La inseguridad tiene causa remota y se origina por distintos factores. Desde los albores de la civilización en toda organización conformada por los habitantes un mismo lugar, cualquiera sea su importancia, el hombre, como ser preeminente y privilegiado debe vivir en sociedad, y resulta necesaria e inevitable la presencia de un organismo que guarde el orden y se preocupe por la seguridad de su componentes. Ante esa necesidad se crea la Policía (del griego “politeia”, gobierno de una polis, o gobierno de una ciudad), como una institución que tiene el honroso cometido de brindar seguridad a la ciudadanía en su conjunto. La importancia de la Policía y su protección en el medio social tiene repercusión en todos los quehaceres comunitarios. La actividad va más allá de cualquier tarea retribuida para pasar a convertirse en estructura constituida y dinámica en la sociedad a la que sirve. De manera que, como está próxima y reaccionando ante el delito, que lo toca, lo huele, lo oye y debe enfrentarlo, tiene la obligación de capacitarse cada vez más y buscar el perfeccionamiento para dar bienestar general a la comunidad, empujada por la sagrada vocación de servicio que une al policía en tan particular y singular profesión. Y es porque tienen herencia de “héroes callados”, pilares de una sociedad pujante y, en nuestro caso, de una institución policial honorable. La Policía es defensora de la verdad y estimula la justicia. Busca soluciones a las constantes problemáticas que, todos los días, la delincuencia organizada le presenta a la comunidad. Dispone de seguridad para los poderes del Estado. Ejecuta y hace cumplir el mandato de la ley. Su tarea más trascendente es la de prevenir, para que el accionar sea una última instancia. Es decir que cuando los medios preventivos hayan sido superados, debe el policía en esa conmoción mantener el tenaz equilibrio emocional, conducente a preservar la vida y la propiedad privada, restableciendo así el orden y la tranquilidad social.

Guillermo Corbalán Costilla

Marcos Paz 640, 3° “31” - San Miguel de Tucumán