En las recientes elecciones nacionales voté, en las PASO, por Patricia Bullrich para presidente. Valoré su integridad moral y su excelente desempeño como ministra de Seguridad en la gestión del ex presidente Macri, quien no pudo lograr su reelección. Los penosos resultados económicos, financieros, sociales e institucionales del macrismo posibilitaron el resurgimiento victorioso de Cristina Fernández de Kirchner como Vicepresidente de su elegido, Alberto Fernández, dupla que en sus cuatro años se convirtió en la peor gestión de toda nuestra historia. Estaba convencido -aún lo estoy- de que la seguridad y el orden son imprescindibles para hacer posible los cambios propuestos por Milei y la presidenta del PRO. Estaba fresco en mi memoria el ataque con toneladas de piedras contra el edificio del Congreso, que sancionó una reforma del régimen jubilatorio, luego dejada sin efecto por los Fernández, fijando por decreto presidencial un régimen menos favorable en perjuicio de los jubilados. Al igual que los reiterados piquetes de protesta, clausurando arbitrariamente el tránsito de avenidas y calles. Ninguno de los candidatos más votados obtuvo los votos necesarios para evitar competir en el previsto balotaje. Bullrich, tercera de Sergio Massa y Javier Milei, decidió rápidamente, junto al ex presidente Macri, apoyar la candidatura del líder de La Libertad Avanza (LLA) en su enfrentamiento con Massa, ministro de Economía y candidato de Cristina. Por su parte, Morales, presidente de la UCR, se pronunció públicamente contra la candidatura del Milei. Destaco la grandeza de Bullrich, quien tuvo que soportar, en el proceso electoral de las PASO, la falsa acusación de Milei, quien señaló a Patricia como autora de un atentado con bombas en un jardín de infantes. Antes del resultado electoral de las PASO, afirmé que no votaría a Milei de ningún modo. Varios de sus postulados electorales eran inviables. La dolarización, presentada como moneda única, desplazado al peso moneda nacional era, y sigue siendo, impracticable por su notoria inconstitucionalidad. La gran mayoría del cuerpo electoral se aferró a esta propuesta, ilusionada como el mecanismo para terminar con el principal motivo de la inflación. Esta emisión monetaria, sin sustento, practicada por el Banco Central, por el enorme déficit del Tesoro Nacional, ascendió en el período de los cuatro años del gobierno de los Fernández, a 17 billones de pesos. Para tener una idea aproximada de ese monto, hay que agregarle al número 17 doce ceros. Rosatti, presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, afirmó públicamente la inconstitucionalidad de esta dolarización, advirtiendo que le corresponde a la Justicia velar para preservar el valor de nuestra moneda. La libre portación de armas fue otra atractiva consigna electoral, dada la insoportable inseguridad que se vive en nuestro país. Los delincuentes armados que atacan a las víctimas desarmadas era y sigue siendo una reforma electoralmente atractiva. Es inviable también a tenor de los instrumentos internacionales de derechos humanos. Cerrar el Banco Central fue otra de las propuestas del libertario. Difícilmente pueda concretarse sin crear antes el Banco Federal que postula la Constitución nacional. Pese a lo expresado, Milei enfrentando a Massa me obligó a decidirme por el libertario. Massa es el funcionario público más peligroso que se conoce hasta el presente. No tiene conducta política. Se desdice continuamente y fue el candidato del kirchnerismo. No necesitaba nada más para apoyar electoralmente a Milei. Queremos que su gestión sea exitosa, para bien de la República.

Luis Iriarte
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