En la zona norte y oeste del Gran San Miguel de Tucumán, la idea de construir una autopista de Circunvalación que agilice los desplazamientos vehiculares generó expectativas y algunas desilusiones. En el primer caso, innumerables conductores empezaron a imaginar que la posibilidad de llegar a destino de un modo más rápido quizás deje de ser una quimera; por otro lado, la magnitud de la obra y los obstáculos burocráticos y presupuestarios que enfrenta un proyecto de este tipo hace que las ilusiones encuentren un límite. Mientras tanto, los ciudadanos siguen buscando el modo de ahorrar tiempo en calles que presentan cada vez más problemas.

A fines de octubre se supo que existía un plan para construir una avenida que permitiese unir Yerba Buena con la ruta 9 sin interrupciones. Las autoridades del municipio piedemontano se mostraron de acuerdo con la idea mientras que las de Tafí Viejo expresaron sus reservas. De todos modos, LA GACETA reflejó las opiniones de vecinos y conductores que dijeron estar ilusionados con la posibilidad de agilizar el tránsito en una zona particularmente complicada, en la que conviven barrios densamente poblados, countries y fincas en las que aún se producen limones y caña.

El tiempo pasó y el debate sobre la obra se fue enfriando. Sin embargo, el tema aún tiene vigencia. El Gran San Miguel de Tucumán crece en todas direcciones, pero posee la particularidad de que el eje este-oeste articula buena parte de los desplazamientos. El macrocentro funciona como núcleo y Yerba Buena y Banda del Río Salí-Alderetes, como extremos. El tránsito vehicular en estos sentidos es especialmente complicado: en los horarios pico, las avenidas troncales (Belgrano, Mate de Luna y Roca, y sus respectivas continuaciones en otros municipios) colapsan. Las calles internas, que siempre fueron vías alternativas, hoy también empiezan a presentar problemas debido al incremento del parque automotor y al deterioro de las calzadas (cabe destacar el plan de reparaciones que lleva adelante la Municipalidad capitalina).

Un par de ejemplos bastan para entender la magnitud del inconveniente. Hay vecinos que viven en la zona de La Rinconada, en Yerba Buena, y que, si deben dirigirse al aeropuerto prefieren tomar la ruta 301 hasta Lules, y desde allí, la 321 hasta la autopista Tucumán Famaillá, que los conduce a la Circunvalación y al camino que lleva al Benjamín Matienzo. Realizar todo este rodeo les toma menos tiempo que atravesar Yerba Buena y San Miguel de Tucumán por las avenidas Aconquija-Mate de Luna, el camino que debería ser más directo.

Lo mismo les ocurre a muchos habitantes de la zona norte de Yerba Buena, en las inmediaciones de la Perón: para llegar al aeropuerto prefieren tomar la Francisco de Aguirre hasta la Siria, desde allí subirse a la ruta 9 y luego a la Circunvalación que los deposita en el camino a la aerostación. Este otro desvío les permite evitar los embotellamientos de la Belgrano-Gobernador del Campo y arribar a destino en poco más de 20 minutos.

Estos casos demuestran la importancia de generar obras de infraestructura que alivien la circulación. Por eso creemos que es importante sostener proyectos que busquen mejorar la calidad de vida de los vecinos. Porque, sin dudas, uno de los valores más preciados en la vida moderna es el tiempo. Y un tránsito ágil y seguro puede ser la llave a una vida urbana más agradable.