A los 22 años, Tobías Paz Posse ya logró lo que muchos sueñan: es el mejor estudiante del último año de la Universidad Tecnológica Nacional-Facultad Regional Tucumán (UTN-FRT), con un promedio de 9.15. Actualmente está transitando la etapa final de la carrera de Ingeniería en Sistemas de Información y es el abanderado de su universidad.
Pero más allá de sus méritos académicos, este joven tiene sueños aún más grandes: establecerse como un ingeniero de software; crear Simple Software, un sistema de aplicaciones minimalistas que impacten la vida de sus usuarios; viajar por el mundo para luego regresar a su tierra natal, y devolver algo a la sociedad y a la universidad pública que le dio las bases para crecer.
En una visita a LA GACETA con motivo de una serie de notas especiales por el Día del Estudiante, Tobías Paz Posse cuenta que desde el primer año de la carrera forma parte del Programa Con Nosotros (PCN), una comunidad de entusiastas del software que comparten su conocimiento a través de charlas y talleres. En esta entrevista, el estudiante destacado cuenta sobre su compromiso académico; sus métodos de estudio; cómo enfrenta el estrés y las expectativas, y cómo logra un balance entre sus responsabilidades y pasatiempos.
-¿Por qué estudiar para sacarse un 10 si se aprueba con menos? ¿De dónde viene tu compromiso académico?
-Por un lado, siento responsabilidad y, por el otro, respeto. Estoy yendo gratis a estudiar, o sea, la gente está pagando por mi educación, así que tengo la necesidad de rendir cuentas. Si me están permitiendo estudiar, entonces, estudio. Obvio que también hay un compromiso con mis padres y algunas figuras de mi familia. También influye el deseo de autosuperación y el querer ser mejor para prepararme para el futuro.
-¿Por qué elegiste la carrera? ¿Te costó la decisión?
-Elegí ingeniería porque me gustan los números y la Física. Desde antes de empezar jardín, mi mamá me hacía preguntas de cálculo como ‘Si tengo $ 20 y mi hamburguesa cuesta $ 15,50 ¿Cuánto me devuelven?’. También era fan de la Física en el colegio gracias a una profesora que me marcó. Por otro lado, mi familia también influyó: tengo dos tíos ingenieros y uno de ellos trabaja en tecnología de vanguardia, en empresas como Google y Microsoft, lo que me inspiró. Al final, opté por Ingeniería en Sistemas porque veía la revolución tecnológica en marcha y quería entender mejor todo ese cambio.
-¿Cómo es tu rutina de estudio? ¿Cuál es tu método para concentrarte? ¿Cómo lidiás con el teléfono?
-Mi rutina varía. Los primeros años estudiaba en grupo donde nos motivábamos; compartíamos apuntes, resúmenes y tareas, y hacíamos llamadas de Discord con pizarrones virtuales. Luego, al disolverse el grupo por diversos motivos de la vida, empecé a estudiar solo y probé nuevos métodos como el active recall, que es ir respondiendo el texto como si todo fueran preguntas y las flashcards con un software para tarjetas con información.
Con respecto al teléfono… Es algo que me obsesiona un poco, para ser sincero. Veo constantemente mi cantidad de horas en pantalla, que trato de limitar de una o dos diarias. No tengo Instagram, TikTok ni Youtube: me distraía mucho con eso porque ahora todas las apps tienen esa función de videos cortos y adictivos.
Parece un poco irónico por mi carrera, pero, al ser consciente de que los ingenieros de software crean los celulares para usarlos el mayor tiempo posible, lo uso menos.
Otros métodos que aplico para disminuir el uso del celular son desactivar el Wi-Fi a las nueve de la noche; dormir a las diez, y usar la pantalla en blanco y negro. Además tengo un segundo teléfono con menos distracciones que me ayudó a ser más eficiente: en cualquier momento me paso a ese al 100%.
De hecho, uno de mis libros favoritos, “Minimalismo digital: En defensa de la atención en un mundo ruidoso” de Cal Newport habla sobre esto.
-¿Qué pasa si desaprobás un examen?
-Al principio, la emoción te puede llevar a un bajón tremendo, pero luego, cuando la procesás, empezás a aplicar un poco de raciocinio. Te das cuenta de que no tiene sentido seguir lamentándose por algo que ya no podés cambiar. Ya pasó, no está en tus manos. Lo único que podés controlar es cómo reaccionás ante esa situación. Podés seguir bajoneado o enfocarte en qué podés hacer diferente la próxima vez.
-¿Qué hacés aparte de estudiar?
-Siempre he sentido la necesidad de balancear el estudio con otras actividades. A veces salgo a caminar, andar en bici o hago algún deporte. Es vital encontrar un escape para no saturarse con la carrera.
Me gusta leer, pero no cosas relacionadas con mi carrera. Intenté, pero no me enganché. Prefiero la fantasía y la autoayuda, géneros que me encantan. Aunque no siempre aplico lo que leo, me divierte el arte de expresar un consejo o darle sentido a la vida a través de historias. Este año he leído unos siete libros, no es mucho, pero, cuando te metés, ni te das cuenta: el tiempo vuela.
También retomé el ciclismo, algo que tenía bastante abandonado. Vivir en Yerba Buena ofrece la ventaja de tener el cerro cerca y andar en bici es espectacular. Hago trekking los fines de semana con un amigo que hace de mentor. Y, además, desde primer año, formo parte de una comunidad llamada Programa Con Nosotros (PCN), donde programamos, y compartimos experiencias, charlas y muchas cosas más.
-¿En dónde y cómo te ves en cinco años?
-En cuanto a mis objetivos a largo plazo, me gustaría estar establecido como ingeniero de software en cinco años. Aunque estudio Ingeniería en Sistemas, y sé que el rol del sistema es más amplio y organizacional, quiero empezar por el lado técnico. Me apasiona, aunque el avance de la inteligencia artificial y la automatización me hacen dudar de cómo será este campo en el futuro.
Otro de mis sueños es crear un software simple, con pocos botones, que sea extremadamente funcional sin ser intrusivo en la vida de las personas. Incluso pensé en crear una marca con esta idea que se llame Simple Software.
No emigraría, pero sí viajaría a Nueva Zelanda, un lugar que me fascina. Una vez estaba en clases y le preguntaron lo siguiente a un profesor muy groso que trabaja en la industria del software: "si usted es tan capaz, ¿por qué sigue en la Argentina?". Él respondió: "yo me puedo ir a un país que funcione mejor, que tenga más plata, un mejor auto, pero ¿Por qué? Si yo acá en la Argentina puedo jugar al fútbol con mis amigos, comer un asado y disfrutar de los pequeños placeres de la vida, cosas no me las va a dar ningún otro país".
-¿Qué te gustaría aportarle a Tucumán?
-Me gusta la idea de traer de vuelta a casa los conocimientos que consiga fuera de la provincia. Retribuir algo a la universidad o la comunidad. Por ejemplo, mis mentores de PCN trabajaron en empresas de Uruguay y Estados Unidos; condensaron la información y la hicieron accesible para nosotros. Nos dieron talleres, charlas motivacionales y muchas oportunidades de crecimiento. Quisiera hacer esa devolución.
-¿Qué consejos les darías a los estudiantes universitarios?
-Me gustaría decirles que sepan que es un proceso, algo diferente para cada quien, más allá de las intenciones, de los compromisos y de la dedicación que uno le pueda dar. Cada uno tiene diferentes situaciones económicas, con sus propios obstáculos que superar. Que sepan que no es una competencia.
Yo tuve la oportunidad de acceder a los recursos necesarios: pude cursar con comodidad y no tuve que trabajar. Cada uno tiene su situación. Yo estoy donde estoy porque me dieron muchas oportunidades.
Uno no controla la familia en la que nace, la provincia en la que vive, ni su situación económica tan directamente. Lo único sobre lo que tenemos poder es nuestra reacción ante la vida y de cara a los problemas del día a día. Es como el truco: vos recibís unas ciertas cartas y vos decidís lo mejor que puedas según eso. No te podés enfocar en ser el mejor en la facultad si no tenés las otras condiciones cubiertas. No es porque estés haciendo algo mal, sino por los naipes que te tocaron.
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