Omarcito, el encargado del edificio de mitad de cuadra, me estaba dando el parte semanal de los sábados, cuando se acercó caminando Juan Nepomuceno Baigorria, “el último unitario”, y después de protestar por el aumento en el precio de las medialunas se agregó a la charla.

-¡La culpa es del Aguinaldo!- nos dijo.

- ¿Qué tiene que ver el aguinaldo con el aumento del dólar?- le pregunté.

-Es simple. Este engendro llamado Sueldo Anual Complementario, cuyo apodo “Aguinaldo” tiene reminiscencias y aromas de wing derecho brasilero, hábil y engañoso, significa un excedente de dinero circulante que frente a la inestabilidad económica, busca refugio en el dólar y lo hace subir de precio.

Luego me tocó intervenir y dije: -¿Y si el dólar hubiera bajado de precio?

-Es sencillo. ¡Es culpa del aguinaldo! Este maravilloso beneficio para los trabajadores que significa cobrar un décimo tercer sueldo, debe ser pagado por los empresarios que para hacer frente al mismo salen a vender sus tenencias en dólares para conseguir pesos y así hacen bajar el precio del dólar.

-No entiendo -dijo Omar- ¿Es un engendro o un beneficio laboral para usted? ¿Hace subir o bajar el precio del dólar?

-Mire amigo -explicó nuestro “lumen”- la ciencia económica no es para cualquiera. Hasta el “oxímoron” causa gracia. Pues raramente se puedan realizar experimentos controlados. No se pueden aislar variables. Es difícil reproducir fenómenos económicos y predecir los resultados. En definitiva, las leyes que formulamos los estudiosos de la “ciencia de la casa” como reza la etimología de la palabra economía, carecen de certeza y porque se usen cálculos matemáticos es casi una distracción, también se usan para calcular los litros de pintura para decorar una habitación y nadie arriesgará a decir que el pintor es un científico.

-Bueno, entonces es imposible saber si nos conviene “la lechuga”- dijo Omar.

-¡Y sí! -dije yo, mirando al encargado que apoyaba los dos brazos sobre el escobillón, para después asentar la pera sobre ellos, y miraba la vereda como buscando en los escaques de arcilla y colorante una respuesta que a guisa de “santo grial” le permitiera ahorrar unos pesitos.

-Bueno, muchachos, los dejo -nos dijo Baigorria.

-¡Disculpe!- Me atreví a interrumpir su partida y le pregunté: -Usted, si tuviera un pesito de más, ¿Qué compraría?

-Medialunas, pibe, medialunas…- y se marchó silbando un valsecito criollo, o al menos me pareció a mí, que ya no estaba seguro de nada “por culpa del aguinaldo”.

Miguel Ángel Reguera                      miguelreguera@yahoo.com.ar


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