La Federación Económica de Tucumán (FET) y el Centro de Defensa Comercial del Sur (CDCS) brindaron un homenaje a la más antigua empresa constructora de Concepción. Se trata de la firma Josefa M. Muedra de Rodríguez que cumplió 100 años de vida. Las entidades empresarias le reconocieron el notable aporte que realizó esta a través de un siglo al desarrollo de la población de ese municipio y otras. “Con el solo valor de la palabra concedió créditos que posibilitaron a trabajadores levantar la casa para su familia. No solo fue favorecida la gente local, sino también de las comunidades de alrededores, habitadas por agricultores y humildes peones de campo” valoró Julio Delgado, secretario de Comercio de la FET.
Testigo y protagonista del nacimiento de este emprendimiento fue doña Hilda Rodriguez de Muedra (foto), de 96 años, titular de la empresa y a quien, durante un encuentro realizado en un salón céntrico, se le entregó una placa recordatoria y el libro del Bicentenario. Hilda sostiene que fue el esfuerzo incansable y espíritu de superación de su madre, Josefa viuda de Rodriguez, los que dieron impulso hace un siglo a un emprendimiento familiar que se constituye ahora en Concepción en uno de los pocos que sobrevivió a las vicisitudes económicas y otras que se le presentaron en el tiempo. Sus herederos, entre estos Gabriel y Gerardo Orlando, dicen estar orgullosoS de que, haciendo honor a su fundadora, lograron consolidar y mantener vigente el emprendimiento. “Estamos en la cuarta generación familiar. Creo que es un logro importante porque las pymes familiares generalmente se disuelven en la tercera generación. Es que la segunda ve el esfuerzo de sus padres y abuelos y se contagian de ese espíritu y siguen. Después eso se va desvaneciendo” apuntó Gerardo. Hilda, madre de estos, recordó que el emprendimiento nació con la venta de alimentos para animales y de a poco fue evolucionando hasta transformarse en un corralón. Hoy la nonagenaria luce saludable y con una memoria admirable.
”Este centenario me hace sentir muy orgullosa, principalmente de mi madre que fue la inspiradora de esta empresa. Ella se casó y a los pocos años quedó viuda y con dos hijos: uno de dos años que era yo y un hermano de cinco. Comenzó sin conocer nada. Trabajó como un hombre con cosas muy pesadas” rememoró. En los primeros años, según precisó, vendió alfafa y maíz. “Ella misma molía el maíz con algunos obreros que la colaboraban. Después avanzó con la construcción y todo lo demás” añadió. La empresaria contó que cuando doña Josefa comenzó a levantar la casa que continúa en el mismo lugar hasta hoy “todo era campo, con matorrales cercanos”. Ahora se ubica a dos cuadras de la plaza principal. “Mi madre construyó todo esto. También hizo otra casa, Cuando se recibió mi hermano como ingeniero, el comenzó a colaborarla en los proyectos. Ella siguió en la construcción hasta que se murió. Siempre lo hizo con empuje y entusiasmo” dijo emocionada. Doña Hilda repasó con añoranza que en los primeros años de crecimiento del negocio “la palabra tenía un gran valor”- “La gente siempre apeló al crédito para construir su casa y los materiales se les entregaba con el solo compromiso verbal de que pagaría tal día. Y cumplía. Después llegó la época en que no se cumplía tanto y ya no se podía confiar en la palabra” remató.
El reconocimiento más valioso que cosecha hoy el corralón de doña Josefa Muedra de Rodríguez, tal como lo remarcó Delgado, es que durante un siglo hizo posible el sueño del techo propio de miles de matrimonios jóvenes que, como recuerda Hilda, en las primeras décadas con el solo compromiso verbal llevaban materiales para de a poco lograr un cobijo para su familia. Hoy muchos sobrevivientes a esa época lo recuerdan y agradecen.