ARQUITECTURA
RUTA SALAMONE
AA.VV.
(Ediciones bonaerenses - La Plata)

Otro trabajo de rescate cultural muy necesario acaba de ser publicado por la editorial de la provincia de Buenos Aires: un trabajo colectivo sobre las obras que el ingeniero-arquitecto Francisco Salamone hizo en esa provincia entre los años 1936 y 1938, en los que erigió alrededor de 70 edificios colosales y únicos que, ya bien entrado el nuevo siglo, se convirtieron en el destino elegido por cierto turismo intelectual dispuesto a recorrer la Ruta Salamone. Y si en su época no despertó mayormente el interés de sus contemporáneos, con el tiempo llegó el reconocimiento oficial y se encaró un programa de restauración y puesta en valor de sus increíbles obras.

Edificios municipales, mataderos y cementerios fueron las construcciones que el gobierno provincial le encargó y que, con una fuerte impronta anticlerical, impusieron la presencia del Estado frente a la de la Iglesia, la institución alrededor de la cual se nucleaban los pueblos que iban surgiendo posteriores a la “campaña del desierto”.

Pero lo que lo hace único es la monumentalidad de una obra que abrevó en las vanguardias urbanas con elementos art déco y diferentes estilos: neocolonial, expresionista y futurista, en muchos casos, inspirándose en el film de Fritz Lang, Metrópolis, ya que fueron pensadas, ademásde por su funcionalidad, como piezas artísticas.

Los ejemplos se multiplican en más de 40 localidades: desde el portal del cementerio de Laprida, el monumento religioso más grande de América Latina después del Cristo Redentor de Brasil, en el que trabajó con el escultor Santiago Chierico, con su torre de 30 metros de altura; el

imponente cementerio de Azul, con la escultura del ángel Gabriel a espaldas de las letras gigantes de la inscripción funeraria, RIP; los majestuosos edificios municipales como los de Coronel Pringles, Pellegrini, Guaminí, Alberti, Carhué, Rauch y Vedia o los mataderos abandonados, extrañas locaciones como la que puso en la agenda pública la música del Indio Solari en Villa Epecuén.

Construidos con materiales autóctonos como el hormigón armado -toda una novedad para la época- se caracterizaban por estar emplazados en su entorno, con su plaza, su fuente, sus luminarias y sus veredas, todo diseñado por él.

El libro incluye un plano de la provincia con las localidades donde se pueden encontrar sus obras, una suerte de constelación en la planicie de la pampa húmeda o, como definió uno de sus cronistas, una avanzada futurista en el “desierto” agro-ganadero.

© LA GACETA