Cartas de lectores V: Casi como en el tiempo de las carretas

29 Enero 2023

Willis Haviland Carrier. Tal vez nunca hayamos oído de él, tampoco visto su nombre en una calle, institución o plaza. Pero, ignorado o desconocido, sepamos que él cambió la forma de sobrevivir el verano en todo el mundo. Fue el inventor del aire acondicionado. Un genio, nacido en New York, Estados Unidos (1876) y el 17 de julio de 1902 diseñó y fabricó el primer sistema de aparato de aire acondicionado moderno que después se expandió y comercializó universalmente, sobre todo después de 1950. Con él iba a mejorar la calidad de vida y de trabajo en todo el mundo, aún en aquellos países donde sus líderes y gente denostan a viva voz del capitalismo pero que se benefician en silencio con sus frutos. El invento de Willis Carrier, el padre del aire acondicionado, iba a dar origen a multitud de industrias que son el sustento de la economía mundial. Con él se nos alivió del calor del verano, se permitió habitar lugares inhabitables, se aumentó la productividad de las fábricas, se generó que nos desplacemos por tierra, por tren, por aire y por mar en vehículos con instalación de equipos que hicieron confortables los viajes. Y todo gracias a alguien que, en un país con un sistema que lo favorece, se preocupó por inventar el aire acondicionado y ver que con ello el calor sofocante no era algo inevitable, ni un castigo divino que nos obligaba a arder, o a cargar con un abanico o cartón. Los que tenemos 60 años, o más, seguro nos acordamos cuando se dormía en el verano sobre las baldosas de las habitaciones, o con un ventiladorcito, si lo teníamos, para mitigar el sufrimiento del calor intenso. Se llamaba Willis Haviland Carrier, y fue un héroe del progreso al que le debemos agradecer, por siempre, por hacer una contribución extraordinaria al bienestar de la humanidad. Precioso legado para todos nosotros, aunque el día viernes 20 de enero en Tucumán, a 43°C y casi 50°C de sensación térmica, con pasajeros con cara de resignación, circulaban los ómnibus sin aire acondicionado, eso sí con las ventanillas abiertas. ¿Es posible que aquellos que poseen las empresas de colectivos no se hayan enterado que hace más de 100 años un norteamericano nos entregó generosamente su invención para que paremos de sufrir con el calor? Ese día, diría yo, se viajó casi como en el tiempo de las carretas, al borde de la deshidratación y el golpe de calor.

Juan L. Marcotullio                     

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