En distintas notas aparecidas en este medio venimos abordando la manera en que la literatura argentina ha dado cuenta de importantes hechos políticos del siglo XX. Una gran parte de esta clase de textos se refieren al peronismo y en consonancia con ello hemos dedicado diversas notas a ficciones concernientes a este, tratando de mostrar distintas maneras en que ha sido abordado. Así, nos hemos referido a los textos de dos de los más conocidos escritores de clara perspectiva antiperonista, como Beatriz Guido (4/6/23) y Jorge Luis Borges (30/7/23). Asimismo, nos hemos ocupado de autores que han escrito narraciones relacionadas con Eva Perón, como Rodolfo Walsh (16/7/23) y David Viñas (8/10/23). En esta ocasión, también abordaremos una narración relativa al peronismo, formulada con un enfoque distinto a los citados. Nos referimos al cuento “Cabecita negra” (1962), de Germán Rozenmacher.

Para comenzar, digamos que es un relato que por su temática (conflicto entre clases sociales) puede dar pie a fuertes debates, como efectivamente ocurrió a partir de un artículo de opinión publicado en enero del año pasado, donde el abogado y periodista Marcelo Gioffré aludía al cuento como una manera de introducir su argumentación.

Recordemos brevemente la trama del relato. El principal personaje es el señor Lanari, quien es un comerciante que ha conseguido una posición económica relativamente buena, cumpliendo ciertas aspiraciones propias de una persona de clase media. Él se encuentra solo en su departamento porque su mujer e hijo han ido a la quinta de fin de semana. Como tiene insomnio, sale a la madrugada a fumar al balcón y estando allí escucha gritos de una mujer. Entonces baja y encuentra a una joven “cabecita negra”, sentada borracha en la puerta de un hotel. En ese momento, aparece un policía, también “cabecita negra”, que lo acusa de “viejo baboso”, amenazándolo con llevarlo a la comisaría. Para calmarlo, Lanari lo invita a subir a su departamento a beber un coñac, ante lo cual el policía acepta y junto a la mujer van al departamento. Allí, se revela que el agente era hermano de la mujer y que pensaba que Lanari era culpable del estado en que ella estaba. Finalmente, la mujer le aclara el malentendido a su hermano. Lanari se duerme, despertándose a la mañana, viendo todo revuelto y con un profundo sentimiento de inseguridad, nacido de una sensación de “invasión” que ha sufrido por la indeseada presencia de los “cabecitas negras” en su departamento. Por ello, según Ricardo Piglia, este cuento puede interpretarse como “la historia cómica de una pesadilla pequeñoburguesa”.

Precisamente, esa sensación de “invasión” que tiene Lanari, es lo que lo conecta con otro cuento donde los protagonistas tenían un sentimiento similar. Nos referimos a “Casa tomada” (1951), de Julio Cortázar, relato que, según una perdurable interpretación de Juan José Sebreli, expresaría la sensación de invasión que el cabecita negra provocaba en la clase media, aunque de un modo acorde al género fantástico. De hecho, esa intertextualidad aparece explícitamente en “Cabecita negra”: “Era como si de pronto esos salvajes [los dos ‘cabecitas negras’] hubieran invadido su casa. (…) Esa china que podía ser su sirvienta en su cama y ese hombre del que ni siquiera sabía a ciencia cierta si era un policía, ahí, tomando su coñac. La casa estaba tomada”.

Esa remisión al cuento de Cortázar no es casual, ya que en el relato de Rozenmacher el conflicto se produce precisamente entre un personaje de clase media y dos “cabecitas negras”. Recordemos que Cortázar tenía una postura antiperonista que lo llevó a marcharse del país en la época del gobierno de Perón a principios de los años 50. Por ello, el cuento de Rozenmacher puede interpretarse como un replanteo de “Casa tomada”, como una respuesta crítica al cuento de Cortázar desde otra perspectiva ideológica. Al respecto, debe tenerse en cuenta que, a diferencia de lo ocurrido bajo el gobierno peronista cuando la mayoría de los intelectuales había tenido posiciones antiperonistas (entre ellos, Cortázar), cuando “Cabecita negra” aparece en los años 60 numerosos intelectuales adhirieron al peronismo (entre ellos, Rozenmacher).

Al principio de esta nota señalamos que el cuento de Rozenmacher integraba una de las variadas maneras en que el peronismo ha sido abordado por la literatura argentina. Si bien en el relato no hay menciones claras sobre el peronismo, indudablemente los “cabecitas negras” remiten a este, como puede verse por ejemplo en este fragmento: “El señor Lanari recordó vagamente a los negros que se habían lavado alguna vez las patas en las fuentes del Congreso. Ahora sentía lo mismo. La misma vejación, la misma rabia”. Asimismo, las mencionadas relaciones intertextuales entre “Casa tomada” y “Cabecita negra” muestran que, aún con tópicos relacionados, el peronismo ha sido motivo de variadas (y hasta enfrentadas) perspectivas por parte de nuestra narrativa.

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Carlos Cámpora - Licenciado en Letras, magíster en Sociología de la Cultura.