Durante su 62ª Asamblea anual, que se desarrolló durante el miércoles, jueves y viernes de esta semana en la ciudad de Posadas, la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) emitió su reporte semestral de Libertad de Prensa, en el que repasó los avances y retrocesos de la libertad de prensa que vivió la Argentina desde el regreso de la democracia.

El informe, el más relevante de todos los que elabora la organización durante el año, reseñó cómo en las últimas cuatro décadas hubo etapas de involución, como el período entre 2008 a 2015, y momentos en los que se dieron pasos relevantes para ampliar o consolidar niveles de esa libertad.

Fuentes de información

“La reforma constitucional de 1994 consagró la protección de las fuentes de información después de largos debates en los que se desecharon proyectos que iban en un sentido contrario. Un año antes se había eliminado la figura del desacato y, con el paso de los años, se sumaron otros importantes adelantos, como la despenalización de las calumnias e injurias”, señaló Daniel Dessein, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de Adepa, durante la lectura del documento, en el marco de la asamblea.

Otro de los hitos fundamentales de las cuatro décadas de democracia fue la sanción en 2016 de la Ley de Acceso a la Información Pública. Hasta ese año, la Argentina era uno de los únicos tres países de Sudamérica que no tenía una ley de ese tipo, junto con la Bolivia de Evo Morales y la Venezuela de Nicolás Maduro. “Resulta preocupante, entonces, el reciente decreto del Poder Ejecutivo por el cual se incorporan excepciones que abren las puertas a un angostamiento del nivel de acceso a información por parte del periodismo y la ciudadanía en general”, advirtió Adepa en su informe.

En ese mismo punto, el informe de Adepa destacó que los funcionarios tienen derecho a resguardar su privacidad, y que hay aspectos específicos de la gestión gubernamental que, por su naturaleza, pueden quedar fuera del conocimiento público. “Pero en los regímenes democráticos estas excepciones deben ser de alcance restringido, justificado y transitorio. La transparencia es la regla; el secreto, la excepción”, puntualizó.

El debate público

En otra sección del informe, Adepa realizó una reflexión para señalar cómo la calidad de una democracia depende de la calidad del debate público. “Un intercambio de ideas fluido, tolerante y libre es necesario para la existencia de una dinámica democrática intensa”, expresó Dessein.

Un debate democrático sano no excluye la exposición firme de ideas y la defensa de posiciones e intereses que entran en colisión con otros, aseveró Adepa. “Una convivencia pacífica de los habitantes de un país se asienta en el intercambio de opiniones basado en datos y argumentos, y en el respeto de los mecanismos institucionalizados de resolución de conflictos”, agregó.

Comparación

Al respecto, Adepa comparó el escenario actual con lo señalado por la propia entidad en 2010: “El lenguaje es la principal herramienta de articulación social. Su degradación, a través del estilo provocador y ofensivo de los funcionarios públicos, deteriora la cohesión de la ciudadanía”. El informe advierte que lo mismo puede reiterarse hoy. “La propensión del presidente de la Nación al agravio a periodistas y medios de comunicación perturba el debate democrático. Si algún funcionario tiene indicios o pruebas de la comisión de delitos por parte del periodismo, o de cualquier ciudadano, está obligado a denunciarlo judicialmente e impulsar la correspondiente investigación”.

Asamblea anual de Adepa: los medios argentinos se reúnen en Misiones

Para Adepa, la asimetría entre un presidente y un periodista es extraordinaria. “Las acusaciones y los denuestos presidenciales motorizan a un ejército de troles, con el amparo del anonimato y de un financiamiento opaco, que multiplican agresiones verbales y abren así rendijas a la violencia física”, dijo Dessein. Y agregó: “Todo funcionario puede contradecir, rechazar y eventualmente iniciar acciones civiles contra los responsables de contenidos periodísticos. Pero está también obligado, junto con el periodismo responsable, a preservar el clima en el que se desarrolla el debate ciudadano”.

TODOS JUNTOS. La foto muestra a los integrantes del Consejo Ejecutivo de Adepa para el periodo 2024-2025.

Elección de autoridades

En la jornada de cierre de la asamblea general, los socios de Adepa eligieron el Consejo Ejecutivo que conducirá la entidad en los próximos doce meses. Martín Etchevers, gerente de relaciones externas del Grupo Clarín, fue reelegido presidente. Daniel Dessein, presidente de LA GACETA, también fue confirmado en su cargo de presidente de la Comisión de Libertad de Prensa. Diego Fuentes (Huarpe de San Juan) y Nahuel Caputto (El Litoral de Santa Fe) ocuparán las vicepresidencias de la asociación. El Consejo Ejecutivo y las presidencias de comisiones se completan con directivos de La Nación, Página/12, Perfil, Letra P, TN, Infobae y Crónica (Buenos Aires), AdnSur (Chubut), Democracia (Junín), El Libertador (Corrientes), La Voz del interior (Córdoba), TSN (Necochea), La Voz del Pueblo (Tres arroyos), La Nueva Rioja (La Rioja) y Opi (Santa Cruz).

PUNTOS DE VISTA

Sociedades enredadas

Daniel Dessein

Presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de Adepa

Las redes sociales irrumpieron en nuestras comunidades con la expectativa de ampliar los límites de la libertad, bajar las barreras para emprender y aumentar los niveles de democratización y transparencia. Y fueron efectivamente vehículos que impulsaron primaveras políticas y culturales. Gozaron, como parte integrante de una nueva industria, del subsidio indirecto que implica la ausencia de regulaciones. Hoy, esas empresas que nacían hace 20 o 25 años son algunos de los conglomerados económicos más grandes del planeta, con cotizaciones superiores al PBI de un país como la Argentina.

Vivimos en sociedades fragmentadas y polarizadas. Muchas de las democracias más desarrolladas del último medio siglo sufren un deterioro inédito de la calidad de la discusión pública, la vocación cívica y la salud institucional. Las redes generan el terreno fértil para la amplificación de discursos de odio, la circulación de noticias falsas y la ruptura de muchos de los consensos sobre los que se construyó la paz social. El ecosistema digital que permea nuestras vidas está contaminado con diatribas tóxicas, y el periodismo es una de las principales herramientas con las que cuenta la sociedad para oxigenarlo.

Los líderes demagógicos, y también políticos con fuertes convicciones democráticas pero que no sopesan adecuadamente los perjuicios que generan las plataformas, suelen destacar supuestas virtudes de las redes en paralelo a una subestimación, o directamente a una descalificación, del papel del periodismo. Las redes sirven para evitar la intermediación incómoda de los periodistas; no se hacen allí preguntas difíciles, son permeables a las inyecciones anabolizantes que hipertrofian un tráfico inorgánico y generan la ilusión de una comunicación directa. También la falsa imagen de una supuesta autenticidad en la canalización de la ira y el resentimiento.

La vieja función de recabar y chequear información, contextualizarla, interpretarla y jerarquizarla para destacar lo sustancial sobre lo accesorio, así como proponer una agenda de temas que nutra el diálogo ciudadano, es hoy más necesaria que nunca en un mundo acelerado, irritado e impaciente.

El periodismo no es un oficio ejercido exclusivamente por almas puras e infalibles. Como en todo oficio, hay virtudes y defectos distribuidos en diversas dosis entre quienes lo ejercen. Pero existen estándares éticos, una responsabilidad con consecuencias legales, la posibilidad de rebatir sus contenidos por todo aquel que detecte una inconsistencia, y una validación que se alcanza a través de la relación con las audiencias.

Arthur G. Sulzberger, editor de The New York Times, publicó hace dos semanas un artículo en The Washington Post donde repasa la forma en que Víctor Orban desmanteló los medios de comunicación de su país. Muestra allí los sucesivos mecanismos de censura indirecta que el primer ministro húngaro aplicó, desmontando de ese modo los contrapesos democráticos. “Con la prensa debilitada, pudo guardar secretos, reescribir la realidad, socavar a sus rivales políticos, actuar con impunidad y, en última instancia, consolidar un poder sin controles, empeorando la situación de su nación y de su gente”, plantea Sulzberger. Ese es el libreto que se repite en todas las democracias del mundo en proceso de erosión.

Perspectivas de la IA

Julián Gallo

Especialista en Comunicación digital, miembro de la Academia Nacional de Periodismo

Hay una coincidencia entre los especialistas en la posibilidad de que la IA pueda tomar el control, que tenga una voluntad que puede no coincidir con los intereses de los seres humanos. Hoy la IA ya puede mejorar su software, o sea que se mejora a sí mismo. Esas mejoras podrían derivar en mejoras del hardware. Eso hace que no sea una fantasía pensar que puede convertirse en una superinteligencia de una dimensión incomprensible para nosotros. Los humanos en términos comparativos tendríamos un déficit cognitivo equivalente al que tienen los animales con nosotros.

Nosotros pensamos en términos humanos. Si sostenemos un libro como Guerra y paz, con sus más de 500 páginas, pensamos cuánto tiempo nos llevaría leerlo. La IA puede leerlo casi instantáneamente de principio a fin. Es una capacidad sobrehumana. Todavía podemos decir que no tiene conciencia y que podemos desconectarla.

En 1992 entrevisté a Marvin Minsky, uno de los padres de la IA, y le pregunté cuándo las máquinas podrían pensar. Hizo unos cálculos y me contestó que pasaría en 2034. Le pregunté qué creía que pensarían una vez que pudieran hacerlo. Y me contestó que probablemente pensarían que resultaba increíble que seres tan estúpidos como nosotros hayan podido crear algo tan inteligente como ellas.

Un periodismo atravesado por el cambio

José Claudio Escribano

Directivo de La Nación, ex presidente de Adepa

El periodismo de hoy es absolutamente irreconocible en relación con el de hace 40 años atrás. Hace exactamente 40 años instalamos la primera computadora en el centro de la redacción, casi pegada a mi escritorio, para que por un tiempo no cumpliera función alguna porque los redactores todavía no estaban habituados al manejo de las computadoras y escribían a máquina, con las viejas Olivetti y todavía quedaba alguna Underwood de principios del siglo XX. Esa primera computadora era una computadora francesa que costaba la friolera de 17.500 dólares. Si cada redactor tuviera una computadora -me dijo el equivalente a lo que sería hoy un gerente de sistemas-, el diario se fundiría. Tendría que comenzar por vender sus rotativas. Y pusimos esa computadora sin ningún uso -nadie sabía usarla- simplemente para que los redactores supieran que no mordía. Este era el punto de partida. Para que la tocaran, la miraran, expresaran su curiosidad.

José Claudio Escribano