Vivimos en una sociedad que le da cada vez menos valor a quienes nos dieron todo. Cada vez más invisibles a medida que avanzamos en ciencia y tecnología, nos olvidamos del amor, la gratitud y la empatía. Hoy nuestros adultos mayores sufren el abandono de sus hijos, violencia, maltrato y lo peor, el destrato, son objetos en algunas familias, porque solo sirven si tienen ingresos, que sus hijos puedan utilizar, dejándolos totalmente dependiente del entorno familiar, que si quieren les da y si no pasan necesidades, maltrato económico; otros solo sirven para que los hijos los usen de alquiler, viviendo en sus casas y esperando el momento que la persona ya no pueda seguir teniendo ingresos, entonces se vuelven un estorbo, que incluso los lleva a sufrir violencia física y emocional. Otros van directamente al hogar de ancianos, cuando toda su vida lucharon por la casa que soñaban disfrutar, con su pareja e hijos. Algunos porque la vida, las obligaciones, incluso su nueva familia, los lleva a ser desagradecidos, a no darse tiempo para los padres, porque creen que estarán ahí siempre. Pero en muchos casos, es porque creen que ser pobres es no tener lujos, por lo tanto, dedican su vida a los bienes materiales, viven para acumular riquezas, sin tiempo de disfrutar y compartir la vida con sus seres queridos, que equivocados están, los verdaderamente pobres, son los que teniendo todo, no tienen quién los abrace con cariño, los cuide y respete, los espere ansiosos para contar lo que vivieron ese día, porque no tuvieron tiempo de enseñar esos valores con ejemplos. Hagamos un cambio desde ahora como sociedad. Porque la vejez es un camino que todos vamos a transitar, si Dios nos da el privilegio de conocerla. Queremos niños sanos emocionalmente, cariñosos, compasivos y empáticos, enseñemos desde ahora con ejemplos, los niños imitan lo que ven y escuchan. Nuestros actos los define. Queremos una mejor sociedad, cuidemos como criamos a nuestros niños. Cortemos este problema social que tenemos para las próximas generaciones. Enseñen que la fortaleza, no es luchar solo en este mundo, si no aprender a demostrar los sentimientos, saber gestionar las emociones, pedir ayuda cuando sea necesario nos hace fuertes, física, mental y emocionalmente. Queremos un cambio, empecemos analizando cómo estamos criando a nuestros niños. Los valores se forman en el núcleo familiar. Nunca nos olvidemos de eso.

Elisa Angélica Pombo

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