“Me decían que el fútbol era un deporte de varones”, recuerda Cristina Nieva. La superación no fue opción para ella. Desde niña afrontó una vida repleta de críticas y comentarios negativos. Nada frenó el amor por la pelota al punto de convertirse en una de las primeras arqueras destacadas de la Liga Tucumana. Tal es así que junto con el Círculo de Oficiales logró hacer historia. “Fuimos campeonas del primer torneo oficial de la Liga Tucumana que se jugó el 2.000”, dice.
Los goles fueron el primer amor que encontró en el deporte. Delantera por naturaleza; arquera por obligación sería la mejor manera de resumir la historia de Nieva. A los cinco años, la obsesión era marcar y lograr el ansiado festejo. Ese que te daba el aval de “buena jugadora”. “Jugaba con mis amigos del barrio. Siempre hacia equipo con varones porque no era común ver mujeres en el deporte. No te aceptaban. Me cargaban y me decían cosas feas. Pero nunca me importó y tampoco dejé de jugar al fútbol”, reconoce. “La gente bajó mucho ese machismo. Ya no está tan presente en la sociedad de ahora y es diferente en el modo en el que ven a las chicas. Pero, las jugadoras siguen siendo entrenadas por varones. Creo que todavía falta una gran figura que las inspire. Una Messi o una Maradona. Debería aparecer algo así para que se vuelva masivo”, agrega.
La fortaleza mental fue una característica heredada de su abuela Justina Sosa, la impulsora de que Cristina continúe ligada al fútbol. “Ella se hizo cargo de mí porque mi mamá murió cuando tenía un año. También estaba mi papá Juan Pablo, pero mi abuela fue mi figura materna. Me acuerdo que ella me decía: ‘si queres jugar, jugá’. También, como me gustaba el fútbol, me compraba las pelotas para jugar. Claro; de goma eran las que me regalaba porque las de cuero eran carísimas. Imposibles de comprar para nosotras. Pero, con eso jugábamos en la calle. Es un recuerdo que me marcó demasiado”, dice.
A diferencia de la actualidad, la infancia de Nieva no estuvo atravesada por un club en específico. Es más, en 1993, recién tendría su primera experiencia en una institución. “En Alem, fue la primera vez que fui parte de un equipo de fútbol femenino. Había muchas chicas que jugaban, pero no era lo mismo que en el barrio. Se notaba que muchas habían llegado por curiosidad y no eran jugadoras. No tenían tanta técnica y recién se estaban formando. Pero sabía que era un paso necesario para que todo esto crezca”, confiesa, mientras que asegura que el fútbol femenino estaba en una etapa prematura.
Villa Amalia presentó un proyecto ambicioso, que la convenció. Pero, Nieva reconoce que nunca terminó de cuajar. “No duró demasiado, pero sirvió para que nos conociéramos entre las chicas. Con ese equipo salimos a jugar varios torneos por plata en el interior de la provincia”, cuenta. “La Liga organizaba torneos, pero eran a modo de prueba. No había nada institucionalizado y recién estaba floreciendo”, añade.
Si bien las expectativas futbolísticas no estaban cumplidas, Nieva reconoce que forjó vínculos fundamentales para continuar ligada al circuito tucumano. “Conocí a Susana Leal, quien creó el equipo del Círculo, ella creó un equipo serio. Teníamos una responsabilidad diferente porque nos federamos y era otro tipo de competencia”, considera.
Nieva confiesa que el Círculo era un equipo que no contaba con todas las comodidades. “Era muy diferente a lo que eran San Martín y Atlético, que tenían su propio gimnasio o contaban con lujos porque tenían una mejor condición económica que nosotros. Nuestro equipo estaba formado por chicas que trabajaban en el limón o en la cortada de ladrillos. Todas teníamos orígenes humildes y éramos demasiado modestas. Eso nos convirtió en un equipo con mucha hambre de mostrarse”, comenta. “Para ganar fuerza en las piernas nos llevaban a correr al hipódromo sobre la arena y escalar las tribunas”, agrega.
Nieva, asimismo, valora que en el Círculo logró desarrollar la disciplina deportiva. “Una vez vino el profesor José Luis Décima. Él era policía y nos enseñó mucha disciplina. ‘Si ustedes quieren jugar a la pelota, me tienen que hacer caso a mí. Sino quédense a lavar los platos en sus casas’, decía. No se reía; no decía nada fuera de lugar. Parecía que estábamos en el servicio militar y él fue clave en nuestra formación”, recuerda.
El nuevo desafío llegó con varias novedades para Nieva. Sobre todo, la obsesión por el gol cambió por el amor por el cuidado del arco. “Jugaba de ‘7’ o de ‘9’. Pero, me hice arquera a la fuerza. Pasó que la chica que ocupaba el puesto dejó de jugar después de una derrota con Tucumán Central. Ninguna quería tomar esa responsabilidad; todas queríamos jugar. Pero, frente a la situación, me acerqué a Manuel Sosa, nuestro DT, para decirle que quería quedar. ‘No te veo y es mucha responsabilidad’, me respondió, pero después decidió probarme. Al principio, no me encontraba en el arco porque tenes que vivir en el piso. Además me costaba horrores jugar con las manos, porque toda la vida lo había hecho con los pies. Eso hace que sea un trabajo muy difícil”, cuenta.
La nueva posición la obligó a tener que pedir ayuda para perfeccionar su técnica. “Empecé a entrenar con ‘Iti’, que era el arquero de Amalia. Él me decía que vaya a entrenar con la Primera del club y hacía que me pateen para que aprenda a atajar. Me enseñó a salir a cortar un centro, armar una barrera y, sobre todo, me dejó en claro que la arquera tiene la obligación de armar la defensa. Entendí que tenía la responsabilidad de guiar a la “2” y la “6”, porque si las pasaban era medio gol”, indica. “Al principio, me daba vergüenza porque sentía que las chicas no me iban a hacer caso. Además, la capitana era Gabriela Guerrero y no creía que tenía que tomar ese poder. Pero después entendí que era necesario”, agrega.
Según Nieva, todo ese proceso llegó a su punto máximo en 2.002. “Ese año, alcancé un récord de más de 700 minutos sin recibir goles en el torneo clausura de la Liga. Llegué a la final con la valla invicta. Me acuerdo que LA GACETA sacó una nota donde decía si Ivelina Vallejo, la goleadora de San Martín, me rompería el récord”, dice.
Nieva, en tanto, reconoce que es fanática de Boca y de la Selección. Sin embargo, José Luis Félix Chilavert fue el referente que marcó tanto su vestimenta como su estilo de juego. “Usaba el buzo de él. Lo admiraba mucho y veía cómo se movía en el arco. También seguía al (Carlos Fernando) “Mono” Navarro Montoya y a (Roberto) “Pato” Abbondanzieri. Pero, ‘Chila’ era el que más me gustaba. Una vez intenté patear un tiro libre, pero no tenía su pegada”, explica.
En vísperas a la final de la Copa América, Nieva valora la aparición de Emiliano Martínez.”‘Dibu’ tiene una locura hermosa. Lo ves y es increíble la presencia que tiene. Te intimida con los movimientos y muestra seguridad plena a sus defensas. En la final con Francia, atajó un montón de pelotas, y la última jugada de Kolo Muani era imposible de tapar, pero lo hizo. Los chicos quieren replicarlo y por eso hay un boom de niños arqueros”, expresa, ilusionada con la selección de Lionel Scaloni. “Ojalá se nos dé”, cierra, expectante por el resultado de mañana.