Por María Eugenia Villalonga

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

Más de una década de vida tiene la feria de editoriales independientes de Buenos Aires, la FED, como se la conoce en nuestro ecosistema editorial, lo que confirma la vitalidad de una industria a pequeña escala que enriquece la vida cultural de nuestra golpeada sociedad, publicando lo mejor de la literatura contemporánea y haciéndonos conocer los primeros títulos de jóvenes autores de nuestro país.

Con 330 editoriales nacionales e hispanoamericanas, charlas, entrevistas a autores internacionales como la canadiense Marie-Pier Lafontaine, autora de Perra y Armas para la rabia, el noruego Thomas Reinertsen Berg, autor de El origen de las especias, ambos, publicados por Godot, la franco-senegalesa Seynabou Sonko, autora de Djinns, su primera novela, publicada por Sigilo, la española Luna Miguel, autora de Leer mata, publicado por Concreto editorial y la autora estadounidense Deborah Eisenber autora de Taj Mahal, Relatos y La venganza de los dinosaurios, todos por Chai editora, y sobre todo, muchos buenos libros con descuento. Sus organizadores, conscientes de la importancia que las librerías tienen en la difusión de los nuevos autores, eligieron premiar a aquellas que consideran le ponen un plus a este hermoso oficio, entre cuyos finalistas se encontraba Libro de Oro, de la capital tucumana.

Durante cuatro días, los lectores disfrutaron de todas estas actividades, pudiendo compartir con los responsables de esta heroica empresa, la de editar en forma independiente, la felicidad de acceder, de primera mano, a la mejor literatura y en un solo lugar y llevarse de regalo un libro escrito e ilustrado por autores argentinos cuyo tema, esta vez, fue la violencia.

Cuáles son los criterios curatoriales que llevan a los editores a publicar estos libros; cómo escribir en un mundo al borde del colapso; qué es lo que se juega en el cruce de dos prácticas en la novela gráfica; por qué los movimientos progresistas como los feminismos se han transformado en blanco de las peores críticas; cómo narrar la locura, las adicciones o la muerte; la escritura como denuncia en el límite de la literatura o escribir entre lenguas y la riqueza de la mezcla de tradiciones e identidades fueron algunas de las charlas que se dieron durante estas jornadas.

Con mucha, mucha gente y un clima de verdadera fiesta de la literatura, las caras de cansancio y felicidad de los editores a cargo de cada uno de los stands anunciaba que, contra todo pronóstico (los precios de los libros es el principal escollo para los buenos lectores), habían tenido buenos resultados en términos de ventas, lo que habla de una sociedad que, educada en instituciones públicas, masivas y de calidad, a pesar de todos los pesares, sigue apostando por la cultura como uno de sus principales bienes.

Librería “Libro De Oro”

Natalia Viola es la responsable de una de las seis librerías seleccionadas finalistas del premio a la “Mejor labor librera”. Ella nos cuenta que fue una hermosa noticia “porque de alguna manera significa que el trabajo que hacemos desde la librería es reconocido por quienes trabajan con nosotros, o sea, las editoriales independientes y sus editores”. También considera que es un gran avance en la mirada federal, tan necesaria para esta actividad y desea que sea el comienzo de un crecimiento mayor. “Las librerías independientes tenemos la enorme responsabilidad de ser refugio para las editoriales más chicas o que están fuera de la lógica comercial de las grandes cadenas. En eso radica nuestro valor: acercar los libros que nunca van a estar en los escaparates de las grandes expendedoras de libros”.

Con respecto a la circulación de los libros editados y escritos en Tucumán, considera que la buena distribución es un punto clave. “Los autores tucumanos y las editoriales tienen poco espacio para la venta, que es el último eslabón en la cadena de producción. Nuestra librería recibe constantemente ediciones locales, muchas de las cuales las acercan los propios escritores. Y esa es la realidad, no todos acceden a un circuito formal de distribución, ya sea a través de las propias editoriales o de distribuidores. De todas maneras, aunque esto sucediera, hay que formar a los lectores en la búsqueda de nuevos escritores, tucumanos o no, que no sean siempre los que ofrece el mercado. Es un trabajo que en el caso de la librería lo hacemos a través de los talleres y los clubes de lectura que funcionan aquí. Creo que debería replicarse mucho más, desde otros sectores vinculados a la cultura de la provincia. En todo caso, la compra de un libro es la punta del iceberg, por debajo tienen que existir lectores ávidos que busquen lo distinto, pero ¿cómo van a buscar algo diferente si no se les ofrece, si no lo ven, si no reciben reseñas y críticas que les despierten el interés? Creo que aquí las librerías independientes tenemos un rol clave y una oportunidad”. Tanto como los suplementos culturales, podríamos agregar, indispensables para la difusión de la buena literatura.

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María Eugenia Villalonga – Licenciada en Letras. Colaboradora de Perfil, Página/12, El Mercurio y El País.