La vida y la muerte están separadas por una delgada línea. En esa frontera, ellos han pasado muchas horas tratando de que siempre haya un final feliz. Curar cerebros enfermos y al límite es su especialidad. Los dos estudiaron en la UNT, lograron ser docentes de esa universidad y destacarse como médicos en el hospital Padilla. Son reconocidos a nivel mundial. Abraham y Álvaro Campero, padre e hijo, han escrito ahora una nueva página en su historia familiar y en su trayectoria profesional: Álvaro asumió hace poco como presidente de la Asociación Argentina de Neurocirugía hasta 2026. Su padre había ocupado el mismo lugar en el periodo 2012-2014.

“Es la primera vez que padre e hijo son presidentes de la Asociación Argentina de Neurocirugía”, dice Álvaro. Asegura que siente una doble responsabilidad de hacer las cosas bien, y al mismo tiempo un gran orgullo.

Abraham, de 80 años, confiesa tener una gran admiración por su hijo, de 52. Hasta hace una década operaban juntos. “Yo como ayudante, por supuesto. Porque Álvaro hace las cirugías mucho mejor”, explica el profesional, que se formó como neurocirujano cuando no había tomografías ni resonancias. Sin la precisión de esa tecnología, logró hacer los más complicados diagnósticos y operaciones.

Álvaro, que es jefe del Servicio de Neurocirugía del Padilla, se destaca por realizar las más novedosas intervenciones. En las salas de operaciones ha visto de todo. Las historias más duras vienen detrás de un accidente, de un tumor maligno o de un aneurisma.

En una entrevista íntima con LA GACETA, los Campero hacen un repaso por el pasado, el presente y el futuro de la neurocirugía. Abraham arranca contando que la primera vez que se hizo una apertura del cráneo y que se logró la sobrevida del paciente en el mundo, fue alrededor de 1890, de la mano de Juan B. Justo, médico argentino que luego se dedicó a la política. También en el país, según cuenta, fuimos pioneros en cirugías de la glándula hipófisis.

- ¿Cuáles son los desafíos actuales de la neurocirugía?

- Álvaro: Antes no se tocaba el cerebro. Hoy es mucho más sencillo que hace 40 o 50 años hacer neurocirugía, porque ahora tenemos tomografías y resonancias. Si hace cinco décadas el reto era que el paciente no se muera, hoy el gran desafío es la calidad de vida de esa persona a la que operamos. Hace 20 años el gran logro era sacar el tumor; hoy es sacar ese tumor y que la persona quede muy bien. Por eso hacemos múltiples intervenciones, desde cirugías mínimamente invasivas, otras con pacientes despiertos para no afectar funciones del cerebro. Se usa mucha tecnología. El foco está puesto no en la patología sino en el paciente.

- ¿Qué es lo más apasionante que tiene esta profesión?

- Álvaro: Hace unos 12 años más o menos fui a operar a Caracas, en Venezuela, al hijo de un neurocirujano que tenía un tumor bastante complejo en el cerebro. Y el año pasado, estuve de nuevo en ese país y me encontré con él. Me contó que estaba muy bien y que había empezado a estudiar medicina. Esas son las cosas que te reconfortan: ver que le salvaste la vida a alguien y que esa persona pudo continuar y cumplir sus sueños. Por lejos, es lo más importante. Cuando uno más contento está es cuando puede resolver los casos imposibles. Hace poco nos pasó con un nene de Bolivia, lo operamos en Buenos Aires. Tenía un tumor prácticamente irresecable; ya lo habían intentado operar y era muy difícil. Y poder hacer la cirugía, extraerle el tumor y sobre todo que el paciente después se recupere y pueda volver a su vida normal, esa es la esencia de la medicina y de la neurocirugía.

- Abraham: sin dudas, salvar la vida de una persona es la mayor satisfacción. Me ha tocado atender muchos casos de traumatismos por accidentes. También una vez que logré diagnosticar y sacar un quiste hidratídico, que es un parásito de unos seis centímetros de diámetro, dentro del cerebro, en una niña. Otro caso que me marcó fue el de un paciente que trajeron del interior profundo de la provincia; tenía un dolor descomunal en la cara y quería quitarse la vida por tanto dolor. Fue el primer paciente que operé con neuralgia del trigémino. Por suerte, salió todo bien, y esa persona tuvo ganas de volver a vivir. Eso es lo más importante.

- Antes el cerebro era intocable y en la actualidad estas cirugías se han vuelto muy comunes: ¿la gran mayoría de las enfermedades tienen solución?

- Álvaro: Y nunca se va a poder todo. Es como superar las infecciones por virus o por bacterias. En definitiva, es el gran desafío de las nuevas generaciones, de seguir tratando de resolver las enfermedades. Fundamentalmente la técnica quirúrgica avanzó muchísimo. Y la tecnología también. Lo que pasa es que hay cuestiones biológicas que todavía no se pueden solucionar. Hay algunos cánceres, por ejemplo, que hoy en día se tratan bien. Pero el tumor maligno del cerebro sigue presentando muchas dificultades para poder resolverlo.

- Abraham: cuando se habla coloquialmente de cirugías, la gente del cuello para abajo dice “se opera”. La cabeza, en cambio, se abre. Las personas dicen “le han abierto la cabeza y le han sacado el tumor”. Todavía la cabeza es como una cosa cerrada que no hay que tocar, que no hay que meterse. Hay mucho miedo. Nadie quiere una operación en el cerebro. No es lo mismo que operar la rodilla o la vesícula.

- ¿Cuál es el mayor trabajo actual de la especialidad y el que tenían antes?

- Álvaro: En el hospital Padilla, que es un buen termómetro para medir, hay un porcentaje muy alto de trauma de cráneo fundamentalmente por accidentes de motociclistas sin casco. Además, se ven muchos tumores y en lo relacionado a la parte vascular hay una gran cantidad de casos de ACV y de anerurisma. En el hospital operamos de dos a tres tumores por semana. Hay más casos que antes, la población vive más y esto tiene una relación directa con el aumento de diagnóstico de cáncer. Aunque también es cierto que hoy también hay una mayor detección de estas patologías gracias a la tecnología. Por suerte, además mejoraron los tratamientos. Antes, a una persona con un tumor cerebral le daban seis meses de vida. Hoy aumentó mucho la sobrevida.

- Abraham: como jefe del Departamento de Emergencias del Padilla lo que más vi desde el punto neuroquirúrgico es el traumatismo de cráneo. Había muchos accidentes de trabajo, domésticos y también de motos, aunque no tantos como ahora. En ese sentido el hospital fue pionero en campañas de prevención sobre el uso del casco.


- ¿Dirían que Tucumán está a la altura de los centros más importantes del mundo en el ámbito de la neurocirugía?

- Álvaro: En cuestión tecnológica hay una diferencia entre América Latina con Europa y Estados Unidos. Acá estamos en un nivel abajo con respecto a la tecnología. Pero así y todo hay muy buena neurocirugía en América Latina y en la Argentina y en particular en Tucumán. De hecho, en el hospital Padilla hacemos mucha neurocirugía y de avanzada. No hay que derivar a algún paciente a Buenos Aires o a donde sea. Nosotros incluso recibimos muchos pacientes de otras provincias. Pero es cierto que la tecnología médica se va actualizando todo el tiempo y es difícil estar al 100% en la vanguardia de todo. Entonces, ahí uno tiene que utilizar la imaginación y la pasión para contrarrestar eso con lo que no tenemos. Y en línea general, se puede hacer muy bien. Pero es un esfuerzo extra que tiene que hacer el médico para lograr un buen resultado.

- ¿Tiene algún papel la neurocirugía en las crecientes problemáticas actuales, como la depresión u otras patologías relacionadas a la salud mental?

- Álvaro: La parte de la neurocirugía que más avanza es la neurocirugía funcional. Esta implica poner cablecitos y estimular lo profundo del cerebro para mejorar estas problemáticas. La más conocida es para la enfermedad de Parkinson. Pero hay otras intervenciones, por ejemplo, para el trastorno obsesivo-compulsivo y hay neurocirugía funcional para la depresión, por ejemplo.

-¿Qué nos recomendarían a los tucumanos para cuidar el cerebro?

- Abraham: Al cerebro hay que ejercitarlo como a cualquier otro músculo. ¿Cómo? Leyendo, conversando, discutiendo. También con los juegos de mesa, con ajedrez, por ejemplo.

- Álvaro: Para cuidar al cerebro, igual que al resto del cuerpo, tenemos que tener en cuenta cuáles son los pilares para un buen envejecimiento. Son cuatro cosas, las cuatro “A”: alimentación saludable, actividad cognitiva, actividad física y actividad social. Sobre este último punto, precisamente, la pandemia nos enseñó cuán importante es.

Dos gestiones        

Desafíos de ayer y hoy en la asociación argentina de neurocirugía

Para el doctor Abraham Agustín Campero, que fue presidente de la Asociación Argentina de Neurocirugía desde 2012 a 2014, una de las misiones más importante fue que tuvieran una sede. “En segundo lugar, la parte académica de formación de los neurocirujanos residentes; había que organizar bien todo eso y unificarlo. Por último, lograr la sustentabilidad de la asociación fue esencial”, destacó.

Actualmente, para el doctor Álvaro Campero, quien preside la Asociación hasta 2026, los desafíos están enfocados a la parte de educación, especialmente de los residentes jóvenes. “Hemos empezado este año con un curso que dura cuatro años, teórico y online, con evaluaciones periódicas para todos los residentes del país. Independientemente de la formación práctica, porque cada residencia tiene sus características. tratamos de unificar así el contenido teórico y que esa formación sea lo más homogénea posible a nivel país”, destacó.

› Abraham  Agustín Campero

Es médico neurocirujano egresado de la UNT. Tiene 80 años. Hizo su residencia en Inglaterra y en Nueva Zelanda. Fue jefe del Servicio de Emergencias del hospital Padilla y docente de la cátedra de Neurología de la UNT. No opera desde que cumplió los 70 años. Actualmente atiende en su consultorio casos de clínica neuroquirúrgica.

› Álvaro Campero

Es médico neurocirujano egresado de la UNT. Tiene 52 años. Hizo su residencia en el Hospital de Clínica en Buenos Aires. Es jefe del Servicio de Neurocirugía del hospital Padilla y docente de la cátedra de Neurología de la UNT. En 2022 fue nombrado miembro de la prestigiosa Academia Mundial de Cirugía Neurológica.