Las poblaciones que habitan la alta montaña comprendida entre el Valle de la Ciénega y Chaquivil vivieron jornadas de desesperación y dolor. Hicieron lo posible para salvar sus hogares y animales de las llamas de fuego que cubrieron más de 10.000 hectáreas sobre los 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar. En estas zonas la recuperación de la flora y fauna es mucho más lenta por lo agreste, tendrán que pasar varios años para que la forestación se recupere. Estos cerros que siempre nos impactan por su inmensidad y verdor durante los meses de verano ahora se tiñeron de negro, de luto por la quemazón de la vegetación y la muerte de los animales que no solo sirven de sustento para alimentación sino también de transporte para cargar mercadería, materiales o para los niños que concurren a las escuelas de la zona. Faltan varios meses para que lleguen las lluvias de verano que traerán nuevamente vida a estas tierras por lo que la supervivencia será muy difícil. Estos focos de incendio suelen originarse por negligencia de quienes prenden fuego para que vuelva el brote de pasto o para sujetar animales a campo abierto. Es necesario que pronto estas costumbres, erróneamente justificadas por ser llamadas ancestrales, sean penadas para que estas poblaciones puedan seguir viviendo sosteniblemente en esos hermosos cerros. Es necesario también que los tucumanos en general respetemos, cuidemos, y valoremos a estas poblaciones que hacen Patria viviendo en estos maravillosos parajes, y que seamos conscientes que de éstas montañas nos proveemos de agua potable y riego. Lo que pasó es un problema que nos afecta a todos, y una invitación a cada uno a cuidar la casa común.
Nicolás Paz Posse
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