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Caracterizados en el mundo por vivir cada acontecimiento con intensidad, los argentinos también atraviesan las celebraciones de la Navidad y el Año Nuevo desde un lugar profundamente emocional. Así lo grafica el último informe de Giacobbe Consultores sobre las Fiestas 2025, que revela que casi la mitad de la población (44,8%) concibe estas fechas como un evento familiar, por encima de su dimensión religiosa (30,6%) o comercial (20,1%). Esta impronta afectiva se refuerza en los recuerdos: el 75,6% asocia la Navidad de su infancia con experiencias gratas, un dato que ayuda a entender por qué, más allá de las dificultades actuales, las fiestas siguen cargadas de expectativas simbólicas.
Imagen extraída del último infome sobre las fiestas de Giacobbe & Asociados.
Sin embargo, el estudio de la consultora también expone las tensiones que atraviesan estas celebraciones. A diferencia de lo que podría estimarse por el contexto socioeconómico del país, la principal carga negativa no es económica sino emocional: el 47,4% señala a los duelos y las ausencias como el factor que más les afecta, aunque la situación económica sí aparece en un segundo plano con un significativo 28,6%. Aun así, el 80,8% mantiene como expectativa central la reunión familiar, lo que constata una persistente necesidad de encuentro, incluso cuando el clima emocional no es del todo favorable.
Desde la psicología, este fenómeno se explica en parte porque la familia, aunque no se elige, cumple un rol central en la construcción de la identidad y la personalidad. “En contextos como la Navidad, donde hay más intimidad y menos posibilidades de evitación emocional, aumentan los riesgos de desregulación”, explica el psicólogo Roberto González Marquetti (M.P 1460) quien señala que, a diferencia de otros encuentros sociales, las cenas familiares reducen los márgenes para esquivar conflictos latentes.
Según el informe, el 83,8% afirma que no se generan tensiones familiares, aunque solo la mitad de los encuestados dice reunirse con quienes realmente desea. En ese marco, la polarización política aparece como un obstáculo real pero acotado: apenas el 11,8% evita reunirse por diferencias ideológicas, mientras que la mayoría logra sostener los encuentros o directamente no presenta discrepancias políticas en su entorno cercano. Para Marquetti, muchas de estas discusiones funcionan como disparadores de conflictos más profundos. “En familias donde las necesidades emocionales básicas no están satisfechas, la intimidad suele transformarse en confrontación. Detrás de peleas aparentemente triviales, como ‘sacar trapitos al sol’, suele haber una búsqueda de reparación de heridas que nunca llega, porque la respuesta suele ser la justificación o la negación”, advierte.
Imagen extraída del último infome sobre las fiestas de Giacobbe & Asociados.
Otro factor que condiciona con quién se pasan las fiestas es la dependencia o la manipulación emocional. Según el especialista, estimular la culpa puede llevar a que una persona no elija con quién pasar la fecha, incluso cuando preferiría hacerlo con amigos u otros afectos. “Esa obligación suele generar predisposición a la ira o la tristeza, alimentando un círculo de malestar que luego se traduce en más culpa o castigo”, explica.
LAS CENAS ATRAVESADAS POR LAS PANTALLAS
Este es un fenómeno que cada año se vuelve más habitual. “No es lo mismo responder mensajes o salutaciones que aislarse consumiendo redes sociales sin registrar el entorno. Eso termina siendo una cena sin vínculos que es una forma de exclusión del encuentro”, señala.
El especialista sugiere estrategias simples para reducir el malestar: evitar conversaciones sobre logros o fracasos personales, elegir temas comunes que habiliten el humor, escuchar música que promueva un clima festivo y focalizar el intercambio con aquellos miembros de la familia con quienes existe mayor afinidad comunicacional. También propone aceptar que las emociones incómodas forman parte de encuentros familiares que atraviesan dificultades y que, en algunos casos, “darse la oportunidad de estar en bienestar, aunque sea con uno mismo, puede ser una decisión válida”.
Así, el informe de Giacobbe Consultores termina de trazar una radiografía ambivalente: celebraciones sostenidas más por la memoria afectiva y la necesidad de encuentro que por el entusiasmo, atravesadas por ajustes económicos, vínculos en tensión y una relación cada vez más crítica con los rituales tradicionales de fin de año.





















