Lace unos años se incorporaron al mobiliario urbano unos vistosos refugios para pasajeros en paradas de ómnibus. Aún pueden verse sus restos desmantelados sobre avenida Mate de Luna y barrio Norte. Su diseño era propio de Dinamarca, por el costoso acero inoxidable con techos transparentes acrílicos -para recibir el escaso sol que tienen en aquel país- y sobre todo para una población de cultura superlativa con el cuidado de la ciudad. Tucumán es todo lo opuesto. El sol puede partir cabezas y el vandalismo hace estragos con los materiales caros y atractivos para el daño. Fueron fácilmente robados y destruidos; con piedras y grafitis. Sin dudas, hubo fallas en el diseño y el criterio empleados. Hoy poco queda de los refugios. La gente sufrida se sienta en los bordes de los caños. Nada de esos techos quebrados da refugio de la lluvia y del sol. Los asientos desaparecieron. Los acrílicos pintados y peligrosamente rotos pueden lastimar a cualquiera que se apoye accidentalmente. De la publicidad que siempre va adosada quedaron carteles inútiles y cortando el paso por su mala ubicación. En concreto, una pésima imagen para la ciudad, que ya de por sí es una de las más sucias y feas del país. La crítica pretende ser constructiva. Por administración y con poca inversión relativa se pueden recuperar, eliminando los acrílicos de los techos y cambiando por chapas prepintadas. Eternas y con sombra. Y los asientos son recuperables con tubos pintados o maderas duras. Todo sobre las estructuras existentes que son de buen material y resistentes. Además hay que eliminar los carteles ya inútiles, para dar una circulación más fluida alrededor de los refugios. Una manera de recuperar elementos de la ciudad de a poco, en un contexto de escasos recursos.

Daniel Mas

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