Pablo Piovano, reciente ganador de World Press Photo en Amsterdam, es otro de los ilustres participantes de la Bienal Fotografía Documental que se desarrolla en Tucumán.

Piovano participa con parte de ese ensayo ganador sobre la comunidad mapuche en la Bienal, instalada en el espacio Lola Mora (en San Martín 251).

- ¿Qué opinión tenés sobre las selfies?

- Las selfies en las redes sociales transforman la imagen, digo, la imagen dadora de sentido, y piensan al revés; la cantidad de imágenes que hay simboliza la importancia personal, es una voz tamizada por doble identidad. El contrapeso de eso es cuando hay un trabajo de investigación, serio, una imagen que aborda la complejidad. Antes eran autorretratos, pero una selfie es un instinto, casi carente de un sentido común para la sociedad, solo para un individuo y sus seguidores.

Cuenta Piovano además que fue fotorreportero en Página 12, pero que desde hace siete u ocho años es freelance; y que le gusta tomar la voz del reclamo. Durante una protesta en 2017 su cuerpo recibió el impacto de 12 perdigones. En la tarde del lunes, cuando LA GACETA intentó comunicarse se encontraba en el aeropuerto de Roma, y apenas llegó al país tomó otro vuelo para esta ciudad. Pablo Piovano ha sido galardonado con los premios Henri Nannen (2018), Greenpeace (2018), Fundación Philip Jones Griffiths (2017), Fundación Manuel Rivera Ortiz (2016) y obtuvo la beca National Geographic Explorer Nivel II (2023).

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- Trabajás como reportero gráfico. ¿Cómo es eso en la calle? ¿Influye tu toma de posición en la foto que va a sacar?

- Necesariamente influye, no hay foto que sea objetiva, la objetividad no existe, uno es con su formación o educación o parámetros con los que vivió, con una ética. Eso siempre nos guía y no llegamos vírgenes a un hecho. Hace 30 años era toda una polémica, pero ya está saldada. Todo fotografía es verdad, pero es un recorte, un rectángulo en medio del universo, un micro segundo en medio de la eternidad. Una verdad subjetiva, es una elección.

- Cuando tenés que tomar una foto en un enfrentamiento, por ejemplo, de piqueteros o jubilados por un lado y la policía o gendarmería del otro, ¿cuál es el espacio físico en el que te ubicás?

- Depende. Me gusta y lo siento necesario estar narrando donde está la gente, y si la fuerza es muy grande voy a tratar de situarme en la línea de la policía, pero me gusta moverme entre las personas, tomar la voz del reclamo; leemos el presente segundo a segundo y a veces a largo plazo. La lectura es segundo a segundo para poder narrar. Nosotros tenemos que estar en esa primera línea. Generalmente estamos ahí.

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- En 2017 tu cuerpo se llenó de perdigones...

- Esas balas de goma son para disuadir, tendrían que rebotar en el piso, pero aquí fue intencional, porque el policía me venía siguiendo, El policía me miró y me disparó. Son cosas que no deberían pasar, pero pasan. Ese día también hubo otros colegas que la sufrieron parecido. Cubrí otras manifestaciones como “Chile Despertó”, que fue como un 20 de diciembre, en 2019. Más de un millón de personas, una de las más grandes, de la mayor magnitud de unidad popular. La seguí día a día, vi en la calle cómo creció la resistencia citadina y con el correr del tiempo, esa protesta llegó a la organización total en el décimo día.

- Trabajos como el de Eduardo Longoni o Pepe Mateos y el tuyo lograron “revelar” lo que se negaba. En este caso, ¿se consolida la idea de la fotografía como testimonio de verdad? Porque muchas veces la foto miente, o engaña según sus encuadres…

- Pero insisto, siempre es un pequeño recorte en medio del universo. La fotografía salda discusión en algunos casos, incluso hay muchas imágenes que revelan la verdad y hacen cambiar el curso jurídico de la historia e influye en la cuestión pública, en algunas decisiones de los gobernantes, pero eso era antes. Ahora estamos en un tiempo de posverdad, donde la palabra vale cada vez menos, hay una diarrea de imágenes. En un año o seis meses se hace más imágenes que en un siglo. Los medios son de confusión más que medios de comunicación. Es difícil guiarse por lo que informan, son operadores políticos, pocas veces tienen algo verdad, porque no están para elevar la conciencia o despertar el pensamiento crítico.

- El ensayo sobre los mapuches es un trabajo de investigación, de indagación que busca visibilizar la situación de un pueblo. Antes habías ganado un premio National Geographic...

- Sí, es de muchos años, una propuesta difícil, te aclaro que nunca pienso en un autor como la voz de otro. Estuve cinco años. Uno simplemente traduce lo que puede entender, narrar, en algo que se convierte en tu propia vida. Cuando estás cerca y comprometido casi se hace un acuerdo para que te permitan entrar en sus casas, no es solo periodismo, tenés que hablar mucho y comprender a la gente. Me llevó un tiempo tejer contactos. Mi cámara es una herramienta política que intenta narrar lo que los grandes medios de comunicación no hacen. El trabajo comenzó por contar que la historia de los mapuches está mal narrada, los libros de historia nos contaban algo que no es cierto. Cuando llego a la Patagonia, me doy cuenta que no eran terroristas. Estuvieron en ese territorio desde hace milenios; mi trabajo fue como desanudar un hilo, desarmar la historia de los vencedores, porque está contada con malas intenciones. Creo que termino en febrero, y voy a dirigir una película, lo fotográfico ya está resuelto.