Con cerrazón evidente en la visual del camino elegido, sin alternativas tangibles para aplicar como bombero si fuere necesario, demasiado creído de sí mismo y sin reparar en los daños que provoca un elefante cuando ingresa en un bazar, el gobierno nacional ha tenido una semana antipática, casi para el olvido desde varios ángulos. No sólo se ha mostrado como cualquiera de los mortales, dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras -y esto ha sido flagrante otra vez en materia internacional- sino que, además, en cuestiones económico-financieras se ha encerrado en una pajarera.
Una cosa es tener fe y otra es mirar únicamente su propio ombligo y en eso andan Javier Milei y los suyos, demasiado confundidos y sin variantes políticas, salvo la tarea de tejer y destejer que lleva adelante el Jefe de Gabinete, Guillermo Francios. Por ejemplo, en la cruzada que le ha impuesto el Presidente al ministro de Economía para que cierre lo más que se pueda la canilla de la emisión de pesos, que es una medida tan saludable como difícil de instrumentar para mantener los equilibrios de todas las variables en juego (el dólar, los precios y el nivel de actividad, básicamente).
Luis Caputo ha hecho al respecto una serie de malabares que han fallado notoriamente, sobre todo a la hora de dar explicaciones en relación a la madeja que tiene en sus manos con la cuestión cambiaria, ya que la compra de divisas genera expansión de la moneda en circulación y se propuso sacarla. A ojo de los mercados, por darle prioridad a esa instrucción del Presidente, que es algo de manual para un programa antinflacionario, el titular de Economía ha dejado flancos descubiertos, empeñado sobre todo en no retirar el cepo, a la esperan de que la mayor cantidad de planetas se alineen.
Si no se cumplen los pasos previstos, asustan desde el Gobierno, habría peligrosos nubarrones en el horizonte. No es para nada sencillo, pero no es cosa de que tanta verborragia dificulte el camino aún más, sobre todo cuando se hace tan evidente que se han modificado sobre la marcha varios objetivos iniciales, algunos de alta filosofía presidencial, la misma que llevo a Milei a la Casa Rosada. Los ministros son fusibles y no sería la primera vez que si todo sale mal, el “culpable” salte por el aire.
El titular de Economía primero trastabilló un poco cuando anunció a las apuradas y en una secuencia de dos o tres pasos, como si las medidas las hubiesen ideado sobre la marcha, la nueva modalidad de vender por el segmento más libre (CCL) parte de los dólares que ingresan al Banco Central por ventas al exterior. Los operadores dijeron entonces: ya que entran pocos dólares porque los chacareros esperan una devaluación y no venden y si parte de esos dólares ya no quedan en el BCRA, ¿cómo se recompondrán las Reservas para pagar la deuda? La respuesta fue que serán compradas con superávit fiscal, un gran mérito de todo el semestre que pasó, aunque no hay certezas de que esto se repita hacia adelante. Además, como no dice nada, se percibe que el FMI está mirando para otro lado y por todo eso, bajaron los bonos y subió el Riesgo-País.
En segundo lugar, Caputo solito se colocó la soga al cuello cuando disparó que “la moneda fuerte será el peso” y recomendó no comprar dólares y guardar la plata para pagar impuestos. Así, se la dejó picando a Cristina Kirchner por ejemplo, quien le retrucó maliciosamente (“haz lo que yo digo…”) con una gran dosis de verdad: “¿No era que los impuestos eran un robo del Estado, el peso un excremento y el dólar, la moneda que le iban a dar a los argentinos…? Más perdidos que turco en la neblina”, publicó en la red X. Luego, el ministro trató de edulcorar el mal trago y salió a explicar que “dado que los impuestos se pagan en pesos, si tenés ahorros en pesos hoy y los dolarizás, después vas a tener que volver a venderlos para pagar dichos impuestos”.
Cuando se quiere clarificar una explicación previa (“no aclares, que oscurece”), lo que se nota es que hay improvisación: fue “mala” de él y quedó 0-40. Pero, además, el mercado ha percibido que los objetivos del Presidente parecen haber sido torcidos por el ministro, a quien se lo observa como corrido de la filosofía que inspiró Milei. Quizás Caputo lo convenció de que una cosa es la teoría y otra es estar sentado en la botonera del día a día, pero lo cierto es que los objetivos parecen hoy diferentes.
También la política exterior libertaria suena a algo que no tiene reglas, quizás por la impronta del propio Presidente de salir siempre con los tapones de punta. Sin embargo, en la ocasión el desarreglo no surgió de él sino de su vicepresidenta, Victoria Villarruel quien se hizo eco del lamentable episodio que, en la euforia del festejo por haber ganado la Copa América, protagonizaron los jugadores de la Selección de fútbol cantando una canción racista y homofóbica que fue hit argentino en Qatar, pero que nada tenía que ver con el momento, ya que estaba dedicada a Francia. Su difusor en las redes, Enzo Fernández pidió respetuosamente disculpas: “no hay excusas”, dijo.
Cuando todo parecía que iba a quedar encapsulado, el gobierno argentino tomó cartas en el asunto y echó al subsecretario de Deportes, quien pidió que Messi y la Selección también se disculpen, pero además la Casa Rosada publicó un chauvinista posteo futbolero que decía que “ningún gobierno puede decirle qué comentar, qué pensar o qué hacer a la Selección Argentina Campeona del Mundo y Bicampeona de América”. El lamentable episodio tuvo en Villarruel una fuerte voz contra Francia que, para los usos diplomáticos, sonó demasiado nacionalista y para Milei y su entorno fue un balde a de agua fría (“no fue un tuit feliz”, matizó el Presidente), ya que él viajará la semana próxima a París y se reunirá allí con Emmanuel Macron.
“La Argentina es un país soberano y libre. Nunca tuvimos colonias ni ciudadanos de segunda. Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir. Basta de simular indignación, hipócritas”, expresó con máxima dureza Villarruel también por X. Al día siguiente, olvidando quizás que Brasil, España, Bolivia, otros varios y el Mercosur sobre todo, hubiesen merecido idéntico trato diplomático, pero además saltando todas las instancias de responsabilidad institucional y dejando pintada a la canciller Diana Mondino, la secretaria general de la presidencia, Karina Milei salió disparada hacia la embajada de Francia (su embajador se había quejado a la Cancillería al respecto) para pedir disculpas en nombre del gobierno argentino con la idea de salir del laberinto rápidamente y a efectos de que la reunión del Presidente en el Palacio del Eliseo no se cancele.
Todos estos desaciertos parecen tener un denominador común: el descontrol que provoca la improvisación a la que obliga probablemente la imprevisible impronta presidencial. Mirado desde su actual encierro, debería ser más fácil para los gobernantes notar que están cautivos de los mismos hechos que ellos promueven, Sin embargo, una característica notable de los libertarios es que parecen vivir feliz con eso, ya que se jactan de que, por ahora, el desgaste no les hace mella. Montados en la popularidad que le da la pelea contra la inflación, todo parece hacerse alrededor de esta creencia que, de momento, sigue siendo tangible, aunque ni se considere siquiera un desliz que la pueda poner en reversa.
En la dinámica del día a día, el gobierno nacional sólo atina a balbucear explicaciones que generan réplicas constantes que, en general, no son respondidas como se debe y provocan un nuevo salto de obstáculos. Aunque lo peor de todo es sumarle a este defecto central la lectura y difusión del “diario de Yrigoyen” en la que parecen haber entrado algunos en el Gobierno para engañarse y encubrir una realidad que puede abrumarlos, una especialidad que ha sostenido tradicionalmente la casta política a la que se ha venido a reemplazar.