Llamamos “vivo” a todo aquel que, usando mañas resabidas pero igualmente útiles para captar inocentes, abusan de la cándida confianza que induce a los jóvenes a creer todo lo que se dice, todo lo que se ve, todo lo que se promete. Haría falta colgar en cada hogar un gran letrero con el viejo consejo de: “no digas todo lo que sabes, no creas todo lo que te digan, no entregues todo lo que tienes”. Viejo refrán oriental que, llegado el caso, les evitaría grandes amarguras. Ya los padres, empeñados en trabajar sin descanso, no disponen del tiempo para asegurar la crianza integral de sus hijos. Y estos, lógicamente, quedan “a la deriva”. Cualquier “tabla de salvación”, les cae bien: consejos, promesas, mentiras, etc. de un desconocido, el celular, la compu,un avieso compañero/a, etc. Todo vale en el mundo al que debe ingresar muy jovencito, y por ende, presa fácil para la maldad reinante. Peor aún, esto puede durar toda la vida, si no se reacciona a tiempo. La mentira es falsedad y maldad. Ambas diabólicas, engañan fácilmente. Su objetivo: la ganancia personal del portador. A nivel nacional, el tema de las universidades es el nido de avispas actual. Ninguna autoridad habló de cerrar las casas de estudio. Sin embargo, el “tole tole” ya está armado. ¿Hasta dónde llegaremos?
Darío Albornoz
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