¿Y ahora? ¿Cuál será el argumento? La cuestión es así: desde distintas usinas -prensa, redes sociales, algunos protagonistas- vienen machando desde el primer día con que la Copa América está “acomodada” para la vuelta olímpica argentina. Mexicanos y chilenos pican en punta con esta cantinela, pero en el camino van sumando adherentes. De repente empieza a instalarse ese discurso, al punto de que le preguntan a Lionel Scaloni en conferencia de prensa sobre arbitrajes presuntamente simpáticos y complacientes con la albiceleste. Así que el clima se va espesando con el correr de las fechas. Vuelve entonces la pregunta inicial, ¿y ahora qué van a decir? Al cabo de esta batalla, ¿insistirán con lo mismo? 

Hay que separar los tantos. El funcionamiento del VAR en Estados Unidos, hasta aquí, ha sido pésimo. Hubo indudables perjudicados: el local (porque Uruguay les marcó un gol decisivo en off-side), Chile (porque no expulsaron al canadiense Bombito tras un codazo criminal) y Brasil (por el penal a Vinicius, no concedido, durante el duelo con Colombia). Los árbitros revolotean en la misma sintonía con ese VAR cuanto menos inepto. Por eso, si de marcar diferencias con la Eurocopa se trata, aquí hay una determinante: allá el sistema funciona; acá hace agua. Pero otra cosa, muy diferente, es comprar la teoría chilena de que les robaron el partido con Argentina. Un poco de seriedad, por favor.

El otro “arreglo”, siguiendo este “¿razonamiento?”, pasaría por el fixture, al que leen como una autopista que llevará a la Selección a la final. Esto implicaría que hubo corrupción al momento del sorteo (las históricas “bolas frías y calientes”), concepto que merece el hashtag #bastadellorar. El problema -para los detractores- es que México, el potencial adversario en semis si ganaba su zona, se hundió en su propia mediocridad. Auguraban un falso clásico Argentina-México en esa instancia, pero resulta que allí estará Venezuela o Canadá. ¿Qué culpa tiene la Selección?

Pero todo esto no es otra cosa que una falta de respeto a Ecuador, que jugó mejor y puso en jaque al campeón del mundo. El arbitraje del uruguayo Matonte fue malísimo desde la conducción del juego y el control del juego brusco, pero irreprochable al cobrar el penal por la mano de De Paul y al desestimar cualquier ruido en la jugada del empate de los ecuatorianos. Nada que decir, nada que criticar desde ese punto de vista. Al contrario, ¿por qué frenó a Julián cuando se iba solo rumbo al área de Domínguez? (jugada en la que Scaloni, todo un caballero, exculpó a Matonte). La pavada del “arreglo” queda de lado, la reemplazará seguramente la queja por la suerte que acompaña al defensor del título. Hablar, y sobre todo escribir en redes, sigue siendo gratis.

Este hilo nos conduce al duelo del martes. Ya sean venezolanos o canadienses los que estén al frente, lo más probable es que sea un choque durísimo, muy físico. Para cualquiera de los dos será el compromiso más importante de su historia futbolera. Queda claro entonces que un rendimiento similar al de Houston puede ser letal. En algunos pasajes Ecuador volaba en la cancha, mordía, apretaba. Y jugaba. Se vivía una suerte de deja vu, remitiendo a aquel partido que Uruguay le ganó a la Selección en las Eliminatorias. ¿La diferencia? Emiliano Martínez.  

Así como los adjetivos para calificar a Messi están exhaustos, la creatividad también se agota buscando metáforas que pinten al arquero. Es mejor mirarlo y disfrutarlo. Lo de Leo, directo al travesaño, es una anécdota más de su saga fantástica. La diferencia con tiempos remotos es que desde hace rato este equipo lo viene ayudando.