Suele decir Julio María Sanguinetti que para la dimensión del Uruguay, un país que “vive de la confianza que otorga la estabilidad” política y económica, ser creíbles “vale el triple”. Parafraseando al ex presidente uruguayo, bien vale acotar sobre la realidad local que, debido a sus recurrentes locuras, las que han tirado al tacho la confianza y puesto en vigencia aquel refrán que dice que “en boca de mentiroso, lo cierto se hace dudoso”, en este tiempo conseguir tener el plus de “país fiable”, tal como él lo marca, probablemente para la Argentina valga muchísimo más.

La idea que la deshonestidad puede generar dudas sobre la veracidad de una persona o de un país es una noción antigua y universal y ese lastre heredado lo soporta hoy el gobierno de Javier Milei. Nadie engañó al actual Presidente sobre el paquete que tenía que desatar a partir de un camino ideológico que propicia un modelo diferente, lo que fue creído en principio por los votantes, quienes lo eligieron quizás como manotón de ahogado ante el espanto de tener por delante un oscuro barranco.

“En el mundo, ya nadie discute la democracia liberal, la economía de mercado, la necesidad del equilibrio macroeconómico o los males de la inflación”, generaliza Sanguinetti y añade que “en la Argentina, lo más revolucionario en materia de economía es que haya normalidad”. El optimista comentario, probablemente haya dejado de lado que, en materia de opinión pública, la normalidad de la historia de los argentinos marca que la memoria de la sociedad es frágil y que siempre empieza a buscar atajos, sobre todo cuando el tiempo ha empezado a hacer su inapelable tarea y una parte de la herencia ya tiene la marca de LLA.

Es cierto, entonces, que entre olvidadizos, distraídos y opositores, el gobierno nacional va encontrando trabas, muchas de las cuáles son propias de su inexperiencia, otras del mínimo apoyo legislativo que posee y otras más que provienen de la cerrazón ideológica libertaria, incluida la propia personalidad presidencial. Vale la pena marcar una vez más que, probablemente por una deformación profesional propia, que aún no ha considerado que él es Presidente de todo, la pasión mayor de Milei pasa por la economía.

Este tema es lo que lo ocupa de modo central y casi excluyente, no porque no deba hacerlo, sino porque al poner casi todos los cartuchos allí, deja la sensación que abandona el resto de las áreas. Lo mismo en una empresa que en un gobierno, está muy bien que quien conduce tenga colaboradores en diferentes costados de la gestión, lo que no se entiende muy bien es esa aparente desidia que ha impuesto asesores que gestionan y que genera internas que lo desgastan a él pero que, además, agotan a la vez a parte de la opinión pública.

Efectivamente, el costado económico es el más visible de la gestión y en este aspecto hay notorios aciertos, los que marcó Sanguinetti por ejemplo, y asignaturas muy pendientes todavía. Uno de esos puntos altos es la división de responsabilidades entre dos ministerios, el encargado de gestionar el día a día, de poner en caja la inflación y de moderar los serruchos macroeconómicos hacia una convergencia de variables, Luis Caputo en Economía y el responsable de remover la burocracia y encarar reformas que hacia el futuro diseñen hasta otro modo de vivir, Federico Sturzenegger, en al área de Desregulación y Transformación del Estado.

Un ministro de corto y otro de largo plazo, podría decirse.

El primero, ha pasado los últimos en días en Washington donde consiguió que se ratifiquen aportes del Banco Mundial y el BID y se trajo hasta una promesa de préstamos de bancos privados para atender los vencimientos de deuda de los primeros meses del año. Sin embargo, ante la negativa que hasta ahora mantiene el FMI de no sumar exposición a la Argentina, Caputo fue allí con una misión muy concreta, decirle a Kristalina Georgieva cara a cara lo que el Fondo ya sabía porque el mismo ministro y hasta el Presidente lo fueron deslizando públicamente: “¿quieren que levantemos el cepo?... entonces necesitamos cash para prevenir cualquier problema”. No obstante, el organismo también expuso sus excusas: con la elección de los EEUU a la vuelta de la esquina, “no hay plata”.

A favor de las objeciones que tiene el Gobierno para ir a un sistema de flotación libre, hay que marcar que, para que no sea un parche, debería eliminarse también el impuesto PAIS, lo que bajaría inmediatamente la recaudación y haría peligrar el superávit fiscal, pilar del modelo. Entonces, los mismos que en la City piden hoy poder entrar y salir libremente, quizás empezarían a poner reparos porque esa libertad reclamada hace que se pierda el ancla inflacionaria, pilar del modelo. Podría ocurrir entonces que hasta empiecen a comprar dólares, lo que volvería a potenciar el cuadro inflacionario. No obstante, el problema es también profundo desde lo corporativo: ¿aguantaría un proteccionismo tan arraigado como el que pervive en la Argentina una salida hacia la libertad o desde allí se empezarían a fogonear esos desmadres?

El premio a la misión Caputo de parte del mercado fue reconocer el timing y la muñeca negociadora y conseguir confianza para poner por primera vez en cinco años el riesgo-país (la diferencia entre los rendimientos de los títulos argentinos vs lo que reconoce el Tesoro estadounidense por bonos similares) por debajo de los 1.000 puntos básicos, aún muchísimo si lo compara con otros países de América latina (Uruguay tiene un riesgo extra de 91 y es el menor de la región). No vale la pena comparar con los datos que dejó Sergio Massa, pero puntualmente ayer volvieron a bajar los dólares financieros y la brecha cambiaria es ahora de 17,5%.

La mención al ex ministro de Economía tiene que ver con que hasta estos días parecía ser un intocable del Gobierno, ya que varías áreas, algunas más que críticas como la DGI y la Aduana (o el Enacom o aún AySA), aún había funcionarios a cargo puestos por él en aquella gestión más electoral que económica con la que barrió Milei, aunque no del todo. Y es allí donde empieza a tallar Sturzenegger, conocido en la jerga como el ministro del Largo Plazo.

Bajo el lema “el camino es largo, pero hasta el camino más largo algún día empieza”, él es quien trata de poner la pelota bajo la suela y, a la vez, inyectar optimismo. Para darle un horizonte a la terapia ultraintensiva como la que están aplicando Milei-Caputo, el economista ha empezado a destacarse a diario en estos últimos días, porque hay tanto por hacer que casi todas las novedades le atañen, más allá del dicho que reza que espacio que uno no ocupa, lo ocupa otro y lo mismo vale para el periodismo, el fútbol o la política. “El presidente Milei nos ha puesto a rodar”, afirma.

En la última semana, su mirada hacia el futuro fue protagonista ya que debido a su acción se derogó el Registro de abogados y gestores para tramitar prestaciones previsionales, se activó la jubilación de empleados públicos con edad para hacerlo, mientras que se enterró una circular de la Aduana que obligaba a tener un veedor de la industria nacional para liberar contenedores cuando se importaban bienes de algún sector y se terminó con los “valores de referencia” trámite que obligaba a los exportadores a poner una garantía si la AFIP decía que el precio era mayor, lo que significaba una fuente de corrupción para liberar luego los fondos.

También Sturzenegger opinó de la futura privatización del complejo Belgrano Cargas (“gestión privada, con un marco regulatorio lógico y pro-competencia”, propició) y, tras el redimensionamiento de la AFIP (DGI y aduana) massista, apuntaló el proceso que permiten liquidar el IVA de manera automática a 90% de los contribuyentes de ese impuesto.

No se sabe con seguridad si los roles de ambos “colosos”, como los llama Milei, han sido definidos así de antemano, aunque está claro que es como se han ordenado naturalmente. En toda construcción está quien cava y entierra los pilotes, hasta que luego aparece quien llena de hormigón el encofrado y permite levantar el edificio. En estos tiempos de reconstrucción, todo se hace mucho más difícil aún porque no sólo hay que retirar los escombros que se han esparcido durante tantos años, sino que además se debe trabajar sobre terreno blando y pantanoso.

Los dos ministros parecen tener en común con aquel Coloso de piedra que custodiaba la isla de Rodas ser referentes para terceros y demostrar que son los protectores del modelo. Mientras tanto, la muñeca de Milei oscila entre la obligación de pensar y la de comunicar con propiedad algo que, por más esfuerzos que haga, no le permite apartarse de sus extravagancias, un costado que esta columna ha calificado alguna vez como algo “que está en su naturaleza”. Ese péndulo ha marcado en el derrotero presidencial una semana previa de serenidad comunicacional bien positiva y ahora, varios días a pura adrenalina contra quienes no piensan igual, lo que no resulta ser nunca un buen consejero sobre la frialdad que se necesita cuando se marcha a la velocidad que le gusta al Presidente.

Y mientras Cristina Kirchner denuncia políticamente “odio y destrucción” de cuño libertario como ingredientes de los cambios (y ya que ahora está de moda), a Milei y a su equipo económico hoy se los podría imaginar como un símil de Franco Colapinto: acelerador y freno, con desgaste de neumáticos. “Con nosotros arriba”, faltaría decir.