No hace falta desplegar la extensa trayectoria de Érica Rivas, actriz. O sí, porque entre su María Elena de la tele y la novia sacada en uno de los “Relatos Salvajes” de Damián Szifron en el cine, más todos los escenarios teatrales que ha pisado, son muchas las películas, tiras televisivas y obras teatrales en que trabajó que quizás no hayamos visto. Pero sí hemos sabido de sus nominaciones y premios, así como del boca en boca de los públicos y de las críticas.
Esta vez se sube sola al escenario, y desde ahí dice “Matate, amor”, el celebrado unipersonal basado en la novela homónima de Ariana Harwicz que presentará hoy y mañana a las 21 en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601) con dirección -nada menos que- de Marilú Marini.
Rivas le cuenta a LA GACETA que esta no es su primera incursión en el monólogo. “Hice uno sobre los relatos eróticos de Marosa di Giorgio ya hace 20 años”, recuerda.
- ¿Cómo es la experiencia en esta obra, a la par de Harwicz y de Marini?
- Yo no siento que este texto sea para mí sola. Hay muchas personas a mi alrededor. Está la autora, que escribió un texto maravilloso con el que estoy muy imbricada; que me interpela muchísimo y que se me hace todos los días distinto. Después tengo a la directora, que más allá de que no esté presente porque ahora está en París, está siempre revoloteándome en su forma de dirigirme, con su forma de actuar también, en sus avales de actriz también.
- ¿Con Marini se conocían de trabajos anteriores?
- Sí; trabajamos como compañeras de elenco en “Las mujeres llegan tarde”, una película de Marcela Balza, y después fuimos haciendo distintos trabajos, como “Los sonámbulos”, de Paula Hernández. Con Marilú somos amigas, nos queremos mucho y yo la admiro muchísimo.
- En cuanto a la novela original de Harwicz, de donde parte la obra, ¿qué significó su nominación al Man Booker International Prize?
- Fue muy importante porque la expuso a ella como escritora y a la novela en sí en un lugar de gran visibilidad. A partir de ello fue traducida a muchos idiomas y tuvo un gran impulso.
- Texto original, adaptación, dramaturgia, dirección e interpretación; en todos los aspectos están involucradas ustedes, tres mujeres.
- Sí, y como dije no me siento sola en el escenario porque en el texto habitan muchos otros personajes. Hay algo sobre la condición de la soledad de la extranjera, de la extranjería en sí, que es uno de los temas más grandes dentro de la novela, de la obra de teatro y de todo el material de Ariana, de toda su escritura. Eso también es muy lindo de atravesar, de vivir, y de poner en el escenario para que también podamos vernos las mujeres como extranjeras en el mundo, a lo que es además la extranjería en sí; cómo se habita ese no lugar, esa no lengua, esa lengua que está siendo dicha sin que la gente de alrededor la pueda entender, porque Ariana escribe en Francia. Por eso se llama “Matate, amor”, de un modo bien argentino. Ella escribe en un idioma que no se entiende, es como una especie de código secreto. Eso me parece muy interesante. Además, porque al estar también el público, que en todos lados nos acompaña de una manera muy hermosa. En el teatro, el público también hace la obra que uno trae. Es una sensación extraña porque cuando digo que es un solo, un unipersonal, no me siento muy afín a esa forma de llamarlo. A lo mejor con otro material, sí, pero no con este.
Érica Rivas se diferenció de Francella por su apoyo a Milei- ¿Qué otros temas pasan por la obra?
- La maternidad. El personaje acaba de tener un bebé; está con un marido francés. Ese también es uno de los tópicos de la obra que está todo el tiempo torciendo el relato hegemónico de lo que es la maternidad al contar que no es lo que se ve en las publicidades, que no es lo que nos dicen acerca de cómo somos las mujeres cuando somos mamás. Esto pasa mucho además. Para mí fue una sorpresa muy grata, y muy punk también, leer en el libro esa rabia que te da, de que no pertenecés a lo que se supone que te tenía que pasar siendo mamá. Y después, cuando me di cuenta de que eso no le pasaba a casi nadie, me dije que era interesante poder abrir esa puerta de las casas, vernos a nosotras. Y no sólo, sino también a los hombres que se identifican con la forma pensarse como padres, en el maternar, en el paternar, que tienen que ver con lo que nos dicen que es, sino que es algo muy profundo, que tiene muchas capas, muchas dimensiones, idas y vueltas... y que no por eso deja de ser amor.
- ¿Se habla de la romantización de la felicidad, del cuerpo de la mujer, de la familia como célula?
- Como feministas sabemos lo que son las estadísticas en cuanto a la violencia de género. La familia, la bendita familia también te puede llegar a matar. En los datos de la realidad todas tenemos amigas, hermanas y gente conocida que ha vivido situaciones terribles en el contexto familiar. Por eso esta es una buena manera de contarnos entre nosotras lo que nos pasa; poder también identificarnos como hijos, hijas, como maridos; poder abrir la mirada y sacarnos un poco de ese limbo que sería la familia.
- Fuera de la obra, ¿cómo es tu familia?
- Tengo mucha suerte: mi familia es divina.
- Dentro de la obra, todo lo serio de la temática se armoniza con bastante humor.
- Sí, en medio de una temática rígida hay mucho humor; es decididamente desopilante.
- ¿Qué te viene dando esta puesta?
- Estoy muy feliz, además soy coproductora de la obra con Marilú, así que estoy muy contenta de poder llevarla a distintos escenarios. Todo hacemos nosotras, de motu proprio, con nuestros propios recursos, y es un privilegio tener la posibilidad de dar a conocer este texto con todo que provee.