“Sin novedad en el frente” le ganó el Oscar a “Argentina, 1985”

El filme germano, ambientado en la Primera Guerra Mundial, es un alegato antibélico de plena vigencia

TRIUNFADORA. La película alemana “Sin novedad en el frente” se llevó el Oscar a la mejor producción internacional, con su alegato antibélico. TRIUNFADORA. La película alemana “Sin novedad en el frente” se llevó el Oscar a la mejor producción internacional, con su alegato antibélico.

“Soy joven, tengo 20 años, pero no conozco de la vida más que la desesperación, el miedo, la muerte y el tránsito de una existencia llena de la más absurda superficialidad a un abismo de dolor. Veo a los pueblos lanzarse unos contra otros y matarse sin rechistar ignorantes, enloquecidos, dóciles, inocentes. Veo a los más ilustres cerebros del mundo inventar armas y frases para hacer posible todo eso durante más tiempo y con mayor refinamiento”.

Así comienza la novela “Sin novedad en el frente”, que Erich Maria Remarque publicó en 1929 a partir de su propia experiencia como soldado alemán en el frente de la Primera Guerra Mundial, y que inspiró a la película homónima que ganó anoche el Oscar a mejor producción internacional (categoría reservada a filmes de habla no inglesa). Al cierre de esta edición, seguía siendo una de las firmes candidatas para quedarse con la estatuilla a mejor película en general, sin distinción de categorías.

La realización de Edward Berger (lucía una cinta azul en defensa de las libertades civiles) venció en su rubro a “Argentina, 1985”, que había llegado precedida del Globo de Oro y el Goya, aparte de reconocimientos en numerosos festivales. Así se frustró la ilusión de llenar al tercer Oscar para el país, aunque la realización de Santiago Mitre sobre el juicio a las juntas militares de la última dictadura, desde la mirada del equipo de la Fiscalía que trabajó en la acusación, tiene aún mucho camino por recorrer. De hecho, es la máxima candidata para los premios Platino (instalados como el Oscar iberoamericano), donde cinco miembros del elenco aspiran a estatuillas por sus actuaciones: Peter Lanzani, Ricardo Darín (como protagonistas), Alejandra Flechner, Norman Briski y Carlos Portaluppi (de reparto).

Estas postulaciones marcan la diferencia central entre ambos filmes: mientras “Argentina, 1985” se asienta en la calidad de las interpretaciones, con las cuales logra climas casi minimalistas conmovedores que generan empatía en un público ávido de identificación con lo que ve en pantalla; “Sin novedad...”, más allá de actuaciones convincentes y sólidas (al elenco lo integran el debutante Felix Kammerer, Albrecht Schuch, Aaron Hilmer y Adrian Grunewald en sus papeles centrales), aporta la espectacularidad de las acciones bélicas, registradas con un soporte técnico impecable que le valió varias candidaturas en rubros específicos. De hecho, hasta el momento de anunciarla como ganadora internacional, ya había ganado el Oscar en fotografía. Con sus antecedentes de nueve postulaciones (incluyendo el Oscar principal), era previsible el resultado.

En los dos casos, hay un punto de cercanía para el espectador en la construcción de sendas historias: la del hombre común en una situación excepcional. Si en la producción nacional es el fiscal Julio César Strassera, en la germana es el joven soldado Paul Bäumer. Ambos, además, son transformados en sus experiencias y sus voces terminan levantándose como estandartes de injusticias y oprobios (uno, la represión ilegal; otro, la guerra que arrasa ilusiones; y siempre, la juventud destrozada).

El fantasma ucraniano

A un año y un mes de haber comenzado la invasión rusa a Ucrania, ¿cuánto incidió este conflicto bélico actualmente en marcha en el resultado de estos Oscar? Imposible tabularlo; lo cierto es que si en la gala del año pasado hubo expresiones de apoyo al pueblo ucraniano e incluso un mensaje en video de Volodomir Zelenski, el tema se mencionó en la ceremonia cuando el documental “Navalny”, sobre el encarcelado opositor ruso Alekséi Navalny, ganó en su rubro y su esposa Julia habló en la gala contra el régimen de Vladimir Putin.

El tránsito de esa división de soldados alemanes veinteañeros de la alegre inocencia original y su convicción en base a principios nacionalistas replicados sin pausa (al punto que se ofrecen de voluntarios en el Ejército) a convertirse en máquinas de matar, naturalizando ese resultado luctuoso (más allá de la reacción individual), es una constante en toda guerra, y así se está viviendo en Ucrania. Por eso, “Sin novedad...” tiene una vigencia indiscutible, como documento que intenta hacer despertar el humanismo desde el horror absoluto que domina el escenario cuando suenan las balas.

El inicio con una familia de zorros (algunos recién nacidos, protegidos por su madre) en una cueva seguida de la batalla de apertura preanuncia lo que vendrá en pantalla, con enorme energía y despliegue. Un gran poder visual potencia la idea de la inutilidad de toda guerra para los pueblos (distinto podrá ser para quienes la ordenan y deciden). La escena cuando tratan de desagotar una trinchera grafica ese sinsentido: el agua que sacan con los cascos cae nuevamente en la fosa.

El alegato antibélico de Remarque fue rechazado en su época. En su Alemania natal fue repudiado y su libro quemado públicamente cuando los nazis llegaron al poder (aunque el autor calificó a su escrito como apolítico), cuando él ya estaba exiliado en Suiza (su hermana Elfriede fue ejecutada en 1943, denunciada ante las autoridades por tener una posición pesimista sobre el resultado del conflicto mundial); luego emigró a Estados Unidos.

El filme ganador es la tercera versión de su relato: la primera, filmada en Estados Unidos y en inglés, fue dirigida por Lewis Milestone en 1930 y obtuvo los premios Oscar al mejor director y mejor película (de este modo, la actual repite estatuilla en distinta categoría, mientras aún se esperan anuncios); la segunda, de 1979 y hecha por Delbert Mann, cosechó buenas críticas y el Globo de Oro como filme proyectado en televisión; y la última, a casi un siglo de haber aparecido el libro original, confirma que el tema mantiene -lamentable, inevitable y angustiosamente- tremenda actualidad. Soñar un mundo sin guerras sonará utópico, aunque sigue siendo necesario.

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