El año 2023 parece terminar mal pero sin una extendida sensación de pesadumbre. ¿Cómo es posible si hay suba de precios, revaluación del dólar, ajuste, se prevén mayores impuestos y existe la convicción de que 2024 será muy duro? Podría ser, habrá que verificarlo, porque se percibe más sinceridad desde el gobierno.

Tal vez contribuya a la sensación la conducta de los gobernadores, ahora casi todos prudentes. Es que son parte del problema. Muchos de ellos apoyaron la suba del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias y la devolución del IVA. Como son impuestos coparticipables perdieron recaudación. Pero les falló la apuesta por Sergio Massa. ¿Cómo pensaron que se compensaría? ¿Con la coparticipación del impuesto al cheque? Por fortuna tal idea no prosperará. Sería muy difícil eliminar un tributo distorsivo como ese si los gobernadores recibieran su recaudación. Entonces, no les queda otra que un poco de austeridad. Provincializar el ajuste, compartir el costo político que carga el gobierno nacional.

Aunque nunca falta el díscolo. Un funcionario de la provincia de Buenos Aires dijo que emitirían bonos si no les llegara dinero suficiente. Pero sería ilegal. La ley 24.144 señala en su artículo 30 que nadie excepto el BCRA puede “emitir billetes ni monedas metálicas ni otros instrumentos que fuesen susceptibles de circular como moneda. Se entenderá que son susceptibles de circular como moneda, cualesquiera fueran las condiciones y características de los instrumentos, cuando: i) El emisor imponga o induzca en forma directa o indirecta, su aceptación forzosa para la cancelación de cualquier tipo de obligación; o ii) Se emitan por valores nominales inferiores o iguales a 10 veces el valor del billete de moneda nacional de máxima nominación que se encuentre en circulación”.

Cláusula incorporada en 2003, complicaría cualquier emisión de títulos provinciales por valores nominales iguales o inferiores a 20.000 pesos la unidad o 500.000 pesos desde cuando circulen los nuevos billetes proyectados.

Pero lo de Buenos Aires no es excepción porque en realidad hubo muchos desbordes. Así, debe notarse que el año cierra con desborde de actividad presidencial. Hasta pareciera que en tres semanas Javier Milei hizo más que Alberto Fernández en cuatro años. Por desgracia desbordando el marco institucional, lo que conspira contra medidas de contenido mayormente acertado. Y reaparecieron como una de las respuestas las típicas zonceras que desbordan la política argentina, tal el clásico de la acusación de vendepatria. Como si hubiera sido de patriotas debilitar la economía del país, empobrecer a la población o que cada vez menos hijos de pobres terminen la secundaria.

En consonancia, los sindicalistas resucitaron con un desborde de reclamos. Su silencio del pasado no descalifica la queja presente si ésta es razonable, pero sin dudas que puede impugnarse la autoridad moral de los llorosos de la justicia social que organizan protestas en reuniones a las que llegan en vehículos de alta gama. Sobre todo cuando están entre los rechazados por la mayoría del electorado. Un poco de recato vendría bien.

Claro, dicen reivindicar los derechos laborales. El problema es que poco puede quitar el actual gobierno porque poco queda después de los Fernández y Massa. ¿Cuál derecho al salario digno, ante el fenómeno novedoso de un 30 por ciento de trabajadores formales con ingresos inferiores a la línea de pobreza? ¿Hablan de los derechos laborales inexistentes para la masa de 48 por ciento de trabajadores informales, no atendidos por la CGT? ¿Y qué pasó estos años con los derechos para todos a la salud, la educación, la seguridad? Es enorme la diferencia entre la proclama y la realidad.

Además, debe mencionarse el desborde de republicanismo por quienes aplaudían a Cristina Fernández cuando ella denostaba la separación de poderes por anticuada. De nuevo, quejarse contra decretos y leyes ómnibus puede ser atinado, pero hay un desborde de caradurismo allí.

Sí, también hay desbordes de precios, pero siempre se advirtió que reprimirlos no ayuda volver accesibles los bienes porque tarde o temprano aparecen el desabastecimiento y los mercados negros y terminan saltando hacia arriba. Todo el mundo lo sabe. Debe recordarse, por poner un ejemplo, que Daniel Scioli, siendo vicepresidente de la Nación, declaró en Tucumán que era hora de reacomodar las tarifas “pisadas” por Eduardo Duhalde y sufrió el bullying del kirchnerismo. Así fue como Mauricio Macri recibió servicios cuyas tarifas apenas cubrían once y catorce por ciento del costo en electricidad y gas. Las recompuso, con alto costo político, pero los Fernández las volvieron a pisar. Y no se trata sólo de represión directamente deletérea. Ante el atraso de tarifas los costos de la prestación deben cubrirse con subsidios, que usualmente involucran emisión de dinero que empuja la inflación.

Pero claramente el principal desborde fue el de irresponsabilidad. Porque hablar de forma demagógica es típico de campañas electorales. Pero actuar de manera irresponsable fue una pauta repetida hasta la exageración por Massa. Se estima que entre suba de gastos y baja de ingresos las medidas de gobierno para sostener su campaña electoral implicaron al menos dos puntos del PIB. ¡Cuánto menor sería hoy el ajuste necesario si el exministro hubiera sido más serio!

Pero no. Tal vez inspirado en Leni Riefensthal y su película propagandista nazi de 1934 “El triunfo de la voluntad”, de mucho mérito técnico, Massa, sin méritos técnicos, pareció creer que con la voluntad alcanzaba. Y no. La necesaria es la voluntad empleada en las herramientas y con los fines correctos. La voluntad para ser austeros, para competir, para entender que pretender vivir de la redistribución (“solidaria” o VIP) termina profundizando los problemas, que la igualdad de oportunidades también debe brindarse con eficiencia, que los costos de no atender el largo plazo recaen sobre uno mismo. Voluntad para no desbordarse.

Si en Argentina se aprendió eso, así como 2023 fue un año de desbordes tal vez 2024, con todo el sacrificio que falta, sea el del retorno al carril de la civilización.