Cada maestro con su librito

Jaldo ve cerca los comicios y aprieta los dientes para mejorar su gestión y para hacer campaña al mismo tiempo. Las voces de dos funcionarios que salieron de lo previsto. El Cadillal y la inseguridad son temas que desvelan.

Cada maestro con su librito

Cada maestro con su librito. El refrán popular bien se aplica a la gestión de los gobernantes. Ramón Ortega por ejemplo había soñado con ver un título en el diario que diga: “De canillita a gobernador”. Por lo tanto, cuando lo logró ya estaba cumplido su objetivo. Cada día era de aprendizaje y eran sus ministros, su equipo, los que tiraban del carro en el día a día. Luego, los tucumanos le dieron el poder a Antonio Domingo Bussi y a este general le pasó lo mismo que a Ortega. Él quería la revancha o la reivindicación democrática y su gestión fue el regocijo de haberlo logrado. Era el militar en el poder pero sus órdenes terminaban en desórdenes y su “manu militari” se diluyó con lágrimas públicas. Años después, el pueblo le dio el bastón de mando a Julio Miranda que también cumplía su sueño: “a muchos no les debe gustar que el negrito que apenas terminó la escuela esté en la Casa de Gobierno”, llegó a decir. Y de vuelta, los que gobernaban era el entorno. Decían que era el equipo, pero también eran muchas individualidades amontonadas. Con esos antecedentes, José Alperovich quiso darle otra impronta y manejó todo: la legislatura, el peronismo siendo radical, los ministerios y fue poniendo piezas en el rompecabezas de la Justicia. Él era el general que todo lo mandaba. “A vos no te tiene que importar lo que diga la prensa ni nadie, vos preocupate por lo que yo pienso de vos”, le gritó más de una vez a un funcionario. Les quitó la palabra a muchos. Él hablaba por sus ministros. Hubo uno que luego llegó a la Justicia que en una gira por Cuba preguntó: “¿Qué queremos comer José”.  Y luego vino el indescifrable Juan Manzur. Con sonrisas y pocas palabras todos juegan a interpretarlo y nadie sabe qué dice. Sin embargo avanza. Pero en su gestión siempre tuvo un ojo en Tucumán y otro en Buenos Aires -en la carrera política nacional- y en sus relaciones como un buen canciller. Sus subordinados hacían pero no con libertad porque nunca sabían lo que pensaba el gobernador. Por eso los ministros se sorprendieron cuando desembarcó Osvaldo Jaldo. Le puso muchísimo más nervio a la conducción. Pide más acción a los ministros y sus subordinados. Y termina enfurecido cuando las cosas no son como las esperaba. Se sale de las casillas. Todo lo quiere saber y espera el celo y la velocidad del funcionario. Después encuesta en mano controla si las decisiones fueron las correctas.

En 2023, en este cortísimo espacio de tiempo que nunca más volverá, se han escuchado dos voces en el gabinete de Jaldo que llamaron la atención. Una, con tono masculino dejó fuera de sí al gobernador. La otra, fue una voz femenina que no lo desestructuró al mandatario pero describió con crudeza carencias de la gestión peronista.

Fue Alvaro Simón Padrós quien dijo la verdad pero puso el dedo en la llaga cuando comentó públicamente que se sabía desde hacía tiempo lo que pasaba en El Cadillal. El ministro de la Producción ratificó no sólo los enredos para “curar” el dique y dejó entrever que se había tomado con exagerada parsimonia un tema tan delicado. Cuando Jaldo lo escuchó se puso rojo. Cuando tuvo delante de él al ministro, explotó. La impericia política de Simón Padrós no era justificativo. Jaldo no se guardó nada. Ni en el tono ni en las palabras.

El Cadillal es un tema grave y cuando en el Poder Ejecutivo empezaron a tirar del hilo se encontraron con culpas propias y ajenas y ahora están ante un peligro que no saben cómo va a terminar. Por un lado es algo que administra un concesionario privado (Hidroeléctrica Tucumán) y está controlado por la Nación (Orsep, región Norte). Ahí apareció el primer problema. Van a tener que gastar dinero que no estaba previsto, que no se había presupuestado y no es poca plata. En los escritorio del ministerio de Obras Públicas hay presupuestos de mínima y de máxima que van desde los 300 hasta los 700 millones de pesos. Pero nada de eso figura en el presupuesto de la provincia. Sin embargo, el gobierno tucumano no podrá esperar hasta que la Nación se ocupe porque los tiempos se van a alargar y el riesgo será cada vez mayor. Además, ¿está en condiciones la Provincia de apurar a la Nación?

La falta de previsión ha sido inaudita. En la provincia nadie alertó que podría haber una filtración en el dique Celestino Gelsi y que debía ser reparada. Peor aún: en la Nación, tampoco. Lo curioso es que siempre se destacó la importancia de tener un canciller tucumano sentado en el despacho que está al lado del Presidente de la Nación y lo cierto es que ni Jaldo ni Juan Manzur se percataron del asunto.

Cuando Simón Padrós trató de explicar lo que ocurría, más que contestarle a la prensa, le respondió a Jaldo. Por eso dijo que la situación de El Cadillal se conocía hacía rato. Se hundió en el barro. En otras circunstancias, le podría haber costado el ministerio. El problema es que Jaldo alquila su poder y aún no es el dueño de casa. En ese “se sabía de antes” también estaba el diagnóstico del riesgo. El principal problema que preocupa en el palacio de 25 de Mayo y San Martín es que según los estudios que tienen debe reducirse la cantidad de agua que hay en el dique y por lo tanto si no se arregla, la zafra azucarera la va a padecer. Y ese no es un problema de los potentados agricultores sino de todos los tucumanos ya que es la industria madre que amamanta a gran parte de la población.

El tiempo pasa, las lluvias no llegan y la cura del dique se demora. Aún no se ha llamado a licitación y las obras están sentadas esperando que la tortuga llegue a la meta.

Hay un riesgo mayor del que tampoco se habla públicamente y que Simón Padrós calló. Se trata de una cuestión remota pero que está en el análisis de los responsables de Defensa Civil. La fisura de El Cadillal hasta ahora alertó que el agua para riego va a ser un problema si no se tapa la falla. Pero si en el hipotético y remoto caso se rompiera el murallón las inundaciones llegarían hasta la Capital. Este estudio denominado “Plan de emergencia presa El Cadillal” ha puesto manos a la obra a Defensa Civil aunque no es una variable que encienda alertas en la Casa de Gobierno. A la única funcionaria que hizo referencia a este tema la tildaron de exagerada y novata.

La foto mala

La otra voz que resonó fue la de Nora Belloni, interventora del Instituto de la Vivienda. El gobierno de la provincia carga desde hace tiempo la corrupción que envolvió a esa institución. Uno de los escenarios de los excesos fue el barrio Manantial Sur. Aún hoy hay mal olor de la podredumbre que afloró. Y todavía no consiguen dar vuelta la página e incluso en la entrega de casas este gobierno se llevará a marzo esa materia. Cuando Belloni habló le sacó una foto a la realidad tucumana. Dijo al explicar las demoras que muchas veces se terminaban las viviendas y que inmediatamente robaban las cocinas y los calefones. Es decir que el propio Estado no podía pasar ni un minuto sin ser víctima de los atracos. Se trata nada más y nada menos que del punto débil de Jaldo. Toda su gestión se ha apoyado en transformar y mejorar la seguridad en la provincia. Cuando mira las encuestas se conforma, pero la realidad lo sigue teniendo a los tumbos. Es su eje central de gobierno y Belloni puso al descubierto las manchas de la pared de la gestión. A diferencia de Simón Padrós, la titular del IPV no tuvo represalias ante tamaña confesión. Jaldo empieza a mostrar que a aquellos a los que él le ha tomado juramento les tiene más paciencia que a los que Manzur puso en la cancha.

Sin compañeros

El año comenzó movido. Mientras las cuestiones de la gestión lo mantiene a los saltos, Jaldo ha decidido ponerse la campaña al hombro. Al fin y al cabo él sería el principal beneficiario. Por eso este viernes empezó a caminar en territorio alfarista en la Capital y tiene previsto recorrer sus circuitos todos las mañanas que las tareas de gobierno se lo permitan. Las tardes están reservadas para el interior.

En la vereda del frente opositor también se oyeron dos voces. Una fue la de Sebastián Murga que dejó entrever que en pos de la unidad y de la construcción de Juntos por el Cambio él podría dejar su precandidatura a vicegobernador. La otra es la de Germán Alfaro que no estaría dispuesto al toma y daca de las postulaciones. Anunció que no tiene porqué ceder el espacio que él gano en la Capital a cambio de la candidatura a gobernador. El intendente tiene entre ceja y ceja a algunos radicales. Sólo se salva Roberto Sánchez con quien todavía tiene un café pendiente.  

En Tucumán nadie tiene una fórmula para anunciar las candidaturas a gobernador que elegirá el pueblo dentro de cuatro meses.  Cada maestro tiene su librito para llegar a ese momento crucial.

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