Luis Moreno Ocampo: “El juicio consolidó la idea de que no podría haber más golpes de Estado”

El fiscal adjunto en el Juicio a las Juntas Militares dice que ese proceso no sólo permitió una discusión que parecía imposible para la época sino que fue una transformación social. Lo que hay de cierto y la ficción en la película

EL PAÍS ENFRENTÓ A SUS FANTASMAS. Moreno Ocampo habla del valor del juicio a las juntas. EL PAÍS ENFRENTÓ A SUS FANTASMAS. Moreno Ocampo habla del valor del juicio a las juntas.

“Fue mi primer juicio, como si te mandasen a debutar en Primera en la final del Mundial”, se ríe Luis Moreno Ocampo. A sus 70 años y con una trayectoria ejemplar en la defensa de los Derechos Humanos, asegura que fue este juicio el que lo puso en el camino de mirar a la cara a los más poderosos y creer que es posible caerles con todo el peso de la ley.

Moreno Ocampo tuvo un rol clave en la transición democrática de nuestro país. Lideró el equipo de investigación del fiscal Julio Strassera en el Juicio a las Juntas Militares en 1985, y el de Ramón Camps y la Policía de Buenos Aires en 1986. En 2003 fue elegido por 78 países como el primer Fiscal de la Corte Penal Internacional. Además, fue profesor visitante en las universidades de Stanford y Harvard. Hoy su lugar en la historia de nuestro país llega a los cines en “Argentina, 1985”, la película protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani, en el papel del entonces joven fiscal.

Desde su sillón en Malibú, California, Luis Moreno Ocampo nos cuenta qué recuerda de aquellos años y qué se esconde tras la ficción de Santiago Mitre.

- ¿Qué le pareció la película como protagonista de ese hecho histórico?

- A mí me parece superimportante que volvamos a discutir lo que pasó en 1985. Para que los más chicos sepan qué pasó. Y para que los más grandes se acuerden, de cómo la Argentina en un momento crítico pudo enfrentar sus fantasmas y discutirlo de una forma única. El juicio, como todo juicio, identificó la responsabilidad individual de algunos comandantes, y a otros los absolvió. Pero lo más importante que tuvo es que permitió una discusión imposible.

- Más de 500 horas de audiencia en vivo…

- Sí, fue tremendo. Tu generación no se da cuenta de la transformación que produjo. Había habido una censura inmensa. En la película se muestra a mi mamá y es cierto que ella estaba en mi contra. Mi mamá no me creía y yo le decía a Julio: “Tenemos que convencer a gente como mi mamá”. Pero ella se convenció enseguida cuando escuchó el primer testimonio de una víctima, el de Adriana Calvo de Laborde. Ese día me dijo una de las frases más lindas: “Yo todavía lo quiero a Videla pero vos tenés razón, tiene que ir preso”. Entonces el juicio permitió eso, la audiencia pública fue una transformación social.

- Hoy hay además un rechazo muy fuerte a cualquier intento de avasallamiento sobre la democracia…

- Transformó la memoria de los argentinos y consolidó la idea de que no tiene que haber más golpes de Estado.

- ¿Y en cuanto a la ficción y la realidad?, tengo la pregunta obligada, la que nos hacemos todos. ¿Qué hay de cierto y qué hay de ficción en ese detrás de escena de la construcción de la película?

- Básicamente es real. Strassera estaba solo, tenía dificultades para armar un equipo. Él me invitó a mí, nadie me impuso y yo le dije que no tenía experiencia. Él me permitió armar un equipo de jóvenes y hacer la investigación. Y después estuvo brillante en la Audiencia Nacional del juicio. Y además cumplió un rol fundamental en que la gente nos creyera. Hay una escena de la película donde hay muchas mesas y en cada mesa hay un testigo hablando. Eso pasaba ahí, teníamos ocho jóvenes y cada hora había un testigo nuevo. Por eso pudimos presentar tanta prueba, porque ellos, los testigos, venían a nosotros. También, los testigos que hablan durante el juicio en la película reproducen el texto de los verdaderos. El discurso de Darín es verdadero. La sentencia de la Justicia es verdadera; el episodio de los jueces en una pizzería discutiendo los últimos datos es verdadero. ¿Qué no es exacto? el personaje Norman Briski no existió, eso es un invento de Santiago. Esa historia de que la hija de Strassera salía con un espía no es cierta. La mujer de Julio se murió hace poco y estaba triste con eso. Yo pude ver el guión antes y se lo cuestioné a Santiago pero ahora entiendo, lo ponía para mostrar a un personaje que hacía cosas raras y que de pronto se convierte en un héroe. Otra cosa… la pelea mía con Julio en que yo le cuestiono su pasado no es cierta. Eso nunca pasó, a mí nunca me ha parecido que Julio haya hecho nada malo en su trayectoria anterior.

- Santiago Mitre y Mariano Llinás hicieron una investigación y lo contactaron a usted. ¿Cómo fue ese proceso? ¿Qué participación tuvo en la película?

- No, yo no tuve participación. A mí me entrevistaron hace unos cuatro años. Había dos grupos que estaban pensando en hacer una película. Estaba también un joven que hizo la película “Infancia Clandestina”. Él también me entrevistó. Y por otro lado estaba Santiago Mitre con Llinás. Yo después me desconecté. El año pasado me dijeron que sí se iba a hacer y ahí me mostraron el guión. Porque como estaba mi nombre (si bien ellos tienen derecho a mostrar cosas porque soy una figura pública), me muestran el guion. Ahí yo tuve unas pequeñas observaciones que ellos me dijeron que habían tomado un 95%. Yo no estaba seguro (se ríe); pero, bueno, tomaron casi todas.

- ¿Es verdad que tenía ese sentido del humor Julio? ¿Era una persona muy divertida?

- Era un personaje Julito. Bueno, le decían “El Loco”. Pero entrañable. Le gustaba mucho la ópera y esto no se nota tanto en la película. Su mujer también era entrañable; lástima que se murió hace pocos meses, no pudo verla. El hijo sí la pudo ver y estaba contento.

- En la película se ve que hicieron un recorrido por el interior, ¿hay alguna anécdota particular de Tucumán?

- A mí me impresionó muchísimo un obrero de la zafra que había sido torturado, un hombre típico del Norte argentino. Declaró: “Y yo le decía ‘señor corregidor no me pegue más’”. Y a mí eso me dejó pensando en que a este pobre hombre y a esta gente le venían pegando hace dos siglos. Eso nunca me voy a olvidar; no lo escuchabas en otras regiones. Fue peculiar de Tucumán.

- ¿Había miedo todavía en esa época? En la película se muestra este clima de persecución y de hostigamiento, de amenazas. ¿Hubo también eso un poco de eso?

- Sí, es raro... Pablo Díaz, por ejemplo, cuando le dijimos que tenía que declarar primero dijo “no puedo, porque nadie sabe lo que me pasó a mí”. Decía que si en Argentina contaba lo que le pasó lo consideraban un guerrillero. Al final decidió declarar y fue dramático. Es uno de los secuestrados de “La Noche Los Lápices”. Y en la película se ve cuando relata que la chica Falcon le dijo “mirá al cielo y brindá conmigo cada fin de año porque a mí me van a matar”. Cuando terminó todo el mundo se quedó mudo. Pablo era muy sensible, yo quedé muy conmovido con el testimonio. Salimos y él me abraza y me dice “hace nueve años que quería contar esto”. Fue un momento catártico el de poder contar todo, de poder decirlo. Por eso cuando Julio dijo su “Nunca Más” era una especie de volcán que salía, una energía increíble. Yo también sentía eso, cuando decía mi parte de la acusación y lo tenía a Videla a un metro y medio; era un privilegio estar ahí. Poder decirle a él y a Massera lo que habían hecho en nombre de la sociedad argentina.

- Me imagino que tuvo un impacto muy grande en su vida personal, como un antes y un después…

- Bueno, este fue mi primer juicio. Fue como si yo fuera un jugador de fútbol y ponen a jugar a mi equipo, que nunca jugó en Primera, en la selección argentina en la final del Mundial. Yo entré a jugar un partido increíble y entonces me convencí de que era posible investigar a generales, investigar a líderes y me convencí de que era posible usar la ley para proteger a los ciudadanos. Y la verdad es que la vida me fue llevando a que pude hacer eso siempre, por ahora.

- Hemos hablado de la importancia de este juicio. Han pasado 40 y pico de años, y más de 30 años del Juicio de las Juntas. ¿Cuál cree usted que es la deuda que tenemos como sociedad todavía con este tema?

- La verdad es que Argentina fue milagrosa. Casi muy pocas sociedades hicieron tanto como Argentina. A la gente que sufrió le ayuda, pero apenas aligeramos su dolor. Lo importante es repensar lo que pasó, entendernos no como enemigos. En Argentina ni los kirchneristas ni los antikirchneristas son enemigos. Son personas que piensan diferente. Putin no es mi enemigo, la guerra es mi enemigo. Entonces tenemos que entender eso, que la ley nos permite coexistir en paz. Y justamente Argentina de 1985 es un modelo donde los individuos tienen derechos, podemos investigarlos, juzgarlos y condenarlos como criminales. Argentina de 1976 era un modelo donde al diferente lo consideraban enemigo y podían torturarlo y matarlo. Y ese modelo me parece que sigue vigente para la gente más pobre, porque en Argentina la gente más pobre no tiene muchas garantías ante la Policía. Y sigue también a nivel mundial con la guerra contra el terror. Estados Unidos cree que está autorizado matar con drones a quien quiera y encima ahora tenemos guerras “normales”, como Irak y Ucrania. Argentina no tiene razones para tener rencores entre los argentinos. Tenemos que aprender de nuestro pasado para poder ayudar al mundo a moverse hacia adelante, de una forma distinta. Hay un desafío mundial; la juventud tiene que inventar un nuevo modelo porque el modelo que existe no funciona.

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