“Me preguntan si sigo jugando y se sorprenden con la respuesta”, adelanta Susana Liberto. Para ellas, la edad nunca fue un impedimento para seguir fogueando su pasión deportiva hasta convertirse en el mantra que dio origen a la Agrupación Tucumán de maxibásquet.
Con orígenes deportivos diferentes, todas coinciden en una misma premisa: “el básquet es nuestro cable a tierra”, asegura Liberto. "Este equipo nace porque no había otros para competir. En ese momento, sólo estaban la Agrupación Belgrano y la Asociación Tucumana, y entre los dos reuníamos 20 jugadoras de entre 50 y 70 años. Por eso, decidimos fusionarnos para ser las representantes de las provincia en los torneos regionales y argentinos de las categorías mayores”, agrega Dora Cristina Guevara, quien se erige como una de las jugadoras con más trayectoria dentro del básquet provincial. “Integré la Selección tucumana que salió campeona del torneo Argentino de 1968. Ese torneo marcó un antes y un después para la provincia al punto de que muchas chicas se sumaron al deporte”, recuerda con un mueca de alegría.
¿Por qué la denominación maxibásquet? “Se llama así porque se trata de jugadoras +30 en adelante”, alecciona el entrenador Nahuel Lucena. A modo de hacer una comparación con otras categorías, asegura que si bien el juego se va ralentizando con el paso del tiempo, se topó con una gran sorpresa.
“Hace cinco años que me dediqué a ser entrenador, y lo que más me impacta es que aunque tengan una edad avanzada las chicas todavía conservan una gran técnica de cara al aro. En muchos casos, tiran mejor que aquellas chicas de 20 o 30 años que están en pleno auge deportivo. Es increíble la mecánica de tiro y la visión de juego que tienen porque casi siempre que apuntan al aro, termina siendo gol”, acota Lucena, valorando el gran esfuerzo de las jugadoras para seguir entrenando sin importar las altas temperaturas que existen en la provincia.
Poco a poco, esos sacrificios empezaron a traducirse en títulos. En julio, se consagraron campeonas en la categoría +70 en el campeonato Argentino, organizado por la Federación Femenina de Maxibásquet Argentina (FFEMAR). “En Corrientes, vencimos a Buenos Aires en la final que siempre es el cuco en estas categorías. Nos sacamos la espina de otros años porque siempre nos ganaban en estas instancias. Ahora nos estamos preparando para el Regional que se va a jugar en Jujuy en marzo”, comenta Liberto.
Si bien los resultados están a la vista, las jugadoras deben enfrentarse a ciertos desafíos extradeportivos. “No tenemos cancha y muchos clubes no nos quieren prestar. Tenemos que alquilarla con nuestro dinero. Lo más molesto de esta situación es que tenemos que andar rogando para hacerlo”, reclama Guevara, contando que entrenan todas las semanas el club Huracán BB.
“Hay veces que hacemos borratinas para venderles a los más allegados. Otras ocasiones hicimos locros para poder viajar a los torneos o tener que costear uno que otro gasto”, completa “Nena” Soberon de 72 años.
“El básquet nos dio una segunda oportunidad”
Pese a estas adversidades, dentro del plantel existen historias de superación que conmueven. Una de ellas es la de Rosa Lucía Lazzarino, otra de las jugadoras que dejó impreso su nombre en las páginas del básquet tucumano. “Comencé a los 15 años en Estación Experimental. Años después, Nicolás Avellaneda compró mi pase y así me convertí en la primera jugadora que se vendió en la provincia”, señala. “Ese momento del básquet femenino fue increíble. Había 16 equipos en Primera que hacía que la competencia sea durísima. Fueron los mejores años de mi vida deportiva”, recuerda.
Ya en su etapa como jugadora de maxibásquet, logró el éxito deportivo más grande de su carrera. “En 2017, salí campeona del mundo en la categoría +60. Ese año, el Mundial se había disputado en Montecatini, Italia. Fue un título inesperado, aunque fue cumplir el sueño que tenía de chiquita. Siempre anhelaba integrar la Selección, pero esto fue más de lo que me imaginaba”, comenta.
Pese a mantener su calidad casi intacta, una dura enfermedad hizo que tenga que hacer un parón en su carrera. “No jugué por casi un año y medio. Me detectaron cáncer y sentía que el mundo se me venía encima. Recién volví a entrenarme en junio de este año. Poco a poco, estoy retomando el ritmo porque siento que me cuesta correr y hacer muchos otros ejercicios. Pero sigo aquí porque me hace feliz”, expresa.
Sensaciones similares compartió Eva Rivadea, quien encontró en el básquet un refugio para su vida. “En Pandemia perdí a mis dos hijos. Pensé que no iba a salir de esa, pero siempre me acuerdo que mi hijo me decía que nunca dejara de jugar. Por eso, le agradezco al básquet de seguir día a día”, señala, asegurando que todavía no perdió ese ímpetu para seguir entrenándose. “No tuve la suerte de que ninguna de mis hijas pueda jugar al básquet porque dicen que es de hombres. Sin embargo me siguen apoyando en esto. Ahora, mi objetivo es hacer un libro del maxibásquet de la provincia para contar todo lo que vivimos dentro y fuera de la cancha”, puntualiza.
Al igual que Lazzarino, Rivadea también sabe lo que es vestir los colores de la Selección. “Fui a varios mundiales y pude conocer a gente de distintas nacionalidades. Cuando viajamos a Italia, fue un remanso a la vida porque nunca había conocido Europa. Yo integraba el equipo “B”, mientras que el “A” fue el que salió campeón. Ahora, sueño con ir al Panamericano en Toluca, México. Quiero ir a representar nuevamente al país”, concluye, asegurando que, para ellas, el básquet les dio una "segunda oportunidad" en su vida.