Ni la fiebre, ni las ronchas en el cuerpo, ni los vómitos que padeció 24 horas antes de empezar a competir en los IV Juegos Latinoamericanos de Olimpiadas Especiales pudieron detenerla. Una vez más, Mónica del Carmen Giménez volvió con varias medallas colgadas de su cuello.
Desde los 13 años (ahora tiene 31) es una de las atletas más condecoradas del movimiento Olimpíadas Especiales Argentina, y la más exitosa del grupo en Tucumán. En la última competencia que se hizo en Paraguay a “Moni” le pasó algo que en sus casi dos décadas de deportista nunca le había sucedido. “Me sentí medio débil, pero lo mismo le ‘metí pata’ y competí. Es la primera vez que me pasa algo así. Eso fue el martes y el miércoles ya tenía que competir”, comentó.
Al día siguiente de haber estado por unas horas internada en un sanatorio de Asunción, en donde le colocaron suero para evitar una deshidratación, la atleta empezó a sumar medallas para Argentina. Cinco en total, desplegando rutinas en gimnasia rítmica. Los oros llegaron por su desempeño con la cinta y por la puntuación general que consiguió al ganar también las medallas de plata por las rutinas de pelota y aro, y sumó un bronce por su rendimiento con la cuerda.
Hasta hoy no se sabe con precisión qué es lo que afectó a la atleta, pese a que tuvo todas las atenciones médicas necesarias. “Primero estaba la salud de ella y después la competencia”, estableció prudentemente Daniela Alejandra Guzmán, la entrenadora asignada por Olimpiadas Especiales para la competencia.
Si bien su coach es Silvia Erazo, la gimnasta tiene una reputación que trasciende la geografía tucumana y sus aptitudes son reconocidas en todo el país. Por eso no llama la atención que la entrenadora de San Luis haya estado en eje ante el estado de Giménez; ese cuadro médico no sabía a quién se enfrentaba. “Cuando la vi enferma me quedé tranquila porque sé que es muy profesional. Sabía que íbamos a saltar ese obstáculo que se nos presentaba. Obvio que estábamos atentos a si continuaba y si podía continuar porque primero está su salud y después la competencia”, puso como prioridades Guzmán.
El orden se modifica en la atleta. Iba a haber un grave conflicto si la recomendación de los médicos era que “Moni” abandonara la competencia. Ella iba a darle batalla al “no”. “No es normal eso de enfermarse y ganar medallas. Sí sentía el cuerpo cansado”, reconoció la nacida en Aguilares, que tuvo que recurrir a un integrante más del team de lo “divino”. “Le pedí a Dios que me acompañara, además de hacer lo de siempre: mirar hacia arriba y pedirle apoyo a mi abuela”, detalló “Moni” que no usa amuletos y tampoco tiene cábalas.
Gracias a su aporte, la delegación argentina de Olimpiadas Especiales regresó de Paraguay con 26 medallas y un gallardete de participación. En esa cosecha, hubo más aportes tucumanos, con futbolistas en el equipo que ganó la medalla plata (ver aparte).
Giménez es un ejemplo para el resto de las atletas
Giménez es inspiración para el resto de los atletas del movimiento, que incluye a niños, jóvenes y adultos con discapacidad intelectual. Además de trabajar para transformar la calidad de vida de los atletas, las actividades están orientadas también al acompañamiento de los familiares. En el desarrollo del movimiento es fundamental la red de trabajo que ya se expandió por todo el país desde hace 40 años.
Y “Moni” es un claro ejemplo de que el método de Olimpiadas Especiales, una organización sin fines de lucro, funciona. “Empecé con atletismo y natación y a participar en los Evita. Después comencé a hacer gimnasia rítmica”, puso como recuerdo inicial de lo que hoy para ella (y su familia también) era difícil de imaginar. “No podía creer que iba a viajar a El Salvador. Estaba emocionada. Y después que tenía que viajar a Estados Unidos. Le decía a mi mamá: ‘¡tan lejos que me voy! No puedo creer”, reconoció “Moni”.
A estos destinos hay que sumarle Alemania desde donde volvió igual de condecorada que en Paraguay. En Berlín, en el nivel de competencia mayor de Olimpiadas Especiales, los Juegos Mundiales, la tucumana ganó cinco medallas. En Paraguay también tuvo que aclimatarse a otra situación inédita como fue ir sin su habitual entrenadora. “Fue de lo que más me costó”, reconoció, más allá de que la tarea de su entrenadora asignada fue impecable según lo que contó Giménez. Más que vivir situaciones, la aguilarense tuvo que enfrentarlas más que nada.
Es una experta desde muy pequeña porque por su diagnóstico (lesión en el nervio ciático mayor, con problema mental leve) tuvo que enfrentar, entre otras prácticas, varias cirugías programadas que siguen hasta la actualidad. “De tantas operaciones que me hice, camino mejor, pero todavía me falta”, explicó. “Son las primeras medallas las que más me sorprendieron. Después nunca pensamos que podría tener tantas; y tantos trofeos también” reconoció Juan Luis Giménez, papá de la deportista. Es que en sus inicios deportivos el diagnóstico estaba muy latente, y el conocimiento de lo que se podía o no hacer con “Moni” era toda una incógnita.
Encima la niña era muy activa y quería hacer deportes. “No somos una familia de deportistas. Ella mantiene su nivel deportivo pese a que tiene que viajar desde Aguilares a la capital y es mamá también”, elogió papá, que junto a Beatriz, mamá de “Moni”, siguió la recomendación de los especialistas que apuntaba a que una buena parte de la mejora en la vida de Giménez iba a venir por el lado del deporte.
Así que la satisfacción de tener un hijo que gana medallas es el doble para la familia que se completa con cinco hermanos de “Moni” que viene confrontando un lindo desafío. Porque entre las prácticas y los viajes, Giménez tiene que hacer equilibrio circense para criar a Alan, su hijo de cuatro años.
Ahí entra en acción Luciano, su pareja. “Nos conocimos en una fiesta en Aguilares hace seis años. Yo tengo 27 años y él 28”, indicó la medallista. “Luciano es de Alpachiri, tiene su lote y va a tener su casa. Vivimos juntos, pero yo prefiero quedarme en Aguilares”, reconoció la gimnasta.
No sólo porque es su hogar sino porque Alan y su energía demandan algo así como un cuerpo técnico de cuidadores, como los que suele tener “Moni” cuando representa a Olimpiadas Especiales. Ella entiende lo demandante del pequeño porque probablemente lo heredó de su mamá. “Quiero estar cerca de ella porque ella también lo cuida”, estableció. Doña Chicha es parte del “team cuidador” junto a su yerno, que apoyan a la atleta en cada uno de sus viajes.
Las competencias de Olimpiadas Especiales son transmitidas por diferentes plataformas y verla ganar medallas en tiempo real es posible. También le permite tener una joyita de regalo cuando vuelve a casa. “Lo vio por la tele y decía: ‘ahí está mi mamá’. Y lloraba de alegría”, contó sobre el video que le mostraron mientras ejecutaba sus rutinas en Paraguay y Alan estaba maravillado porque veía a mamá en la pantalla en vez de sus dibujitos o series favoritas. Por esas mismas imágenes es que Silvia, su entrenadora natural, pudo deducir que “Moni” no estaba al cien por ciento.
Lo dedujo porque nadie sabía en Tucumán el contratiempo médico que había sufrido, fue lo más prudente en consideración del profesor Carlos Reynoso (también viajó Gustavo Montes), responsable de Olimpiadas Especiales Tucumán, para no generar una ansiedad poco saludable en los familiares.
Luego de terminar el primer día de competencia la familia supo, pero no se sorprendió de que, sin estar al máximo, Mónica haya conquistado una medalla. ¿Y de las cuatro siguientes? Menos porque la conocen y saben cómo piensa. “Yo voy a seguir compitiendo hasta que mi cuerpo diga basta”, no dudó en decir la múltiple medallista de Olimpiadas Especiales.
El fútbol también aportó medallas
Argentina llegó a la final del torneo de fútbol de salón. Por segunda vez se cruzaron con Panamá en el torneo que tuvo como sede el Parque Olímpico de Asunción: no pudieron quebrar el dominio panameño contra los que empataron en el primer encuentro y perdieron en la final. El equipo de futsal se alzó con la medalla plateada, con jugadores tucumanos: José Díaz, Franco Márquez y Martín Sierra que también forman parte del centro Animar, cuyo vicedirector es Marcelo Máspero.