Octubre será un mes intenso. Demasiado. Marcará el ritmo de lo que será 2025, cuando la gestión del gobernador Osvaldo Jaldo cumple el primer tiempo de un partido de cuatro años. El año par llegará con un test en las urnas, no en las encuestas. La sociedad tucumana escrutará si el mandatario hizo bien en asumir un rol dialoguista o si, por el contrario, debía endurecer su postura como hicieron otros gobernadores peronistas. Pero, ¿por qué este mes es clave? La respuesta está en el dinero. Hacia fines de este mes el Poder Ejecutivo tendrá que elevar el proyecto de Presupuesto para 2025 a la Legislatura. En el medio, definir cuánto le corresponderá a la Cámara que comanda Miguel Acevedo. El ajuste de las partidas seguirá siendo una constante, como sucedió a lo largo de este 2024. Jaldo cree que esa ha sido la llave que abrió las puertas para que Tucumán pueda mostrarle a la Nación que hizo los deberes y que no es necesario apelar a un endurecimiento en las restricciones presupuestarias. Las finanzas están en un punto de equilibrio. El déficit cero también se evidencia en las cuentas públicas que, en igual período del año pasado, se financiaban con los giros en descubierto que el agente financiero de la provincia le otorgaba a la entonces administración de Juan Manzur.
El costo político que asumió Jaldo fue elevado. Sabe que tiene detractores dentro y fuera del Partido Justicialista. La cercanía a la administración del presidente Javier Milei está dada en función de la institucionalidad. No remará contra la corriente porque sabe que la tolerancia social, aunque menos de lo habitual, aún sigue sosteniendo al economista libertario. Además, el peronismo está tan desdibujado que apoyarse en alguno de los líderes nacionales (los pocos que quedan) es más un salto al vacío que un apoyo político.
Jaldo está pendiente de lo que sucede con la economía. La suerte de las variables macroeconómicas marcará el rumbo a la política que se viene, incluso la suya. Su ministro de Economía, Daniel Abad, se instaló muy cerca de la Casa Rosada para confirmar cuáles serán las obras que la Nación financiará en los próximos años y que no están incluidas en la iniciativa que el domingo 15 de septiembre el propio Milei presentó en el Congreso. De ese ejercicio algo un indicio surge de lo que puede ser el cálculo de los gastos totales que se pretenden ejecutar durante 2025: la cifra no debe ser mayor a los $ 3 billones. Para cualquier ciudadano, el número puede resultar astronómico. Para el Estado también lo es y no por el lado de las erogaciones, sino por el canal de los ingresos. El Presupuesto Nacional 2025 contempla una partida que roza los $ 2,5 billones, entre coparticipación, leyes especiales y otras compensaciones. La Dirección General de Rentas debería recaudar medio billón de pesos para seguir la lógica presupuestaria y consolidar el equilibrio fiscal. En el medio, Jaldo insistirá con las medidas de achique del gasto político. Y, en este aspecto, surgen los primeros fantasmas bajo el agua. La primera negociación está dada con la Nación. Abad fue a Buenos Aires con un Excel de trabajos que requieren financiamiento federal. Uno de ellos se vincula con el acueducto de Vipos que actualmente está en proceso de licitación, pero que la Provincia quiere garantizar la ejecución de los trabajos que redundará en un mejor abastecimiento de agua potable hacia zonas densamente pobladas. Otra obra corresponde a la ruta 323 para la interconexión entre Leales y varias zonas turísticas. Paralelamente, el representante de Tucumán en Buenos Aires, Sisto Terán Nougués, está ultimando detalles junto con las autoridades de Aeropuertos Argentina 2000 para poner en marcha el programa de remodelación del Aeropuerto Teniente Benjamín Matienzo. “No quiero ser recordado como otro gobernador que sólo pagó regularmente los sueldos estatales”, reniega Jaldo cada vez que le consultan acerca de la vuelta de tuerca que quiere darle a la gestión de Gobierno.
Reelección
Es muy temprano para pensar en una reelección; también para declararle un “pato rengo” (un blanco de depredadores políticos que se fijan en la fecha de vencimiento del mandato). En la nueva forma de hacer política, con tolerancia social cero para la casta, es muy difícil admitir un ejercicio de continuidad institucional. “Yo voy por un mandato, por este 2023-2027 que me eligió la gente”, declaró públicamente. Fue una respuesta más institucional que política. De todas maneras, la idea sobrevuela en su cabeza, aunque admitir esa posibilidad es hoy políticamente incorrecto. Pero no la descartó. “No tengo apuros”, indica. Y la lanzó internamente porque sabe que los fantasmas están más instalados dentro del Partido Justicialista que en la oposición. La ansiedad carcome a varios dirigentes que se prueban el saco para 2027 sin pensar que 2025 puede ser una prueba de fuego para los oficialismos. Si la economía lo acompaña, Milei querrá arrasar en las urnas, aunque estén pocas bancas en juego. Si el viento de cola le sonríe, Jaldo terminará el primer tiempo con un resultado que pueda consolidar sus intenciones de pensar más allá de 2027. Claro está que su intención de promover obras de envergadura demuestran que su proyecto político no tiene cuatro años de mandato. Querrá seguir después de haber estado 12 años bajo la sombra de José Alperovich y otros ocho de Juan Manzur.
En el horizonte electoral es Jaldo el que tiene que poner toda la carne en el asador, más allá de quiénes serán los candidatos que el oficialismo pondrá en la nómina para la Cámara de Diputados en los comicios de medio turno de dentro de un año. Los libertarios se están organizando para presentarse como alternativa de la mano de Karina Milei y de Eduardo “Lule” Menem, dos de los principales referentes del armado en La Libertad Avanza. Lo que fue Juntos por el Cambio hoy se convirtió en Separados por lo Mismo de Siempre, los intereses particulares más que por la construcción colectiva. Ese fantasma ya no asusta a la Casa de Gobierno.
Jaldo descartó una reelección y reiteró la necesidad de una reforma constitucionalSin embargo, hay otros que son propios y que cada tanto emergen de las aguas peronistas. Son los fantasmas del desencuentro, de la desconfianza mutua y de la falta de comunicación abierta y directa. Son los que habitualmente se observan en cada choque entre Jaldo y la intendente de San Miguel de Tucumán, Rossana Chahla, que indica que no piensa más allá de su rol de jefa municipal, pero que sí está pendiente de cómo la sociedad reacciona ante sus acciones de Gobierno. Es tan natural como lo que hace el propio Jaldo. El último “choque de intereses” se observó el lunes cuando él anunció la compra de 100 ómnibus para el servicio interurbano y rural y ella ponía en marcha las nuevas unidades de las líneas urbanas 11 y 19. Los jaldistas señalan que esa adquisición iba a ser revelada el viernes pasado, antes de que la intendenta invitara al mandatario al acto al pie del Monumento del Bicentenario. Faltó diálogo, como también pasa con el vicegobernador Miguel Acevedo que, según los moradores de la Casa de Gobierno, está tratando de armar un proyecto político a medida, independiente del tranqueño. El titular de la Cámara niega tal iniciativa, aunque, como sucede con Chahla, la comunicación con “el 1” tiene algunos ruidos. Hasta ahora, todos son hipótesis, pero los fantasmas seguirán deambulando bajo las aguas peronistas si los principales referentes siguen jugando a la política con los naipes marcados.