Tucumán capital, Maipú al 400. Es Maipú entre Santiago y San Juan. Uno de los cuatro accesos al microcentro viniendo desde el norte, junto con 25 de Mayo, Virgen de la Merced (Rivadavia) y Balcarce. Son las calles que después de Santiago se angostan casi a la mitad de su ancho, porque ingresan al cuadrante más antiguo de la ciudad, donde todo se estrecha, aceras y calzadas.
Después volvemos con Maipú al 400, una cuadra insignia para comprender el desorden del tránsito.
Ocurre lo mismo cuando se accede al microcentro desde el sur, por Ayacucho, Buenos Aires, Congreso (sólo hasta San Lorenzo) y Entre Ríos, donde a partir de General Paz las calles y las veredas se achican.
Se trata de ocho cuellos de botella para entrar al área más concentrada de la ciudad y de imposible resolución física, más que transformarlos en peatonales o en semipeatonales, ya que la expropiación de inmuebles para ensanchar calles no es una opción en un sector plagado de edificios trascendentales y protegidos, nada menos que en una “Ciudad Histórica”.
Además, introducir más vehículos en un centro explotado sería retroceder cien años para ir a contramano de las actuales dinámicas urbanas.
Lo mismo pasa en los ingresos por el este y el oeste, desde las avenidas Avellaneda/Sáenz Peña hasta Salta/Jujuy y viceversa, ya sea por San Juan, Mendoza (una sola cuadra), y San Lorenzo, o al revés por Córdoba, San Martín, Crisóstomo Álvarez y Las Piedras.
Este primer pantallazo del plano neurálgico de la metrópolis nos muestra varios aspectos clave para la circulación, al margen del medio que se utilice, que es conocido y estudiado por los expertos, aunque ignorado por numerosos ciudadanos. Que para entrar al microcentro histórico desde el oeste tenés sólo tres posibilidades en un kilómetro de extensión: San Juan, 24 de Septiembre y San Lorenzo, ya que Mendoza tiene una sola cuadra habilitada, entre Salta y Junín. En cambio, desde el este hay cinco opciones.
Calles de un solo carril
La semipeatonalizaciones, como por ejemplo de 25 de Mayo/9 de Julio, vinieron a “sincerar” el verdadero tráfico, que es en rigor de un solo carril, como se observa en otras vías que no fueron transformadas y que corren en el mismo sentido, como Virgen de la Merced, Balcarce y Maipú. En estas tres calles, donde no se respeta la prohibición de estacionar y donde deben agregarse las doble filas permanentes, son en los hechos de un solo carril, con el agravante del desorden y la imprevisibilidad de no saber con qué nos vamos a encontrar. Algo que sí han resuelto las semipeatonales, sin doble filas, sin autos que se detienen y entran y salen para estacionarse, con una circulación constante, más fluida y menos estresante, como ya se ha demostrado. Si no se toman en cuenta los semáforos, a partir de Santiago es más rápido y ordenado atravesar el centro por 25 de Mayo que por Balcarce o por Virgen de la Merced.
En este escenario existen muchas opciones para ordenar el caos que representa trasladarse por uno de los microcentros más concentrados del país. Y no se trata sólo de propiciar una movilidad más ágil y armónica, sino también de contar con un corazón comercial más amigable, menos ruidoso, menos contaminado, menos violento y, quizás, hasta más verde.
Algunas de las opciones que los especialistas vienen estudiando desde hace años, aunque con escasa voluntad política que acompañe, son: expulsar a los ómnibus del cuadrante histórico, que además utilizan unidades con un tamaño desmedido para calzadas tan angostas, o reemplazarlos por coches más pequeños, lo que ya debería haberse aplicado si se cumpliera con una ordenanza que está vigente; avanzar con las peatonales y semipeatonales para desalentar el ingreso de vehículos y priorizar a los caminantes; en igual sentido, cobrar para ingresar en auto o en moto al macrocentro, modelo que funciona con éxito en varias ciudades europeas; extender la red de carriles exclusivos para el transporte público e implementar ciclovías, que es otra forma de reducir el espacio para vehículos particulares en algunas calles; generar incentivos y premios para los ciudadanos que se bajen del auto o la moto y se suban a una bici a un ómnibus o caminen; impulsar y subsidiar guarderías más económicas fuera de las cuatro avenidas y gravar más a las que están dentro del cuadrante antiguo; y, por último, aunque existen varias otras alternativas, que es la menos onerosa y más “realizable” en términos expeditivos y concretos, es profundizar y endurecer el estricto cumplimiento de las normas de tránsito, con postas permanentes en los accesos al centro para revisión de documentación, uso de cascos, estado de los vehículos, ruidos molestos, etc., lo que en un contexto de tanta ilegalidad, precariedad y transgresiones disminuiría sensiblemente la circulación motorizada.
El botón que demuestra
¿Por qué decimos que Maipú al 400 es la cuadra insignia que explica el caos? Es sólo un ejemplo de muchos, lamentablemente, pero lo tomamos como un caso testigo. Allí convergen varios de los problemas que son la matriz de lo que nos pasa a los tucumanos y por qué esta ciudad bate récords negativos a nivel nacional en calidad de vida. Se trata, como decíamos, de uno de los pocos y estrechos ingresos al cuadrante más antiguo de la ciudad y es por ello que allí está prohibido estacionar de 6 a 22, de lunes a viernes, y los sábados de 6 a 14. Sin embargo, se encuentra repleta de autos aparcados, de punta a punta, durante todo el día, incluso junto a los cordones pintados de amarillo en las esquinas, marca que amplía la prohibición de estacionar a 24 horas, los siete días, ya que un auto en ese espacio dificulta la visibilidad en el cruce de calles.
La contaminación sonora en el microcentroEsa arteria tiene tres carriles muy ajustados, con lo que se reduce a dos con riesgo de roce por los vehículos estacionados y a un solo paso, bastante estrecho, cuando hay un auto detenido en doble fila, algo que es constante, y se vuelve impasable para un camión, por ejemplo. Los embotellamientos son permanentes, con los consiguientes bocinazos a toda hora, de esa gente que delira que la bocina tiene la magia de abrir atascos, mientras aturde y le rompe la paz al ciudadano. Tampoco faltan los motociclistas que se suben a las angostas veredas para sortear el escollo, zigzagueando entre transeúntes.
Al margen del estacionamiento prohibido que no se acata, al igual que en decenas de calles tucumanas, en esa cuadra la mayoría de los autos pertenecen a policías de la Guardia Urbana, ubicada en Maipú 480, lo que es sencillo de comprobar ya que dejan chalecos, camperas o gorras policiales sobre el volante o los apoyacabezas de los asientos, a modo de advertencia de que son conductores impunes.
Aquí se conjugan la transgresión tucumana naturalizada, el abuso de poder de quien debería dar el ejemplo y la complicidad de las autoridades municipales que miran para el costado. El cóctel perfecto para entender por qué ningún Plan Integral de Movilidad Urbana podrá funcionar si antes todas las partes no cumplen con los mandamientos básicos. No estacionar donde no se debe tendría que ser el comienzo, el punto uno para empezar a solucionar el desastre.