El Gral. José de San Martín, nuestro máximo héroe y “Padre de la Patria”, partió a Europa el 10 de febrero de 1824, con tan solo 45 años, después de haber liberado a Argentina, Chile y Perú y haber perdido a su esposa en 1823. En 1825, ya residiendo en el viejo continente, redactó las “Máximas” para su hija Merceditas donde él sintetizaba sus ideales educativos. En 1829 intentó el Gral. regresar a Buenos Aires y solo arribó a Montevideo y, sin pisar Argentina, regresó a Europa en el buque “Lady Wellington” en el que iba a ir a su exilio definitivo. En 1834, se situó y vivió en Gran Bourg, cerca de París, y finalmente en 1848 se trasladó a Boulogne Sur Mer a donde él terminará sus días pasando a la inmortalidad en 1850. Estando en París, en octubre de 1827, le escribió a su ex secretario y leal amigo, Tomás Guido, la siguiente carta que transcribo a continuación: “Mi querido amigo: hoy le contaré algo sobre mi persona. Aunque le resulte extraño no veo ni trato a persona viviente, porque como resultado de las guerras he tomado cierta distancia de los hombres. Vivo en una casita de campo, a tres cuadras de la ciudad, en compañía de mi hermano. Las mañanas las ocupo trabajando en mi jardín y en mi taller de carpintería, por las tardes salgo de paseo y en las noches leo y releo libros alegres, he aquí mi simple vida. Usted se preguntará si soy feliz. Sí, amigo, verdaderamente lo soy, pero créame que igual hay un hueco en mi felicidad ¿y sabe cuál es? No poder estar en Mendoza. Usted se reirá de esto, hágalo si quiere, pero le aseguro que prefiero la vida que tenía en mi chacra antes que las ventajas que presenta la vida culta de Europa. Deseo pasar mis últimos días allí, y en verdad no pido otra cosa en consideración a los servicios que creo haber prestado a mi amada América. Su amigo y confidente José de San Martín.” El Gral. falleció en Boulogne Sur Mer (Francia) el 17 de agosto de 1850 a los 72 años, en compañía de su hija, yerno y nietos, no pudiendo concretar su anhelo de volver a su querida patria y en especial a Mendoza. Y aunque nuestro héroe máximo fue un hombre sencillo, un grande de verdad, murió alejado de su tierra pero siempre estará presente en el corazón de nosotros los argentinos. En 1966, en ocasión del centenario de la muerte de Tomás Guido, su amigo, trasladaron sus restos desde la Recoleta al mausoleo de la Catedral Metropolitana a donde descansan juntos a los del Gral. San Martín. ¡Qué bien nos viene por estos días recordar algunas de sus máximas! y que son sabias palabras de vigencia plena: “Inspirar amor a la verdad y odio a la mentira”, “Inspirar sentimiento de indulgencia hacia todas las religiones”, “Inspirar amor por la Patria y la Libertad”. ¡Nuestro homenaje sincero al Gran Libertador!

Juan L. Marcotullio                         

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