“Aquí ya no es posible la vida”. Es lo que afirma Ermelinda Medina, madre de tres niños, en su refugio de evacuada en el Centro de Integración Comunitaria (CIC) de Niogasta (Simoca). Ahí está con tres de sus hijos desde hace una semana cuando desmadró por segunda vez en el año el río Chico y el agua terminó por destruir su casa. En el lugar también están amparadas otras 10 personas (tres familias). La de Marcelo Pacheco permanece en ese sitio desde principios del 2023 sin encontrar otro lugar en donde instalarse.

Ermelinda cuenta su desgracia mientras sale en ojotas a la calle y pide por favor a los operarios de la comuna local -que se movilizan en un tractor- que le trasladen una ventana de madera y vidrio hasta Monteagudo. Es algo de lo poco que sobrevivió al nuevo embate del Chico. Dice que en ese pueblo ubicado a cuatro kilómetros, construye su nueva casa. “Mañana lo haremos señora, porque hoy tenemos que terminar un trabajo”, le prometen.

ENTRE GARZAS Y CHARATAS. A raíz de las constantes inundaciones, las aves comenzaron a asentarse en el cada vez más pantanoso paisaje.

“Compré con mi dinero un terreno y la comuna me está ayudando a levantar mi casita. En este suelo no se puede vivir. El agua nos devora”, insiste. La mujer se incorporará a la legión de 25 familias que en un año emigraron de esa comunidad, expulsadas por el río. Otras 40 ya lo hicieron años anteriores para radicarse en La Madrid y Monteagudo. Las correntadas las despojaron de sus tierras y animales. Desde el CIC, y a lo largo de unos 20 kilómetros en dirección al dique Frontal, abandonaron sus casas más de 200 familias de parajes que también fueron sepultados por el agua. En el 2000 desapareció Esquina, en el 2015 Sud de Lazarte y ahora casi la mitad de Niogasta.

Devastación

En estos días el relieve de la zona es devastador. Tramos del camino de acceso permanecen aún anegados mientras personal de la comuna local trabaja en la reparación de los socavones que abrió el agua. Están en el afán de rehabilitar el tránsito.

AGUA EN TODOS LADOS. Hay sectores de la ruta que podrían desaparecer.

En la escuela 41 Roque Aragón hace varios días no se dictan clases. Colonias de garzas y charatas se han instalado en la zona, adaptadas al terreno ganado por el río. El salitre que comienza a fluir del suelo, como si se desangrara, y las aves, se constituyen para los vecinos “en señales de una batalla que parece perdida y de la que hay que replegarse”. Es lo que sostiene Segundo Salvatierra de 77 años, otro evacuado. “A uno ya no le queda otra alternativa que salir a buscar otras tierras más seguras. Esto está quedando ya solo para las charatas” se lamenta.

La resistencia

EL REFUGIO. Así viven las tres familias que fueron evacuadas al Centro de Integración Comunitaria de Niogasta (CIC).

Pese a todo, hay jóvenes dispuestos a salvar el pueblo. Maira Salvatierra, que integra la Fundación Minkay, es una de las que se puso al frente de ese desafío, y tiene su razón para no claudicar. Hace una década el agua obligó a Maira y a sus padres a abandonar la casa que habitaban en Sud de Lazarte. Ahora con su madre enfrenta el mismo trance, pero esta vez carece de los recursos necesarios para conseguir un nuevo terreno y vivienda. “No se debe naturalizar una situación como la que vivimos con frecuencia, por eso nos urge visibilizar este drama para que las personas que tienen la responsabilidad, la autoridad y el compromiso con el pueblo, se hagan presentes y avancen en gestión de proyectos a fin de que la situación de todos nosotros mejore” dijo.

“Lo que vivimos no es algo que pasa y listo. Después seguimos igual: familias afectadas, aisladas, que deben caminar kilómetros en medio del agua para poder comprar alimentos, ir a trabajar o estudiar” agregó. “Se vive aquí en condiciones de riesgo permanente que involucra a niños y adultos mayores que están enfermos y necesitan medicamentos. Frente a esta emergencia se necesita actuar con recursos que el Estado está obligado a brindar” remató.

Apertura en el Frontal

El comisionado comunal Ariel David sostuvo que la solución a los problemas de Niogasta está en los trabajos de apertura que necesita el río a la altura de la desembocadura del Frontal. “Es una labor importante que se debe ejecutar a fin de evitar que el Chico se siga abriendo hacia el oeste. Para esto hay que conseguir los recursos necesarios. De lo contrario todo el esfuerzo que realiza la Provincia y nuestra repartición va a seguir siendo en vano. Ahora el Chico es un río descontrolado”, advirtió.

David aseguró que este año numerosos operarios trabajaron sin descanso y hasta los feriados para lograr el alteo de 10 metros de las orillas a lo largo de tres kilómetros. La Provincia envió maquinarias. Además precisó que se instaló como defensa más de 3.000 bolsas con arena. David agregó que la comuna no solo se aboca a tareas que procuran infructuosamente la contención del río, sino también en a la reparación de los daños que provocan las aguas en caminos y la asistencia a los damnificados. La comuna adquirió en el paraje El Rodeo un terreno a fin de que las familias en emergencia se reubiquen ahí. Pero hasta ahora nadie lo hizo. Consideran que ningún inmueble próximo a la zona es seguro. Por eso, los que pueden, prefieren emigrar a Monteagudo o La Madrid.