Si se hubiera llamado de otra manera puede que el efecto fuera diferente; pero al portar un nombre como Wilfredo Van Broock (al menos desde la estética) para quienes acostumbramos al relato fantástico eso ya predispone a una vida de aventuras. En este cuento no existen tesoros escondidos o criaturas mitológicas para el escritor, pero si desarraigo y un elemento igual de poderoso: la introspección.
“Willy” nació y pasó toda su infancia en Tucumán, luego, la trama se desvía. En los 70, la familia partió -a bordo de un Renault 12- a probar suerte en la Patagonia. A partir de ahí, le siguieron otros viajes hasta que el actor encalló en Buenos Aires.
En su faceta de director y guionista, Van Broock produjo la miniserie “Situados” para la cadena televisiva Fox y trabajó en la productora argentina Pol-ka. Entre sus trabajos, se destaca la telenovela “Los ricos no piden permiso” y el policial “Noche y día”. También, fue el creador de la obra teatral “Bang-Bang y somos historia”.
En el ámbito de las Letras, Van Broock publicó algunos cuentos (con tonada tucumana) en la versión digital de la Revista Orsai hasta que llegó el turno de su primera novela “Una vida por delante” (2022). “¿Qué mierda es ser yo mismo?” se cuestiona el protagonista, dispuesto a que su confusión nos pertenezca. Con un trasfondo histórico, la obra habla sobre las expectativas propias y ajenas, lo dicho y lo oculto en cada despedida y nuevo comienzo.
Presencia en Tucumán
En el marco de la 19° edición del Mayo de las Letras -organizada por el Ente Cultural de Tucumán- Wilfredo Van Broock se presentará este jueves, a las 19, en la librería El Griego (Muñecas 287). Días antes del evento, LA GACETA aprovechó la oportunidad para dialogar con él.
- ¿Cuál fue el punto de partida de “Una vida por delante”? La novela apunta a recuperar fragmentos de la memoria, soltar unas lágrimas por el tiempo perdido...
- El germen de la novela fue algo personal. A los 13 años me tocó mudarme de Tucumán a Bariloche y a esa edad el desarraigo es algo difícil. Por mi profesión, las cosas que escribo siempre estuvieron ligadas a la dramaturgia así que, cuando finalmente decidí ir hacia otro lado, quise empezar con algo propio. Dentro del mundo de la literatura, la primera persona no era muy tenida en cuenta; solía leerse como una falta de inventiva o relacionarse de mala manera con la autopublicación. “Una vida por delante” arranca con lo autobiográfico pero, a medida que avanza la trama, se transforma en una ficción que nada tiene que ver con mi realidad sino con la historia. Más precisamente con Malvinas. La novela tiene que ver con dar testimonio de cómo vivió mi generación la guerra. El contexto de esa realidad nacional está presente, sin embargo, aparece desde la mirada de un chico de 13/14 años que descubre los hechos mientras ocurre un proceso de búsqueda interno. El libro está íntegramente narrado en primera persona y en presente; todo pasa en ese tiempo y fue así por una elección consciente.
- La obra pertenece al género de novela de aprendizaje (coming off age). Con ese guiño en mente, ¿qué aprendiste mientras le dabas vida?
- Lo que aprendí es que ese pasaje -de la infancia a la juventud y adultez- representa un espacio en el cual nos forjamos y delineamos. Ahí aparece genuinamente la persona. Durante la infancia absorbemos lo que nos enseña el entorno y ciertas cosas que son necesarias para sobrevivir (por ejemplo, aprendemos a hablar, caminar y escribir).
En cambio, en el periodo que va de la adolescencia a la adultez es donde se define lo que haremos luego; todo lo que viene con el paso de los años está teñido de esa transición y del desafío de encontrarse a uno mismo. “¿Quién soy?” es una pregunta “zanahoria” que no posee respuesta, que sirve para correr nuestro horizonte constantemente.
No existe un espacio o punto de llegada, cuando esa búsqueda se hace consciente permanece con nosotros hasta la muerte.
- También existan algunas referencias a la masculinidad, ¿por dónde viene la mano?
- Traté de entender de donde surge la masculinidad que hoy intentamos deconstruir. Los varones aprendimos que había un momento en el cual el juego, el cariño y los “mamá, te quiero” se terminaban para iniciar la etapa de “hacerse hombre”. El servicio militar era el corolario de esta frase. Existía la leyenda urbana de que, durante los exámenes físicos para hacer la colimba, se revisaba el culo de los varones para saber si eran homosexuales y luego se ponía un sello en el documento. Nosotros le teníamos terror a eso y no alcanzaban las explicaciones racionales para quitarnos esa idea de la cabeza. Por detrás, se escondía un miedo a no dar la talla de la hombría. Esa hombría tenía que ver con una especie de endurecimiento vertebral de lo emocional; donde uno dejaba de sentir y pasaba a convertirse en un instrumento de proveer. Había que mantener la casa, tener una familia con hijos y transmitirles a ellos -el día de mañana- lo que significaba ser hombre. Si a esas bases le sumás el paso de los años vas a tener un individuo que es machista y ni siquiera registra sus acciones.
- ¿Hay solución?, ¿qué pasa con esas heridas?
- Es difícil cambiar la visión y el accionar de quienes crecieron con eso a cuestas. No debemos caer en el error de creer que con la corrección política vamos a resolver este tipo de situaciones que son profundas y no siempre tienen lugar para el debate. Pese a que a nivel social haya una deconstrucción formal, puertas adentro de esos hogares se seguirán repitiendo los mismos chistes o visiones. Insisto, cambiar a alguien que estructuralmente está construido sobre el machismo es complicado. Reparar esas heridas requiere de otras intervenciones. Además, dentro de una década nosotros vamos a estar fuera de ese escenario. En cambio, en los niños y los adolescentes se puede gestar el cambio. Por suerte, ellos ya transitan en un camino distinto. Lo que tenemos que hacer como adultos es tratar de no entorpecer ese avance, acompañar el proceso para que construyan el futuro.
- Según tu experiencia, ¿qué diferencia hay entre escribir una novela y un guión de TV?
- Mientras escribía literatura me encontré con un espacio alucinantemente hermoso. Los guionistas nos encontramos a diario con un montón de limitaciones de producción (de presupuesto, locaciones, etcétera). Para vivir de esto hay que aprender a trabajar bajo presión; si lo conseguimos eso genera una solución creativa.
La creatividad se detona, pese a cualquier impedimento. En ese sentido, escribir literatura narrativa implicó dejar de lidiar con esas limitaciones. Por otra parte, al crear guiones uno aprende a escribir bien, rápido ya que nunca hay tiempo suficiente y los textos tienen que entregarse siempre “para ayer”.
Ese entrenamiento hizo que mi proceso fuera veloz; hoy puedo sentarme a escribir desde las 8 hasta las 14 sin parar. Son pocos los escritores de narrativa que poseen esa disciplina y constancia. Hay que entender que se trata de un oficio y no podemos fiarnos ni esperar por el talento. Al contrario, este puede ser un freno tremendo al creer que va a subsanar lo que da el entrenamiento. Pulir nuestra destreza al máximo solo se logra escribiendo mucho y diario; no existe otra forma.
Actividades gratuitas para hoy
- Teatro audiovisual para niños “Los Ñaques, un viaje por el séptimo arte”, a las 10, en la sala Hynes O'Connor (San Martín 251).
- Elenco de variedades infantil “Mago Espartaco”, a las 15, en la sala Orestes Caviglia (San Martín 251).
- Presentación del libro “La intuición del agua”, escrito por Nicole Robert. Será a las 19 en el Museo Casa Padilla (25 de Mayo 36).
- Obra teatral “Semejantes”, a cargo del grupo Teatro x la identidad. Será a las en el teatro Mercedes Sosa (San Martín 479).