Literatura infantil se inicia con la llegada del hijo. Es el instante del descubrimiento y reconocimiento el que dispara la escritura y el recuerdo en esta suerte de diario que abre el libro de Alejandro Zambra. Desde este momento, la literatura infantil no son los libros para niños, sino el espacio de lecturas compartidas entre un padre y un hijo, son los libros que ambos leen juntos y comparten para siempre. El nacimiento es el comienzo de la literatura infantil, de otra literatura infantil, como si fuera la construcción de otra habitación en la casa que antes sólo habitaba con su padre. Porque Zambra desea escribir como un autor de literatura infantil que necesita mirar y contar las cosas como por primera vez, como si fuera con la primera voz que resuena en las calles del lenguaje.

Proyecto nacimiento

En una conferencia de noviembre de 2022 (“El proceso de la creación y la creación del proceso”, disponible en Youtube), Zambra proponía un ejercicio de escritura, para llevar a cabo con los estudiantes, que consistía en buscar los diarios del día del nacimiento de cada uno y escribir un relato autobiográfico sobre ese primer momento de vida, que tuviera en cuenta las noticias, fotografías, publicidades. Me pareció que era un ejercicio muy valioso y productivo para llevar a cabo con mis alumnos, por lo que les propuse escuchar esa parte de la charla y luego escribir y compartir con sus compañeros el comienzo de sus propias autobiografías. Lo que surgió desde allí fue verdaderamente asombroso. Tiempo después, ellos también se sorprendieron cuando, a mediados de año, les leí lo que Zambra, finalmente, había escrito en Literatura infantil sobre el Proyecto nacimiento.

Formas de volver a casa, formas de volver al padre

“¿Qué clase de espejo es un hijo?” se pregunta el autor de Literatura infantil. Quizás esta pregunta es el doblez de otra que se formula Zambra en Formas de volver a casa: “¿De qué tienen cara nuestros padres? Pero nuestros padres no tienen cara realmente. Nunca aprendemos a mirarlos bien”. Pienso que este libro reciente es una suerte de continuación de Formas de volver a casa; Zambra se brinda aquí otra oportunidad, otro intento, para atisbar más de cerca en el rostro de su padre. Ya que ahora él mismo se ha convertido en padre. Y acaso, desde este momento de su vida, comienza a reconocer lo que hay de su padre en él, empieza a caer en la cuenta del parecido que tampoco nuestros hijos, al principio, suelen reconocer en nosotros. Y mientras en Formas primaba la mirada del hijo, ahora se construye el espacio de diálogo y reconocimiento entre ambos: “-Ahora podemos hablar”, y el padre responde “-Siempre hemos podido hablar”. Desde el fútbol, desde la pesca y desde las lecturas compartidas se delinea un nuevo rostro del padre, que antes era silencioso e inaccesible. Porque padre e hijo leen juntos y, como en una escena del film El río de la vida, toman conciencia de que la vida no es una obra de arte y que los momentos mágicos no perduran para siempre. La literatura entonces sirve para desafiar el tiempo y poder mirar a los ojos a aquellos a quienes tenemos más cerca.

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