Desde el under más tucumano hasta bandas nacionales y famosas como Ataque 77, Carajo, Animal, Nonpalidece, o más recientemente Caras Extrañas. Y cómo olvidar a los alemanes de Die Toten Hosen que tocaron en ese pequeño reducto; la primera vez que los uruguayos de No te va a Gustar llegaron a esta provincia se presentaron allí.
Es la noche del jueves, y el local de San Martín 1.141 -que en otros tiempos se comenzaba a llenar de jóvenes en esas horas-está vacío, oscuro y desordenado; casi en desuso, en una palabra. Con las persianas bajas, como anticipando el final, el proceso de despedida del Robert Nesta Club ha comenzado. Hijo del 4AM (la ley que rigió de 2006 a 2012 limitando horarios para los shows), para la entrevista hay que encender las luces, como si se tratara de un lugar abandonado. Una escalera en el centro del escenario y bloques de durlok, informan de una sala en desmontaje.
“Nuestro contrato vence el 31 de diciembre y no hay posibilidad de renovarlo porque el dueño va a vender este inmueble. Hasta entonces vamos a desmantelar el lugar”, le dice Juan Gil a LA GACETA.
El local se oferta a U$S 250.000, una cifra que de entrada y sin discusión, nadie vinculado al rock puede llegar a aspirar a obtener siquiera. Durante una larga entrevista en la noche del jueves, Juan relata que, con su hermano Luis Gil fueron sonidistas del Nesta desde que se inauguró en mayo de 2009 con su primera dueña, Ivana Sansone. Alrededor de 2011 comenzaron los problemas financieros. Luego siguieron ellos, que pudieron adquirir el fondo de comercio a través de un crédito, en el período en el que proliferaron festivales como el 40° o el Metal Fest.
- No hay vuelta atrás, entonces.
- No, nos vamos el 31 de diciembre. Sabíamos esto desde mayo porque el dueño no quiere seguir alquilándolo sino venderlo. Pero con ese precio, no hay inversor a la vista. Además, los números no dan para mantenerlo. Unos chicos harán el sábado (por hoy) un aguante. Es una fecha de las últimas, aunque puede haber otras adelante. La verdad es que la gente no estaba viniendo a los shows, no hay un público de rock especial.
- O sea que en diciembre o el resto de noviembre puede haber otras actividades.
- Sí, no lo descarto, puede suceder, pero no en el salón principal sino en la parte de adelante, porque el desmontaje del escenario y todo lo que eso implica, se inicia ahora. No creo que haya ningún milagro hasta fin de año.
- ¿Qué pasó, porque todos los rockeros con los cuales hablo desean tocar aquí?
- Mirá, desde un poco antes de la pandemia veníamos en bajada de público y de venta de bebidas. Antes era común comercializar todos los días 40 cajones de cerveza, pero desde ese tiempo esa cantidad se liquidaba con suerte en una semana entera. La situación económica influye mucho. Salíamos empatados y recién el año pasado pudimos pagar la deuda acumulada durante la pandemia, vendiendo equipos y con trabajos fuera de aquí. Antes hasta teníamos equipos, con guitarra y batería.
- Decían que aquí entraban 500 personas.
- Sí, pero eso no se conseguía cualquier fin de semana. Si fuera así no tendríamos tanta deuda, ni estaríamos con una mano adelante y otra atrás. Ocasionalmente se conseguía ese número. También hay mayor competencia, es verdad. Pero te aclaro que nosotros no tenemos nada subsidiado.
- Han pasado bandas por estos rincones, incluso de folclore.
- Uff, un montón. Internacionales, nacionales, locales… Y lo del folclore yo tuve la idea de abrir la oferta, pero funcionó muy poco con algún grupo como El Vislumbre del Esteko, tal vez. Ese es otro mundo. Yo laburé casi ocho años en peñas, era nuestro ingreso principal. Además hay muchas fechas con entradas gratis.
- ¿Y dónde tocarán las bandas ahora?
- Con esta infraestructura no hay otro espacio para los grupos. Tal vez estatal puede ser, con el centro cultural Juan B. Terán, por ejemplo. Aquí había hasta instrumentos en un tiempo que tuvimos que retirar después. Y ya estoy empezando a salir a la calle como antes, a manejar el sonido de diferentes eventos.