Entre la inmensa variedad de juguetes sexuales, el “plug anal” (también llamado tapón o enchufe anal) ocupa un lugar destacado.

Como su nombre lo sugiere, consiste en un objeto especialmente diseñado para dar placer al ser introducido en el recto y/o facilitar la práctica del sexo anal.

¿Un invento nuevo? En absoluto: Frank E. Young, médico estadounidense, lo patentó en 1892 –inicialmente pensado para el tratamiento de las hemorroides y el estreñimiento- y lo llamó “Rectal Dilator”.

Sexualmente hablando: placeres escatológicos

Sin embargo, recién alcanzó popularidad a principios del siglo XX.

En la variedad…

Los tapones anales vienen de muchas formas, tamaños, texturas y materiales.

Por lo general se asemejan a un cono, con un extremo redondeado y el otro bruscamente estrechado a modo de “cintura” (que queda situada en el esfínter anal).

El otro extremo, acampanado, hace las veces de “tope”, para evitar que se deslice totalmente al interior del cuerpo.

En cuanto a los materiales, son muy diversos: silicona, látex, neoprene, madera, vidrio, acero inoxidable. Estos últimos son los más seguros, ya que previenen alergias, se adecúan a la temperatura corporal, son fáciles de limpiar y duran mucho tiempo.

Si bien suelen ser más cortos que los consoladores, también los hay de un tamaño considerable, y hasta vienen sets de a tres: principiante, intermedio y avanzado.

Algunos incluyen la posibilidad de vibrar de suave a muy fuerte, con un control remoto de manejo sencillo.

Hay acanalados, ondulados, similares a un pene.

Los más sofisticados “eyaculan” agua o líquidos viscosos…

Tema aparte son los adornos exteriores que muchos llevan pegados a la base: colas de animales con plumas o lana artificial (pueden ser el complemento de un disfraz), flecos de cuero, pedrería de imitación.

Cuidados

Como en otras actividades sexuales, se recomienda el uso de lubricantes (preferentemente a base de agua) y ser cuidadosos al insertar y extraer el butt plug.

Cabe señalar que utilizar preservativo puede hacer más higiénica esta práctica.

Fuera de estos juguetes de sex-shop, existe toda clase de mitos populares en torno a la introducción “accidental” de objetos.

Sobre todo porque a menudo las cosas van por mal camino o “se pierden” y es necesario recurrir a una guardia.

En los años sesenta, un estudio centrado en la literatura médica sobre el tema, registró el uso de elementos tan diversos como una manzana, un proyectil de artillería, un taco de billar, un pimentero, un pica hielo, un nabo, una longaniza, una cola de cerdo congelada, una zanahoria y hasta una manivela.

Igual de exóticas son las excusas esgrimidas por los pacientes. La historia habitual incluye el haberse sentado “sin querer” sobre el objeto mientras se estaba desnudo.