Cartas de lectores: la culpa es del aguinaldo

17 Julio 2024

Omarcito, el encargado del edificio de mitad de cuadra, me estaba dando el parte semanal de los sábados, cuando se acercó caminando Juan Nepomuceno Baigorria, “el último unitario”, y después de protestar por el aumento en el precio de las medialunas se agregó a la charla.

-¡La culpa es del Aguinaldo!- nos dijo.

- ¿Qué tiene que ver el aguinaldo con el aumento del dólar?- le pregunté.

-Es simple. Este engendro llamado Sueldo Anual Complementario, cuyo apodo “Aguinaldo” tiene reminiscencias y aromas de wing derecho brasilero, hábil y engañoso, significa un excedente de dinero circulante que frente a la inestabilidad económica, busca refugio en el dólar y lo hace subir de precio.

Luego me tocó intervenir y dije: -¿Y si el dólar hubiera bajado de precio?

-Es sencillo. ¡Es culpa del aguinaldo! Este maravilloso beneficio para los trabajadores que significa cobrar un décimo tercer sueldo, debe ser pagado por los empresarios que para hacer frente al mismo salen a vender sus tenencias en dólares para conseguir pesos y así hacen bajar el precio del dólar.

-No entiendo -dijo Omar- ¿Es un engendro o un beneficio laboral para usted? ¿Hace subir o bajar el precio del dólar?

-Mire amigo -explicó nuestro “lumen”- la ciencia económica no es para cualquiera. Hasta el “oxímoron” causa gracia. Pues raramente se puedan realizar experimentos controlados. No se pueden aislar variables. Es difícil reproducir fenómenos económicos y predecir los resultados. En definitiva, las leyes que formulamos los estudiosos de la “ciencia de la casa” como reza la etimología de la palabra economía, carecen de certeza y porque se usen cálculos matemáticos es casi una distracción, también se usan para calcular los litros de pintura para decorar una habitación y nadie arriesgará a decir que el pintor es un científico.

-Bueno, entonces es imposible saber si nos conviene “la lechuga”- dijo Omar.

-¡Y sí! -dije yo, mirando al encargado que apoyaba los dos brazos sobre el escobillón, para después asentar la pera sobre ellos, y miraba la vereda como buscando en los escaques de arcilla y colorante una respuesta que a guisa de “santo grial” le permitiera ahorrar unos pesitos.

-Bueno, muchachos, los dejo -nos dijo Baigorria.

-¡Disculpe!- Me atreví a interrumpir su partida y le pregunté: -Usted, si tuviera un pesito de más, ¿Qué compraría?

-Medialunas, pibe, medialunas…- y se marchó silbando un valsecito criollo, o al menos me pareció a mí, que ya no estaba seguro de nada “por culpa del aguinaldo”.

Miguel Ángel Reguera                      [email protected]


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