -a retacear- de hasta $2.000, diez cuadras a la redonda) y también para los dueños de puestos de choripanes y afines.

Más allá de que es imposible que un hincha exprese un pronóstico que no sea victoria para su equipo -ni hablar ante su clásico rival-, el clima en torno a La Bombonera era otro en comparación a la previa del partido de apenas dos semanas antes frente a Atlético. Aquella victoria, seguida del triunfo en Santa Fe frente a Colón, ambos éxitos a caballo de la furiosa irrupción de Luca Langoni, dejaron en stand-by las críticas por los rendimientos previos del “Xeneize” y también el escepticismo sobre la capacidad de Hugo Ibarra como timonel de la embarcación bravía que es Boca.

La gente hizo caso a las recomendaciones de las autoridades y llegó temprano: a las 15, las populares estaban casi repletas. Y la primera reacción se produjo cuando un puñado de utileros de la visita salió a pegarle un primer vistazo al campo de juego. Por supuesto, los hits de la tarde estuvieron dedicados al momento cúlmen (por la negativa) del eterno oponente. “River, decime qué se siente, haber jugado el Nacional (…) esa mancha no se borra nunca más”.

En el “aplausómetro” hubo dos sorpresas: la “redención” que el público tributó a Darío Benedetto y la amorosa ovación prodigada a Langoni. Marcos Rojo también fue muy aplaudido, un escalón más arriba de Alan Varela.

Después, cuando la pelota comenzó a rodar, prontamente el fastidio se hizo presente, más allá del aliento sin condiciones que nace en la barra brava (la 12) y que encontró poco eco en el resto de las gradas. Es que el pobrísimo rendimiento del anfitrión (en realidad, de los 22 protagonistas), aplacó cualquier entusiasmo a lo largo del primer tiempo. En el complemento, la historia cambió, por gentileza de la cabeza de Benedetto. Finalmente, el Superclásico tuvo (para Boca) ese qué sé yo que sus hinchas esperaban, ¿viste?

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