VALENCIA, España.- Una multitud indignada corrió a gritos a las autoridades nacionales y regionales españolas que acompañaron a los reyes cuando llegaron a la localidad arrasada por las inundaciones de Paiporta.
Algunos lanzaban barro, otros vociferaban, entre lágrimas. Reclamaban que les digan por qué nadie les avisó de que el barro iba a arrasarles la vida y porque nadie les ayuda ahora.
“¡Que os vayáis”, “a ti no te falta agua”, gritaba una mujer a poca distancia de la cara del rey Felipe VI y de la reina Letizia, mientras la multitud coreaba “asesinos” e “hijos de p...” a las autoridades, entre las que se encontraba el presidente, Pedro Sánchez y el jefe regional valenciano, Carlos Mazón, en una situación que no se recuerda en España.
A unos metros del destrozado Auditorio Municipal, donde se abrió un lugar entre los escombros para recibir donativos, cientos de personas se arremolinaron sobre una decena de autos oficiales. Cinco días después de la riada que destruyó la provincia de Valencia, las autoridades llegaron en primera visita oficial.
Para los vecinos de Paiporta, donde los muertos ya son más de 70 (de los 271 informados en total en la región), y aún buscan desaparecidos en los garajes anegados, ya es demasiado tarde.
“¿Cuántos muertos hay? ¿Cuántos muertos hay?”, gritan los vecinos enfebrecidos a la comitiva, que pronto tuvieron que abandonar Sánchez, y Mazón, ante la amenaza de violencia. “¡El presidente es un perro!”, gritaban, en alusión a Sánchez.
Sólo quedaron por un rato los Reyes de España, a los que trataba de proteger un cordón de seguridad desbordado. Con la chaqueta manchada de barro, y la cara y el pelo salpicados por esta sustancia viscosa que engulló el pueblo, el Rey consiguió avanzar unos pasos, entre la furia de la gente. “No son muertos, son asesinatos”, tuvieron que escuchar de parte de un grupo de jóvenes.
Las pérdidas sin fin de la tragedia de ValenciaUn hombre, entre lágrimas, les gritó que se vayan de su pueblo, mientras los agentes empujaban a una multitud, por momentos fuera de control, entre resbalones y conatos de cargas. Y mucha indignación.
“Si hubieran venido el primer día y se hubieran puesto las botas, el pueblo los hubiese apoyado”, le recrimina un joven con una chaqueta amarilla, que ha logrado acercarse hasta el Rey.
“Felipe, hay gente muerta por ahí”, le lanza al monarca, que asiente con el gesto grave mientras trata de darle explicaciones.
Unos metros más adelante, la reina Letizia, con la frente y la nariz manchadas de fango, escucha conmocionada a una chica y se lleva las manos a la cara.
“Hay niños muertos, no tenéis vergüenza”, les grita a lo lejos un hombre entre lágrimas.
Indignados por una desgracia llena todavía de interrogantes, los vecinos del cinturón sur de Valencia se sienten solos. Han pasado cinco días desde que la furiosa ola marrón les sorprendió.
A muchos, en Paiporta, la alerta por el temporal -una localidad de más de 25.000 habitantes donde no hubo una gota de lluvia- les llegó cuando el agua desbordada del barranco les llegaba ya a la cintura.
La mayor furia, sin embargo, es contra la autoridades nacionales y regionales. “¿Dónde está Pedro Sánchez, Pedro Sánchez dónde está?”, coreaban los vecinos con la voz rasgada. “Ahora sí que hay policía aquí”, lamentaba un joven con la ropa marrón por el barro.
“Nos vais a olvidar”
Tras transitar a pie parte de lo que hace unos días era una de las avenidas de la ciudad, convertida ahora en un cementerio de escombros, autos arrastrados y calles enfangadas, los Reyes tratan de subirse a sus vehículos.
No lo consiguen a la primera y retroceden, para nerviosismo de su equipo de seguridad. Finalmente, tras conversar con más vecinos que logran acercarse, la comitiva abandona la ciudad, que vuelve a su nueva realidad de destrucción, barro y búsqueda por los vecinos que todavía les faltan.
“Han venido aquí todos a proteger al rey y no están dejando pasar a los que de verdad vienen a proteger las calles”, lamenta Adrián García, quien como muchos de los habitantes de esta dinámica provincia mediterránea, ahora arrasada, jamás olvidará la noche del martes.
“Vi cómo se arrancaba la pasarela de cuajo. Hemos tenido que salvar ancianas. No había ley”, recuerda con la voz temblorosa.
Con la hamburguesería en la que trabajaba ahora destruida, y meses de reconstrucción por delante, el futuro se ve muy lejano hoy con los pies sumergidos en el barro de Paiporta. Además, está seguro de que no mejorará. “En una semana, nos vais a olvidar todos”, afirma.