Desde la sociología se podrán hacer múltiples análisis del voto libertario, interclasista y sin distinciones etarias. Clases bajas votaron lo mismo que los sectores más adinerados, la juventud igual que un sexagenario. La generación que vio a sus hermanos morir en Malvinas eligió lo mismo que un milennial que no sabe quién fue Thatcher. Fue el voto menos ideológico en décadas, no había crítica que hiciera mella. De nada importaba la causa Malvinas ni la verdad histórica del terrorismo de Estado. Era en contra de un sistema que no pudo ni supo dar respuestas a una sociedad entera que se vio empujada a abrazar ideas que cualquier analista serio las tildaría de irracionales. Aparte la paradoja era que se autoconsolaban a sabiendas que no se podrían realizar. Era un ideario impracticable y eso consolaba. Antes uno escuchaba lo que pensaba el candidato y uno esperaba que eso lo cumpla una vez en el gobierno. Privatizar la educación, pero tranquilo que lo dijo pero no lo hará. Privatizar la salud, pero no creo que lo haga. Crear un mercado para vender órganos, lo dijo pero no lo hará. Nada horadaba la intención de voto. Hartazgo, hastío, bronca, decepción. Todo eso y más, pero que a la vez se subsumía en el órgano más sensible del ser humano, el bolsillo. La inflación ya insoportable, salarios que la siguen de lejos y la sensación que se pierde la posibilidad de acceder a bienes simbólicos del progreso personal y solo se sobrevive fueron la estocada final. Sería más fácil enmarcar en un sempiterno antiperonismo de las clases medias altas argentinas, pero sería erróneo. La derrota busca padres y la dirigencia debe hacerse cargo. Nunca estuvo tan alejada de sus bases y perdió el apoyo de sectores que seguramente serán los que más sufran al Estado mínimo que se avecina. Si el Peronismo quiere volver a ser garantía de ampliación de derechos para minorías y excluidos y conquistas sociales y laborales deberá regenerarse de abajo hacia arriba, con el trasvasamiento generacional necesario pero volviendo a levantar los principios de la humildad, la ética y la cercanía a las bases, que ahora las mira desde una distancia que asusta.

Pablo Guillermo Sosa

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